Netflix estrenó recientemente un documental que da cuenta de la historia de abusos sexuales y de encubrimiento dentro del equipo de gimnasia femenina de los Estados Unidos.
El film dirigido por Bonni Cohen y Jon Shenk ha tenido mucha aceptación, pues muestra de manera cruda diferentes vivencias para poder comprender cómo pudo ocurrir este hecho.
El médico del equipo es Larry Nassar. Un hombre reconocido profesionalmente, afable, carismático, seguidor de iniciativas comunitarias y que apoya voluntariamente el trabajo de los equipos de gimnasia de alta competición. Con esas características no encaja para nada con el estereotipo de un agresor sexual. Y fue ese perfil lo que le permitió durante 20 años abusar con caricias indebidas, penetración con sus dedos a las adolescentes, valiéndose de su condición de poder, estatus y de estar aplicando las “terapias adecuadas”.
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La denuncia de Maggie Nichols (la Atleta A es la denominación que se le da en la documentación de la Federación de Gimnasia) reitera un secreto a voces. Las autoridades de la federación le plantean a la familia que no hagan pública la denuncia. Año y medio después, un grupo de periodistas del periódico Indy Star de Indianápolis descubre que la denuncia nunca fue formulada y que, para el momento en que Nichols hizo la denuncia, ya casi un centenar de chicas habían realizado señalamientos similares que fueron desestimados aludiendo a que los representantes no lo habían hecho por escrito o no se había firmado un documento.
Se evidencia un entramado de complicidad por parte de los directivos para evitar que el escándalo pudiera afectar la excelente imagen y creciente recaudación de fondos por parte de la Federación de Gimnasia. Los espectadores presencian cómo se documenta una historia de complicidad y de culpabilización de las víctimas; y la retaliación hacia Nichols al retirarla del equipo por haber hecho la denuncia. Todos los abusos ocurren en las instalaciones deportivas, en las jornadas de entrenamiento donde las atletas están bajo la responsabilidad y custodia de las máximas autoridades de la gimnasia.
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Otra dimensión interesante tiene que ver con cómo decenas de víctimas van levantando su voz, venciendo los estigmas y la culpa social para denunciar los abusos sexuales de los que fueron víctimas cuando eran miembros del equipo. Testimonios valientes que van estimulando a que otras mujeres se inspiren para también alzar su voz. El trabajo de investigación periodístico y la valentía de las víctimas fuerza un proceso judicial que finalizar con la doble condena a Nassar, de 60 años cada una, por abuso sexual y posesión de pornografía infantil.
Develar la imagen de este pederasta encubierto tras la jovialidad y el estatus no es la única denuncia de la película. Las víctimas comienzan a reconstruir una cultura de violencia institucional permitida y legitimada a través del régimen de entrenamiento y competición. Los Karoli, pareja de entrenadores rumanos forjadores de la gesta olímpica de Nadia Comaneci, contratados por la Federación de Gimnasia imponen prácticas inhumanas que maltratan física y psicológicamente a las adolescentes. Esas prácticas son toleradas por un entorno, incluyendo las familias, ensimismado por la obtención de múltiples medallas.
Con el documental queda abierta la arista del maltrato y explotación al que son sometidos niños y adolescentes que se incorporan o preparan para el deporte de competencia.
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Es conmovedor descubrir en los testimonios de las, ya adultas, cómo crecer en un entorno donde no podían quejarse de dolor, expresar que tenían hambre, disentir o manifestar un desacuerdo, las condicionó y preparó para que el médico del equipo (que además era el único que las escuchaba y consentía dando unas chucherías o comida) las tocara o penetrara.
Formar a nuestros hijos e hijas en un ambiente donde puedan expresar libremente cómo se sienten con el trato que reciben, tener la vivencia de ser respetados y que siempre vamos a estar ahí para escuchar lo que nos quieren plantear por más delicado que pueda ser es el mejor antídoto contra el abuso.