Sin acceso a anticonceptivos, las mujeres de Venezuela han perdido el control de sus vidas

Cuando Johanna Guzmán, de 25 años, descubrió que iba a tener un sexto bebé, empezó a llorar, abatida por la idea de traer una vida más a un país que atraviesa una decadencia tan profunda. Durante años, mientras Venezuela caía en una espiral descendente de crisis económica, ella y su esposo habían rastreado cualquier tipo de anticonceptivos que existieran en las clínicas y farmacias, casi siempre en vano. Tuvieron un tercer hijo. Luego un cuarto. Y un quinto.

Para ese entonces, Guzmán cocinaba exiguas cenas en el fogón de leña, lavaba la ropa sin jabón y educaba a sus hijos sin papel. En ese momento, ya la acechaba el temor de no poder darles de comer a todos.

Venezuela inicia su octavo año de crisis económica y, mientras tanto, un drama profundamente personal sucede en los hogares: a millones de mujeres ya no les alcanza para los anticonceptivos, lo que las obliga a tener embarazos insostenibles en un momento en el que a duras penas logran alimentar a los hijos que ya tienen.

En Caracas, la capital, un paquete de tres preservativos cuesta 4,40 dólares: el triple del salario mínimo de Venezuela, que es de 1,50 aproximadamente.

Lea también: Medios venezolanos e internacionales visibilizan a mujeres embarazadas migrantes

La píldora anticonceptiva cuesta el doble de eso, alrededor de 11 dólares al mes, mientras que un dispositivo intrauterino (DIU) puede llegar a costar 40 dólares, más de 25 veces el salario mínimo. Y eso no incluye los honorarios del médico que tiene que implantarlo.

Con el costo de la contracepción tan fuera de su alcance, las mujeres cada vez más recurren al aborto, que es ilegal y, en los peores casos, les puede costar la vida.

Esta situación contradice la promesa que el gobierno de Venezuela alguna vez le hizo a sus mujeres y niñas. Hugo Chávez, el fundador de la revolución de inspiración socialista del país, declaró que su gobierno les daría a las mujeres lo que otros no les brindaron: participación completa y equitativa en la sociedad.

Chavez incluyó a las mujeres en las instancias de poder y consagró en la constitución el derecho a “decidir libremente” cuántos hijos deseaba tener una pareja. En una región en la que los abortos están por lo general prohibidos, solo le faltó legalizar el procedimiento. Pero los anticonceptivos estaban subsidiados y ampliamente disponibles.

Chávez y su sucesor, el presidente Nicolás Maduro, declararon públicamente ser feministas.

Anitza Freitez, demógrafa de la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas, dijo que esta dinámica podría moldear al país durante décadas al reproducir “un círculo vicioso de pobreza”.

A medida que las salas de maternidad de Venezuela colapsaban, la mortalidad materna aumentó un 65 por ciento entre 2015 y 2016, según el Ministerio de Salud del país.

Y luego el gobierno dejó de publicar datos.

Fexsibel Bracho tenía 24 años y tres hijos cuando buscó un servicio clandestino para interrumpir su embarazo en enero. El procedimiento, realizado con un gancho, le perforó el útero. Murió el 2 de febrero a causa de una hemorragia.

“Ella no tenía los dólares” para pagar métodos anticonceptivos, dijo su madre, Lucibel Marcano, de 51 años, quien cuidó de Fexsibel en sus momentos finales y vio cómo a su hija se le escapaba el color del rostro.

Representantes de los ministerios de Salud y de la Mujer no respondieron a solicitudes de entrevista enviadas en cartas y correos electrónicos.

Cuando Hugo Chávez fue elegido como presidente en 1998, heredó un sistema en el que los métodos anticonceptivos estaban ampliamente disponibles.

En su impulso por adoptar la causa de los derechos de las mujeres, ofreció transferencias de efectivo a las mujeres pobres y transfirió el ministerio de la mujer al poder ejecutivo.

“Sin la verdadera liberación de la mujer, sería imposible la liberación plena de los pueblos”, dijo Chávez en 2009, “y soy un convencido de que un auténtico socialista debe ser también un auténtico feminista”.

Pero la salud reproductiva jamás fue prioridad, algo que incluso sus partidarios admiten.

En 2015, los contraceptivos que alguna vez fueron gratuitos en los hospitales públicos y muy accesibles en las farmacias privadas, comenzaron a desaparecer. Y las mujeres que antes podían planificar su futuro —gracias a la anticoncepción— empezaron a perder el control.

Para 2018, los anticonceptivos orales, los implantes y los parches ya eran casi imposibles de encontrar en varias de las principales ciudades, según un estudio realizado por la coalición de derechos Equivalencias en Acción.

Algunas parejas empezaron a abstenerse o a racionar los encuentros sexuales. Otras utilizaron el método del ritmo. Pero no siempre funcionaba. Y no todos tenían alternativa.

Al agudizarse la crisis, muchas mujeres dicen que también el abuso ha empeorado, lo que dificulta que puedan rehusarse ante su pareja o finalizar una relación.

Guzmán dio a luz a su sexto hijo, Yorkeinys, en abril, cuando el país ya estaba en la pandemia y su esposo, un mecánico, llevaba semanas sin trabajar. Explica que cuando dejó el hospital y regresó a su casa, hambrienta, solo tenía lentejas en la alacena, y todos sus hijos tenían hambre. Cayó en depresión y pasó 20 días en cama.