Niños arrastradores: el anzuelo de las redes de trata de personas

Aquella mañana, Daniela se levantó a las seis, como cualquier día, aunque sus movimientos eran más silenciosos de lo normal. Pedro, su padre, lo notó y se acercó al cuarto. La vio arreglarse bajo la luz del teléfono celular, porque no tenían electricidad. Minutos más tarde, la menor de 13 años se despidió para ir al liceo y él le respondió: “Dios te guarde, hija, juicio”.

Pocas horas después de ese 4 de mayo de 2022, unas sobrinas le informaron a Pedro que Daniela había desaparecido. Él recordó que tres días antes, una joven de 16 años había visitado a Daniela en su casa, en el municipio Bolívar, del estado Táchira, Venezuela, frontera con el Departamento Norte de Santander, Colombia.

Por ello, presintió que Daniela se había ido con aquella joven que la visitaba mucho. Pensó que si no encendía las alertas no sabría el destino su hija y corrió hacia las trochas o senderos más cercanos para preguntar, con una fotografía, si la habían visto pasar (los nombres de Daniela y de su papá han sido modificados por petición de la familia).

Según estimaciones de la Agencia de la ONU para los Refugiados, existe un alto flujo migratorio infantil de Venezuela a Colombia del que no hay datos precisos. Para 2020, Migración Colombia reportó que unos 25.000 niños, niñas y adolescentes habían salido de Venezuela sin acompañamiento de un adulto.

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