Hoy una de las principales medidas de prevención al COVID-19 es «¡quédese en casa!». Definitivamente no es un juego, y aún si usted no se contagia pudiera contagiar a otros. Más allá de las afinidades ideológicas, de las diferencias políticas, hoy la mayoría está de acuerdo en que es lo que nos toca hacer. Sin embargo, ¿es fácil quedarse en casa?
La primera reacción que pudiéramos experimentar es la sensación de poder tener tiempo para descansar, que esto puede parecerse a unas vacaciones. Rápidamente entendemos que cuarentena es otra cosa. Nos asalta el temor de qué pasará con nuestro trabajo, con el ingreso. La comida que hay en casa puede tornarse insuficiente y el panorama se hace incierto.
Sin embargo, puede que lo que nos cueste más de permanecer en casa no sea pensar en el sustento material (y sabemos que importa), sino el no saber qué hacer en casa.
Lo que hemos dejado
Hemos llenado nuestra vida de un sinfín de distracciones: el teléfono, televisor, las redes sociales, música, en fin. Cada vez más nos lanzamos a nuevas formas de mantenernos comunicados y conectados con el mundo, pero cada día menos cerca de las personas con quienes vivimos.
Sabemos poco de la vida de nuestros hijos, pareja, familia. Probablemente si nos preguntan diremos que sí sabemos, que hablamos todo el tiempo. Habría que preguntarle a ellos hasta qué punto es así. En casa, solemos conversar sobre lo cotidiano, lo que hay que resolver, pero dejamos muy poco espacio para conocer.
Hoy podemos experimentar mucha ansiedad. En buena medida porque al estar en cuarentena no hay red social que llene el vacío de eso que hemos estado dejando de mirar en casa. Nos toca la retadora tarea de reconectarnos con los otros.
La recomendación en este caso puede hacernos ruido, porque solemos escuchar mensajes que nos invitan a desconectarnos de la vida y las preocupaciones. No obstante, considero que es justo esta desconexión la que luego nos juega en contra.
Conectarse con los otros implica escuchar, hacer una pausa, darnos lugar para observar, interpretar los silencios, regalarnos momentos propios. Quizá esto nos lleve a tener que hacer frente a tensiones no resueltas, conflictos no dichos, pero a fin de cuentas tarde o temprano deberemos hacer frente a nuestra vida.
Para quedarnos en casa hace falta más que un decreto de cuarentena. Se requiere querer estar en casa.