El miércoles 25 de junio, fuertes lluvias provocaron estragos en los estados Trujillo, Barinas y Mérida. En este último, el desbordamiento de ríos causó la pérdida de infraestructuras y vías de comunicación. Más de 200 familias resultaron afectadas. Algunas lo perdieron todo, incluyendo sus hogares. Fueron momentos de duelo e incertidumbre para los ciudadanos de Mérida, mientras que la sociedad civil venezolana y organizaciones internacionales crearon iniciativas para ayudar a los merideños con comida, agua potable, colchonetas y ropa.
Aunque los desastres naturales no se pueden prever con exactitud, es sabido que Mérida ha enfrentado emergencias similares en el pasado. Sin embargo, con mayor frecuencia las lluvias afectan zonas como el Valle de Mocotíes (Tovar, Santa Cruz de Mora, Zea y Bailadores). Esta vez la zona afectada fue el Páramo, un fenómeno que no ocurría desde hace 32 años, explicó Gustavo Paéz, geógrafo y profesor, en una entrevista para el medio El Estímulo. Agregó que en 1993, también en junio, “se activaron los tres ríos principales que nacen en el páramo andino-merideño: el Chama, el Motatán y el Santo Domingo, y hubo cerca de 345 damnificados, según fuentes hemerográficas de entonces”.
La naturaleza del Páramo Andino es tan indómita como fértil y bella, y esas mismas características parecen reflejarse en su comunidad: resiliente, trabajadora y unida. La comunidad trabajó arduamente para abrir caminos con sus propias manos mientras la maquinaria pesada llegaba al lugar. A casi cuatro semanas del desastre, la reapertura de las vías ya era un hecho y esto facilitó la llegada de donaciones de dentro y fuera de Venezuela. En medio de esta emergencia, destacan jóvenes y adolescentes que asumieron roles activos como voluntarios en el cuerpo de bomberos, brigadas de rescate y centros de acopio.
Valeria Garcez (izquierda), Oscar Durán (arriba) y dos representantes de los Jóvenes Defensores (abajo).
Espacios de escucha y apoyo emocional para los jóvenes
Bajo este contexto, el grupo de Jóvenes Defensores de Cecodap tuvo la iniciativa de reunirse vía Zoom con adolescentes voluntarios de las zonas merideñas de Santo Domingo, Los Curos, Ejido y Mucuchíes; pertenecientes a diversas organizaciones: Jóvenes de Paz y de la Cátedra de la Paz, Asociación Civil Geografía Viva, grupo de rescate Tulio Febres Cordero, voluntarios del cuerpo de bomberos y el proyecto JUNTOS (Jóvenes unidos por Territorios Organizados y sostenibles).
La reunión se realizó el viernes 11 de julio con Amanda Isturriaga (16 años), Camila Urbina (18 años), Kerigma Pernía (15 años) y Alexa Colmenares (21 años), representantes del grupo de Jóvenes Defensores de Cecodap, acompañados por sus fundadores, Fernando Pereira y Oscar Misle. El encuentro sirvió para intercambiar experiencias, brindar apoyo y generar un espacio donde pudieran conversar incluso sobre sus emociones en la situación de emergencia y plantear inquietudes sobre el impacto en la cotidianidad escolar y emocional.
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Desde Mucuchíes, en representación del Proyecto Juntos, participaron las adolescentes Bárbara Camacho (16), Daniela Sánchez (15) y Gabriela Rangel (18). Bárbara mencionó:
“Es bastante fuerte todo lo que ocurrió. La incertidumbre hay que saberla manejar, igual que las emociones, porque un día se está tranquilo en su casa y al otro sucede que el río se la lleva. Aquí no hay atención psicológica para nadie, solo algunas actividades recreativas para los niños”, añadió.
Bárbara también habló sobre la inexistencia de apoyo psicológico en un contexto de emergencia, donde hay pérdidas materiales, de cultivos y animales, y también pérdida de la estabilidad familiar.
Oscar Misle comentó: “Cuando hay situaciones así puede haber un aumento de violencia intrafamiliar o maltrato infantil”, a lo que Bárbara señaló que se trata de un tema difícil en la región “por el tipo de crianza. Las personas que viven en zonas rurales tienden a ser más cerradas en cuanto a esos temas, no demuestran las emociones”.
Según UNICEF, en contextos de desastre los niños pueden enfrentar ansiedad, depresión, problemas de concentración y trastorno por estrés postraumático si no reciben apoyo adecuado, en cuanto a esto la conversación en línea reflejó la necesidad por parte de niños y adolescentes de tener acompañamiento psicológico.
Desde el grupo de Jóvenes Defensores querían saber cuáles son los artículos más esenciales que necesitan los refugiados en Mérida, más allá de lo publicado en redes sociales, a esto Bárbara respondió: “Hay mucha ayuda en cuanto a ropa y zapatos. Hasta los momentos en la alcaldía aún tienen mucha ropa para repartir en el municipio Rángel, pero la necesidad más grande son las casas, dónde van a vivir las personas que perdieron sus casas; esa es una de las mayores preocupaciones”.
Rol de adolescentes voluntarios: “Yo también fui damnificada”
Valeria Garcez, de 17 años, es voluntaria del cuerpo de bomberos en Santo Domingo. Tiene un nivel de formación equivalente al de un sargento y se desempeña en protección civil, prestando servicios tanto en la estación como en centros de acopio. Además, ayuda en el traslado de donaciones para los damnificados. “Los voluntarios arriesgan su vida por ayudar. Yo entiendo a los damnificados del Páramo porque yo también fui damnificada”, dijo Valeria.
Fernando, de 17 años, es voluntario de la brigada de rescate Tulio Febres Cordero y estudiante del Liceo Aristóbulo Istúriz. Comentó que «ha sido una experiencia muy dura la de estar allá y ver a todas esas personas que perdieron sus hogares y ver gran parte de la agricultura cómo se perdió».
Además de carencias de espacios para apoyo psicológico, las charlas sobre riesgos ambientales en zonas vulnerables también están ausentes en la vida de los jóvenes y adolescentes merideños. Si bien se realizan excursiones para apreciar la flora y fauna del páramo, no se aborda la prevención del riesgo o la conservación de especies en peligro. Al respecto, el geógrafo Oscar Durán señaló:
«La intervención humana en la naturaleza es la que genera estos riesgos de erosión que resultan en desastres naturales. Es importante la toma de consciencia. Si no se corrige la raíz profunda del problema esto seguirá pasando».
Durán considera que la educación ambiental debe ser prioridad. Se refiere la «educación ambiental enfocada en la región, en los riesgos, en especies en extinción, lugares en los que se puede cultivar y lugares en los que no, qué productos se consideran agrotóxicos y dónde es seguro construir viviendas».
Organismos internacionales, como UNESCO y UNICEF, señalan que la educación es una necesidad inmediata y esencial en situaciones de crisis, comparable a la provisión urgente de alimentos y servicios sanitarios en la respuesta humanitaria, no solo reintegra a los niños a clases, sino que funciona como herramienta de sanación y cohesión comunitaria.
Las escuelas merideñas han funcionado también como lugares de refugio y las maestras han pasado a ser herramienta clave para brindar apoyo a los niños.
La conexión virtual finalizó con las palabras de Dilgimar López, coordinadora de la Red Juvenil Cultura de Paz y VIH y las palabras de Walter Trejo, coordinador de la Cátedra de la Paz: “Esta es la situación ahorita pero, queda un fuerte trabajo posterior para volver a la normalidad; normalmente suceden las tragedias y cuando pasa el tiempo las personas se olvidan y quedan desamparados los damnificados”.
“Soy consciente de cómo la dificultad también activa lo mejor de nosotros mismos, ustedes son personas resilientes que han logrado conseguir fortaleza en la adversidad y eso es muy inspirador”, comentó Oscar Misle.
“Yo celebro que ustedes se han atrevido a dar sus opiniones y contar sus experiencias. Muchos son voluntarios, muchas veces se ignora que los adolescentes tienen esta capacidad de hacer cambios en sus comunidades: esa fuerza y capacidad de cambio que ustedes están teniendo es muy admirable” expresó Camila Urbina, del grupo de Jóvenes Defensores.

El grupo de adolescentes y jóvenes activistas de Cecodap llenaron el 25 de julio dos cajas de libros sobre salud mental que serán enviadas a niños de La Azulita, en Mérida. Esta iniciativa se realizó en el marco de la campaña Pequeñas Acciones Grandes Impactos en nombre de Gabriel Herrera, quien en vida formó parte de los espacios de participación para adolescentes de Cecodap y fue uno de sus miembros más activos, siempre dispuesto y solidario ante las adversidades.

Diana Adan Rodríguez
Periodista de la Agencia PANA
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