ABC del amor, para ti que no sabes si lo encontraste

Desde que somos pequeños, la mayoría de nosotros hemos escuchado distintas historias acerca del amor: que solo hay uno verdadero, que dura para toda la vida, que en el amor nada duele, que el amor lo puede todo. Muchos nos fuimos formando con la idea de que el objetivo de recorrer este camino de la vida es encontrar “ese gran amor”; aquel que en las películas de princesas nos mostraron como algo inquebrantable, poderoso e invencible. Ahora bien, ¿qué pasa cuando transcurren los años y nos damos cuenta de que no nos contaron el cuento de hadas completo? Cuando el amor se acaba antes de lo que pensábamos, cuando a pesar de buscarlo y buscarlo, no lo encontramos… cuando aquel amor que creíamos que no sería capaz de hacer daño nos ha dejado heridas profundas en el corazón. ¿Qué hacemos con ese sentimiento? ¿Cómo curamos las heridas que alguien nos causó? ¿Dónde buscamos el amor que no hemos logrado encontrar en ningún lado? ¿Por qué todos tienen suerte… menos tú?

Si estás leyendo este artículo y en algún momento te has sentido así, en Cecodap, en el día del amor y la amistad, queremos decirte algo:

El amor está presente en tu vida muchas más veces de las que crees porque tiene un lenguaje tan extenso y se expresa de tantas maneras, que en ocasiones no somos capaces de notar que está allí.

Nos encontramos dando y recibiendo amor constantemente. Cuando ayudamos a un vecino que se encuentra enfermo, cuando atendemos el llamado de un amigo que se siente triste, cuando tu hijo se despierta y va a buscarte para darte un abrazo, cuando tu esposa te prepara el almuerzo, cuando le dejas a alguien la última galleta del paquete. El amor como nos lo han pintado en los cuentos sí existe, pero es solo una de las muchas facetas que lo conforman y todas son igualmente hermosas e importantes. 

Es amor eso que sientes por tus hijos: el expresarles tu cariño, tu profundo deseo de verlos crecer y ser felices, de guiarlos hasta que ellos solos puedan llevar sus vidas como ellos lo consideren, pero llevando en sus mentes y corazones las lecciones que tú les has dejado; eso es amor. El sentimiento que tienes por tus padres: el agradecimiento por lo que han hecho por ti y también por aquello que no han podido darte, porque ahora puedes aspirar a más y porque sabes que, sin ellos, a pesar de sus aciertos y sus errores, no serías lo que eres hoy. Lo que sientes por tus hermanos, primos o amigos: esa complicidad, la compañía que se regalan cuando hay momentos que ameritan festejar, o cuando los problemas aparecen tan “de golpe” que solo estando con ellos sientes que podrás atravesarlos. Ahí hay amor. Lo que te transmiten tus mascotas: lo querido que te hacen sentir, la emoción que te demuestran al ver que llegaste a casa, sin importar los errores que hayas podido cometer durante el día o los defectos que crees que tienes y que tanto te atormentan pero que ellos no notan; otra expresión de un gran amor. Lo que sientes por tu fe, por tus creencias: si tienes algo más allá de ti que guía tu camino y tu accionar -lo llames Dios o el nombre que le pongas-, si crees en algo que te motiva todas las mañanas a levantarte y luchar, a seguir viviendo con alegría e ilusión; eso es amor y uno muy poderoso.

Pero hay un tipo de amor que no muchos conocemos, un amor del que no nos hablan en las películas de Disney y que pocas veces cultivamos. Ese amor que es el más frágil de todos, que requiere de cuidados simples, pero diarios, de dedicación y entrega, incluso de sacrificios. Se trata de un amor que no necesita demostrarse con globos y flores o con grandes gestos románticos; no necesita llamar la atención, es un amor sutil pero muy importante, porque es lo que nos permite amar a los demás: se trata del amor que sientes por ti mismo

La parte del cuento que no nos contaron cuando éramos pequeños es que el gran amor de nuestra vida nos ha acompañado desde que nacimos y somos nosotros mismos. Tú eres el principal responsable de quererte, de cuidarte, de protegerte y valorarte. El amor de pareja, por la familia, por amigos, por lugares o actividades sí es real, existe y es muy valioso, pero el motor que hace posible que todos esos amores existan es el amor que sientes por tu existencia en este mundo, por lo que eres, por tus virtudes y defectos, por todo lo que compone tu ser y por lo que implica ser tú

Debemos empezar a contar el cuento de hadas completo, porque olvidaron narrarnos la parte más bonita: nadie va a poder quererte como te mereces si tú no eres capaz de hacerlo primero. Enseñémosle a nuestros niños que deben estar orgullosos de ser quienes son, ayudémosles a ver sus virtudes y a amar cada uno de sus matices, oscuros o brillantes, porque los hacen quienes son, únicos y especiales.

Cambiemos el mensaje que pudimos haber estado recibiendo y vamos a transmitir a los niños algo distinto: no hace falta buscar el amor con desespero en lugares, personas, objetos o actividades, si todavía dentro de nosotros no somos capaces de encontrarlo.

El verdadero y más profundo amor nace de nuestro interior y será a partir de allí que podremos irradiarlo hacia afuera, hacia los demás, hacia quienes sepan valorarlo y sean capaces de querernos como verdaderamente lo merecemos.