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Vivir entre la supermujer y la sororidad: replanteemos el Día de la Mujer en Venezuela

En los últimos años, la narrativa predominante en el Día de la Mujer ha estado dominada por la figura de la «supermujer»: esa mujer que, pese a un entorno adverso y a sus propias aspiraciones, trabaja, realiza las labores del hogar, educa a sus hijos e hijas, cuida de sus padres y otros familiares, y aun así encuentra tiempo para cumplir con la exigencia de cuidar su imagen. Este arquetipo, que se celebra en mensajes y felicitaciones, nos lleva a expectativas irrealistas que, en lugar de empoderar, nos enfrenta a una exigencia continua por cumplir con expectativas que terminan desgastándonos y dificultando nuestro equilibrio en la vida cotidiana.

Es interesante preguntarnos de dónde viene este arquetipo de super mujer. Parte de esta idealización podría estar ligada a la figura de la Mujer Maravilla (Wonder Woman), ícono de la cultura popular y ejemplo extremo de lo que implica ser una «supermujer». Este personaje fue creado en 1941 por William Moulton Marston, un psicólogo, quien ideó a Wonder Woman como un símbolo de fuerza, justicia y compasión; la cuales se tratan de cualidades humanas, pero el personaje además estaba cargado de superpoderes. No obstante, el contexto de su creación también estaba lleno de estereotipos propios de la época. Mientras que Wonder Woman rompía moldes al ser una heroína que lideraba con empatía y valentía, su imagen reforzaba estándares inalcanzables para cualquier mujer. 

Y aunque en Venezuela ser una super mujer, guerrera o cuatro por cuatro puede ser digno de admiración, es crucial que recordemos que el Día de la Mujer no debe ser un tributo a la capacidad de cumplir con múltiples roles. Es una fecha para exigir equidad, justicia y visibilizar las desigualdades estructurales que aún persisten en nuestra sociedad y nos llevan a cumplir con demasiados roles a la vez.

Esta presión no solo afecta nuestra salud física y mental, sino que también genera un ambiente de competencia y juicio entre nosotras. Si no logramos cumplir con las exigencias de ser la «supermujer», corremos el riesgo de ser vistas como incompletas, flojas o insuficientes; lo que perpetúa un ciclo de autocrítica y desvalorización. Mientras que entre hombres suelen tener mayor empatía y hablan o aplican la camaradería o solidaridad masculina. 

Además, enfrentamos una situación común: cuando las mujeres llegamos a un nuevo entorno, ya sea trabajo, escuela, reunión o grupo, muchas veces sentimos temor por cómo nos verán. Juzgamos a las mujeres que deciden dedicarse a las labores del hogar, a las que son madres y trabajan y, peor aún, a aquellas que son víctimas de violencia de género con frases como: «si se queda con el que le pega es porque le gusta» o «claro que le dicen obscenidades, no ves la ropa que usa». Estos juicios aprendidos, son parte de un ciclo que necesitamos romper. 

Sororidad, un poder transformador

Es fundamental que, como mujeres, madres y educadoras, cuestionemos las normas, hábitos y costumbres que nos han sido impuestas y promovamos un concepto poderoso: la sororidad. Este término, que hace referencia a la solidaridad entre mujeres en un contexto de discriminación de género y violencia, se convierte en una herramienta esencial para construir un futuro más justo. La sororidad nos invita a apoyarnos mutuamente, a entendernos y a comprometernos en la lucha contra las desigualdades que nos afectan.

Promover la sororidad entre las mujeres, y en particular entre niñas y adolescentes, es un acto de rebeldía. En lugar de fomentar la competencia, deberíamos enseñarles a conectar, empatizar, ponernos en los zapatos de las otras, ver más nuestros puntos en común que las diferencias. Este enfoque no solo nos une, sino que también nos inspira a construir un modelo de éxito personal, que no esté basado en el estándar masculino, sino en los valores que nos son propios como mujeres.

Hagamos juntas un pacto

En este Día de la Mujer, me comprometo a dedicar un tiempo para explicarle a mi hija la importancia de la sororidad. Le contaré sobre este concepto y su significado profundo y transformador. La sororidad no solo nos conecta, sino que nos empodera para enfrentar juntas los desafíos que nos presenta la vida. Es fundamental que nuestras niñas crezcan en un entorno donde la solidaridad y el apoyo mutuo sean la norma, para desarrollar las bases de una sociedad más equitativa y colaborativa.

El empoderamiento de las mujeres no debe ser un concepto vacío, necesitamos que nuestras niñas y adolescentes comprendan que su valor no se mide por la capacidad para cumplir con un ideal de «supermujer».  Por lo que podemos comenzar trabajando en lo siguiente: 

  • Celebra los logros de otras mujeres y muestra alegría por ellos. 
  • Comparte historias inspiradoras de mujeres que alcanzaron sus metas a través del esfuerzo y determinación.
  • Refuerza el valor de la amistad y la colaboración entre mujeres, crea espacios para compartir entre amigas.
  • Reconoce que todas las mujeres somos diferentes y fomenta la aceptación y diversidad.  
  • Sé amable y generosa hacia las mujeres de tu entorno.
  • Evita imponer roles de género y estereotipos en casa, escuela o en el trabajo. 
  • Apoya a otras mujeres. 

En este 8 de marzo, más allá de los gestos simbólicos como mensajes, flores o reconocimientos, reafirmemos nuestro compromiso con un cambio real y transformador. El verdadero homenaje a las mujeres radica en la lucha conjunta por un futuro más justo y equitativo para todas.

A todas, feliz Día de la Mujer.

Gloriana Faría de Rodríguez

Gloriana Faría de Rodríguez

Abogada y coordinadora del Servicio de Atención Jurídica de Cecodap

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