
Miranda.- Con frecuencia, José Ricardo molestaba a sus compañeros de clase con sus bromas. Empujar a un amigo o esconderle el cuaderno de tareas formaban parte de su comportamiento y era reprendido en la dirección del colegio.
“Muchas veces se extralimitaba y debíamos aplicar correctivos para evitar otras consecuencias”, señala su maestra. Un día, José Ricardo fue más allá y amenazó a un compañero con darle una golpiza a la salida del colegio, luego de una discusión en el recreo. “Los dos sentían atracción por la misma compañera de estudios y por allí empezó la pelea verbal, que gracias a Dios no pasó a mayores”.
José Ricardo tiene 12 años y estudia tercer grado de educación primaria en una escuela en los Valles del Tuy, estado Miranda. Vive con su abuela, una mujer de 64 años con problemas de salud. Su padre lo abandonó cuando tenía siete años y su mamá falleció a causa de una enfermedad cuando el niño cumplió nueve años.
Su maestra recuerda que cuando José Ricardo llegó a la escuela, en edad preescolar, era tranquilo y tímido, pero su comportamiento varió de forma drástica con el paso de los años y su estado de ánimo presentó cambios muy marcados. “A veces se pasaba de juguetón, pero había momentos en que se quedaba pensativo y se irritaba por cualquier cosa. Eran conductas irregulares que ameritaban la atención de un psicólogo”.
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La profesora, preocupada, fijó su atención en José Ricardo y, poco a poco, se ganó su confianza. Este trato respetuoso y cercano permitió que el estudiante rompiera el silencio. Un día contó que había sido víctima de violencia sexual por parte de un delincuente del barrio donde vive. Su agresor, además, lo obligó a trasladar droga en dos oportunidades.
“Este ha sido uno de los casos más graves que hemos tratado en el colegio. No solo estamos hablando de un abuso que atenta contra la dignidad y la integridad psicológica del adolescente, sino que tememos que José Ricardo pueda convertirse en un delincuente. En los barrios eso significa tener poder y es algo que atrae a los adolescentes y a los jóvenes”, menciona su maestra.
José Ricardo también le dijo que cuando era un niño presenció cómo su papá golpeaba a su mamá. “En una ocasión, él intervino para defenderla y recibió una paliza como respuesta. Hoy en día no tiene ningún afecto por su padre y lo recuerda con menosprecio”.
La educadora atribuye a estos episodios la violencia que muchas veces José Ricardo muestra en el salón. En una oportunidad le levantó la mano a una niña porque se burló de él durante una exposición.
Sin ayuda especializada
Aunque José Ricardo necesita la ayuda de un psicólogo, su abuela no tiene los recursos para pagar un especialista privado y en su escuela no cuentan con este servicio. En la institución trabajaba una psicopedagoga, pero renunció hace dos años y el Estado no asignó a otra persona.
“Es un caso que requiere un trato especial. Por mi parte le estoy prestando más atención al adolescente en este nuevo año escolar; analizo su comportamiento y le doy muestras de cariño para que se sienta querido y, sobre todo, protegido”, resalta su maestra.
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Ante la falta de acompañamiento, la docente decidió llevar a José Ricardo a su casa al menos tres tardes al mes. Allí lo ayuda con sus tareas y él juega con otros adolescentes de la comunidad.
Plantear este caso ante el Consejo de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, el Ministerio Público, o la policía sería lo correcto, pero la docente reconoce que el miedo la paraliza, al igual que al resto del personal educativo:
“Nadie se atreve porque estamos hablando de una zona donde los delincuentes tienen gran dominio y cualquier acusación pondría en peligro nuestras vidas e, incluso, la de la víctima. Por ello estamos intentando rescatarle con educación y afecto”.
La profesora explica que José Ricardo “debería estar iniciando el bachillerato, pero no asistió a la escuela durante tres años y se atrasó a nivel académico”. Sin embargo, no tiene bajo rendimiento ni problemas de atención y la educadora observa que posee habilidades para pintar, así que ella enfoca el aprendizaje en esta área.
Para reforzar esta destreza, cada vez que su presupuesto se lo permite, la maestra le regala lienzos y colores al adolescente para que dé rienda suelta a su creatividad. “Es una forma de ayudarlo a mejorar su salud mental, a que explore su estilo artístico y su creatividad”.
Los varones también son vulnerables
Los casos de abusos físicos y sexuales son denunciados con frecuencia en los Valles del Tuy, estado Miranda. Desde diciembre de 2023 hasta marzo de 2024, en la Policía Municipal de Independencia en los Valles del Tuy se atendieron 50 acusaciones, informó la licenciada Leidykatte Vielma, quien está a cargo de todo lo relacionado a incidentes que involucren a niños, niñas y adolescentes.
En su opinión, los niños con baja confianza en sí mismos y que viven en hogares en conflicto son más vulnerables: los adultos agresores suelen buscar este perfil para luego prometerles estabilidad y seguridad. “Esta (supuesta) estabilidad viene con otros comportamientos no deseados, como la violencia sexual”, pero es difícil distanciarse del victimario o denunciarlo porque con las promesas y otros gestos ejercen control sobre la víctima.
Vielma puso el foco en la vulnerabilidad de los varones, como es el caso de José Ricardo. Explica que “ellos también son víctimas de depravados, pero callan por temor a ser cuestionados con respecto a su orientación sexual”.
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La funcionaria mencionó que desde el organismo de seguridad han enfocado su labor en orientar a las familias para que enseñen a los niños y niñas su derecho a decidir sobre su cuerpo. Sin embargo, está consciente de que no en todos los hogares se cumple con este patrón que requiere de mucha comunicación.
La oficial jefe Nakariz Correia, coordinadora de la Unidad Especializada de Niños, Niñas y Adolescentes de la Policía Municipal de Cristóbal Rojas, también recibe en su despacho de dos a tres casos de abuso sexual al mes y ha llegado a la conclusión de que la falta comunicación, respeto y acuerdos dentro del hogar está dejando desprotegidos a los niños.
Para la maestra de José Ricardo, él es un ejemplo de lo que sufre un adolescente que está desamparado en el núcleo familiar. “Aunque su abuela lo atiende, él no cuenta con una orientación que le permita prevenir cualquier conducta de riesgo. Tampoco recibe normas de comportamiento y ello repercute en su formación”.
Puntuación más baja en prevención
Según el informe Índice Fuera de las Sombras (Out of shadows), publicado el 7 de marzo de 2023 por Economist Impact, Venezuela tiene la segunda puntuación más baja en prevención del abuso sexual contra niños, niñas y adolescentes de Latinoamérica.
De acuerdo con esta investigación, “el país tiene brechas significativas en la legislación para proteger a niños, niñas y adolescentes de la explotación y el abuso sexuales” y, en tal sentido, menciona que en la legislación venezolana no se castiga específicamente la producción, reproducción o posesión de material de abuso sexual de niños, niñas y adolescentes, aunque se prohíbe la divulgación, distribución o venta.
En julio de ese mismo año, el fiscal general de la República, Tarek William Saab, informó que el Ministerio Público registró 2.076 casos de abusos sexuales a niños, niñas y adolescentes entre enero y junio de 2023.
En octubre de 2024, Saab anunció la inauguración de una fiscalía especializada en delitos de abuso sexual a niños y adolescentes, adscrita a la Dirección General para la Protección de la Familia y la Mujer, en colaboración con el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
En el acto, el fiscal general estuvo acompañado del entonces representante de Unicef en Venezuela, Abubacar Sultan, quien recordó que el abuso sexual “es un delito y una de las peores formas de violencia contra los niños, niñas y adolescentes”, al tiempo que subrayó que “la mayoría de los casos de abusos no son detectados o denunciados”.
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*El nombre de la adolescente fue cambiado para proteger su identidad.
Rosanna Battistelli
Corresponsal de la Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez y la Adolescencia en el estado Miranda.
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