“Mis hijos morochos lloran porque los cambié del colegio Luis María Olaso, de Fe y Alegría, a una escuela pública. Esperé hasta septiembre de 2025 para ver si podía dejarlos. En casa hicimos ajustes e, incluso, me propusieron un plan de pago, pero fue imposible. La mensualidad me quedaba en 60 dólares, 30 por cada uno. No había la posibilidad de pagar media matrícula por ser hermanos”.
Myrna* narra su situación con mucha tristeza. No solo porque la escuela de Fe y Alegría queda cerca de su casa, también porque era un segundo hogar para sus hijos morochos. Allí tenían amigos, maestras comprometidas, les ofrecían una buena educación, había un comedor y la infraestructura del colegio era adecuada.
Ella tiene otro hijo, que está por egresar de una escuela técnica. Lo que debía pagar en la inscripción, matrícula y mensualidad de los tres rondaba los 300 dólares, dinero que se le hacía imposible reunir, pues su único ingreso es su salario en bolívares, como empleada pública.
Altos costos empujan a la migración
Marta Piñango, directora de la escuela de Fe y Alegría Luis María Olaso, ubicada en la parte alta de la parroquia La Vega, en el sur oeste de Caracas, cuenta que varios padres y madres le han comentado: “Profe, ¿de dónde voy a sacar dinero si ni siquiera me alcanza para comer?”.
El plantel, que hace pocos años atendía una población de entre 800 y casi 900 niños, niñas y adolescentes, actualmente tiene una matrícula de 394 estudiantes. Esto ha obligado a la escuela a tomar medidas, principalmente en el anexo, una extensión de la institución donde se daban clases a dos secciones de preescolar y seis de primaria en el turno de la mañana.
Esas dos secciones de preescolar del anexo y las seis de primaria se fusionaron con las del edificio central. Ahora, de ocho salones de preescolar sólo funcionan cinco.
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En el anexo, hace cinco o seis años llegaron a tener 140 estudiantes. El área de educación inicial es la más crítica. Este año solo se inscribieron seis niños en preescolar. Eso obligó a cerrar estas aulas. La matrícula de primaria que se trasladó del anexo a la sede principal también es baja: 15 niños en primer grado, 15 en segundo, 20 en tercero, 16 en cuarto y 13 alumnos en sexto grado.
La institución reportó que para la primera semana de octubre todavía esperaban a 25 niños y niñas que cursaron allí el año escolar anterior y todavía no se habían inscrito. En épocas anteriores, comenta Marta Piñango, la escuela tenía una alta demanda. Llegaron a repartir hasta 150 números en preinscripciones.
La falta de recursos en las familias y la migración a escuelas públicas del sector también incide en los ingresos del colegio: solo en el año escolar 2022-2023 la institución dejó de recibir cerca de 8 mil dólares, debido a la falta de pagos de algunos representantes con dificultades económicas en sus hogares.
Esto ha impedido que se renueven contratos a algunos docentes. A pesar de la situación, la escuela trabaja para generar incentivos de permanencia, por ejemplo, lograron becas para 34 estudiantes que reciben almuerzo todos los días, incorporaron a nueve niños que nunca habían estado en el sistema y mantienen el desayuno diario.
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Esta migración del sector subsidiado impacta también en las escuelas públicas vecinas. La directora Piñango sabe a dónde se están yendo sus alumnos y como referencia cita que la escuela pública cercana, la Bernardina Busto, está sobrepasada en la atención; precisamente porque recibe alumnos de la red cuyos padres no pueden pagar las mensualidades.
El caso de Myrna y sus hijos es una muestra de esa realidad. La comida, los costos educativos y hasta los gastos en pasaje mantienen sus cuentas en rojo. Por ejemplo, a diario gasta 200 bolívares para ir al trabajo, y ahora a la señora que busca a sus morochos en la escuela pública le paga 80 bolívares. “Los niños no pagan porque ella se los sienta en las piernas para ahorrar esos pasajes. Afortunadamente, la dejan viajar así, porque es un trayecto corto”.
Inscripciones a paso lento
Noelbis Aguilar, directora nacional de escuelas Fe y Alegría, sostiene que hay algunas familias que han manifestado que no pueden cancelar las matrículas. Dice que para el período 2025-26 el proceso ha sido lento y que el número de estudiantes que optaron por las escuelas públicas no llega al 2 %.
“Uno entiende esa situación y ellos saben que tienen las puertas abiertas en Fe y Alegría. Los que se quedan llegan a acuerdos de pagos, tienen mensualidades exoneradas, hay quienes pagan 50, 80, 30 % o quedan totalmente exonerados del costo total. Hemos podido concertar. Nuestro eslogan es que ningún niño quede por fuera de nuestras escuelas. La gente en la medida de sus posibilidades va inscribiendo a sus chicos, eso muestra que nuestras familias venezolanas tienen una gran valoración por la educación”, comenta.
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La red, dice, está cercana al 80 % de la población inscrita con relación al año pasado. A la fecha van 88.000, y al cierre del año anterior 95.000 alumnos ingresaron a las aulas. “Por supuesto, la situación socioeconómica es bastante compleja, es difícil. No es fácil tener para cubrir todas las necesidades de la cesta básica, la gente tiene que dar prioridad a la alimentación, el transporte y pago de servicios, que también se han incrementado”.
Entonces, sostiene, los que optan por tener sus hijos en colegios privados o subvencionados asumen el compromiso de una mensualidad corresponsable. Así se llama en la red la mensualidad que es acordada en asamblea por la mayoría de padres y representantes. “Si una asamblea dice que son 20 dólares la cuota y hay familias que no pueden pagar ese monto, se habla con el equipo directivo y se llega a algunas consideraciones”.
Además, Fe y Alegría promociona el programa de “beca a un estudiante”, que tiene la finalidad de completar esa mensualidad que los padres y representantes no pueden cancelar.
“Damos opción a nuestra gente, pues creemos que nadie se puede quedar fuera del sistema por un problema económico. Se hace un estudio socioeconómico donde se valida que realmente no puede cancelar, se exonera el 100 % y asumimos el compromiso de buscar esa beca. En eso estamos trabajando este año”.
La lupa sobre la etapa inicial
Lo que observa Aguilar como un fenómeno nuevo este año es que están ingresando menos niños y niñas de 3 años y medio y de 4 y 5 años en el primer nivel de preescolar. Este año 3 % menos que el anterior. “Pareciera, uno intuye, que la familia, dada la situación familiar, sobre todo en los contextos más vulnerables, está postergando el ingreso a la escuela. Es un tema de preocupación, tomando en consideración que el preescolar es de suma importancia, porque ahí es donde los preparamos para aprender, es el primer espacio de socialización, para instalar hábitos, para ir creando condiciones cognitivas, socioemocionales, que le permitan desarrollarse exitosamente a lo largo de todo el subsistema de básica”.
Carolina Orsini, directora ejecutiva y fundadora de la Asociación para el Desarrollo de la Educación Integral y Comunitaria (Aseinc), una organización que implementa y evalúa programas educativos y de protección en contextos de riesgo y vulnerables, suma a este foco que, en el trabajo de campo que hacen en Distrito Capital, Miranda, Delta Amacuro, Zulia, Amazonas, Apure, Falcón, La Guaira y Táchira, han conseguido muchos niños y niñas en edades de la etapa inicial sin escolarizar:
“Los padres retrasan el ingreso a la escuela por temas económicos, a veces los dejan dormir más para saltarse el desayuno. Se ahorran una comida si no los mandaban a la escuela”.
No es el caso de Myrna. Ella buscó alternativas más económicas debido a la pérdida de ingresos. Su búsqueda implicó una opción pública y le preocupa que los morochos no vayan a recibir o reforzar todas las competencias académicas adquiridas en el Luis María Olaso. Ahora está llena de incertidumbre. “Al menos encontré una buena maestra en la escuela pública. Ojalá las cosas cambien para poder regresar a Fe y Alegría. Por ahora, nos ajustamos a esto, porque también hay que comer”, dice.
***
*Se utilizó un nombre ficticio para proteger la identidad de la entrevistada.
** La fotografía principal fue generada con inteligencia artificial.
Mabel Sarmiento
Corresponsal de la Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez y la Adolescencia en Distrito Capital
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