Paternidad en reconstrucción

Un nuevo Día del Padre toca la puerta en medio de la pandemia. Esta última no hará que la celebración colapse los restaurantes, ni las tiendas de souvenirs. En muchos hogares es un día como cualquier otro, pues, los padres están ausentes. En otros, aun con su presencia física no tiene comparación con lo acontecido en el Mes de la Madre. Hay centros educativos donde no se celebra, para no herir la susceptibilidad de los niños que no cuentan con su presencia o porque si se hace una reunión, serían pocos los padres que asistirían. “Madre hay una sola, padres hay muchos”.

Generaciones nos hemos ido sucediendo con la noción de que la paternidad es un accidente o un hecho fortuito. Que la maternidad es innegable e insustituible, pero que se puede prescindir de la paternidad o buscarse por encargo.

Una cultura machista condenó a los padres al rol de proveedores económicos, de ser quienes traían “el pan a la casa”, asumiéndose como “eunucos emocionales”. El hogar girando en torno a la madre, reforzando “un matriarcado” donde el hombre era exiliado cuando no cumplía con sus obligaciones materiales, o éste podía “abrir nuevos frentes” y continuar su rol de reproductor de la especie. De ahí que se haya hecho común asociar la paternidad con la irresponsabilidad.

La generalización no es cierta y excluyente. Algunos estarán pensando que esa no fue su experiencia. “No podemos meter a todos en un mismo saco”. Tendríamos que hablar de “paternidades”, incluyendo la experiencia de padres que estuvieron presentes en la vida de sus hijos, que han sido importantes, aún dentro de las limitaciones culturales, demostrando el afecto a su manera en muchos casos; pasando trabajo y haciendo esfuerzos importantes para la vida de sus hijos e hijas.

Retos dilemáticos

Hace tiempo que el modelo de proveedor se agotó. Las mujeres están presentes en el mercado de trabajo y en muchos hogares son las que llevan las riendas de la economía. ¿Cómo se ubica el hombre en ese nuevo espacio? Un reto fundamental es la transición de una paternidad autoritaria a una paternidad afectiva, como la define el mexicano Rafael Montesinos. El ejercicio de una autoridad paterna, clave en la crianza, basada en la comunicación, el ejemplo, el respeto y no en la arbitrariedad.

Seguir dándole forma al rol del padre como “proveedor emocional”, presente en la vida y crianza de sus hijos, compartiendo (y no colaborando) en las tareas del hogar, en la alimentación, aseo, visitas al médico, reuniones escolare. Todavía los vecinos y familiares siguen mostrando sorpresa e incluso criticando las prácticas de un padre que parece una madre.

El fenómeno migratorio que como país hemos vivido en los últimos años, y seguimos viviendo por las condiciones políticas y económicas, constituye otro de los retos fundamentales. ¿Cómo mantener el vínculo con los hijos y familias? ¿Cómo ejercer la paternidad a distancia? Es un asunto sobre el que habría que indagar e investigar más, para conocer cómo se desenvuelve la dinámica de las relaciones.

Paternidad postergada

La situación económica actual hace que se piense, dos veces, antes de tomar la decisión consciente de tener un hijo. En la clase media y profesional se retrasa cada vez más la procreación, en función de que no se trunque el “proyecto de vida” que se ha visualizado. En algunos países del mundo está generando un problema poblacional. Adolescentes y jóvenes millennials están cada vez más preocupados por las condiciones del planeta y el medio ambiente que afectará directamente la vida de sus hijos.

Urge explorar nuevas paternidades adecuadas al mundo actual, para que los bancos de esperma no sean vistos como los sustitutos de los padres. Un día para que cada padre construya en su microespacio razones para celebrar y dar razones a sus hijos para querer ser padres.