
Con los primeros rayos del sol arranca el día para los niños en la población de El Amparo, estado Apure. Algunos, salen muy temprano a estudiar en escuelas venezolanas, mientras otros van, apurados, a cruzar la frontera: el río Arauca y el puente internacional José Antonio Páez son testigos de la movilidad diaria de niños, niñas y adolescentes que cruzan hacia Colombia a estudiar en colegios de ese país.
Para cortar el camino, algunos usan embarcaciones. Pasando el río, se encuentra el Instituto Educativo Simón Bolívar. Allí reciben clases unos 450 estudiantes venezolanos.
Según cifras de la secretaría de educación de la gobernación de Arauca, en 2025, el sistema educativo de primaria y bachillerato admitió a 13 mil 12 venezolanos en ese departamento. Esto evidencia una reducción de 1 mil 988 estudiantes con respecto a 2024, cuando se reportaron 15 mil, el número más alto de estudiantes en los últimos 8 años.
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Claudia Rosso lleva a su niño de la mano. Se embarca en la canoa tambaleante, toma asiento e intenta cubrirlo de una llovizna. El río tiene bajo caudal por la época de sequía. Al llegar, camina unos 30 metros de playa mientras conversa con otras representantes, aceleran el paso y llegan al colegio, allí esperan unos minutos mientras abren el portón de acceso a los estudiantes. Con un abrazo se despide de su hijo hasta las 11:00 de la mañana, cuando finaliza la jornada educativa.
Rosso cuenta que su hijo inició el preescolar en El Amparo, pero decidió cambiarlo para Arauca, por las intermitencias en las clases. Y valió la pena: en dos semanas dentro del Instituto Simón Bolívar, ya diferencia los colores y aprendió a pintar.
En el mismo ajetreo anda Alba González. Ella se levanta a las 5:30 de la mañana para dejar todo listo en casa y cruzar el río temprano. A veces, le toca esperar mientras la embarcación se llena de pasajeros; en el caso de los estudiantes y representantes no les cobran el pasaje.
Por su parte, María Giraldo otra de las representantes de educación inicial, dice que le preocupa que cuando inicie la temporada de lluvias aumentará el nivel del río, porque a veces la corriente arrastra troncos de árboles y el recorrido se hace peligroso. Por ello, va evaluar dar la vuelta por el puente internacional.
Un colegio de puertas abiertas para los venezolanos
El Instituto Educativo Simón Bolívar siempre ha tenido las puertas abiertas para los venezolanos, incluso antes de la crisis económica y social, su cercanía con la línea de frontera lo convierte en el centro ideal para la atención de los niños, niñas y adolescentes que viven en El Amparo.
“La verdad nosotros somos muy flexibles con los niños venezolanos, por orden de la Secretaría de Educación, el niño a veces llega sin ningún documento, notas o boletines y les damos a los padres un tiempo prudencial para que traigan los documentos, incluso los estudiantes matriculados pueden iniciar su proceso de regularización en Colombia para obtener el permiso de protección temporal”, explica la directora del instituto, Janet Oses.
Comenta que los niños, niñas y adolescentes de ambas nacionalidades se han integrado muy bien, y que no ha sido necesario llevar a cabo actividades para fortalecer la convivencia.
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Entre los estudiantes de séptimo grado está Karleanny Márquez. Ella llegó desde Barquisimeto a Colombia en 2018. Empezó a estudiar desde primer grado y conoce muy bien las aulas y los pasillos del instituto. Y docentes y compañeros la reconocen como una joven responsable y aplicada.
Karleanny junto con su mamá y una hermana mayor se encuentran establecidas en Colombia: tienen una vivienda en la comunidad Barrancones, a 15 minutos del centro de la ciudad, y allí disfruta jugando con sus vecinos entre los aires del río Arauca y las polvorientas calles del barrio. A sus 12 años, sueña con ser actriz y espera tener la oportunidad de formarse en esa área.
Juan Carlos Rosales
Corresponsal de la Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez y la Adolescencia (Agencia PANA) de Apure
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