Es hambre, todos lo dicen

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Hambre. Basado en los informes de los actores humanitarios, hay un aumento del número de adolescentes embarazadas que presentan cuadros de mala nutrición, con carencia de nutrientes esenciales para el buen desarrollo del bebé. «Estos bebés tienen alta probabilidad de nacer con bajo peso y desarrollar desnutrición», alerta reciente de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha) según podemos leer en Efecto Cocuyo.

Si quedan dudas sobre las implicaciones de tal aseveración, el Estado Mundial de la Infancia (2019, informe anual del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), da más luces. El documento destaca lo que denomina “la triple carga de la malnutrición –la desnutrición, el hambre oculta y el sobrepeso– amenaza la supervivencia, el crecimiento y el desarrollo de los niños, los jóvenes, las economías y las naciones”.

Efectos perjudiciales de la triple carga de la malnutrición en embarazadas:

  • Desnutrición: retraso en el crecimiento y bajo peso (complicaciones perinatales. Prematuridad y bajo peso al nacer. Enfermedades crónicas en el futuro para el niño).
  • Hambre oculta: carencias de micronutrientes (mortalidad y morbilidad materna. Defectos del tubo neural en recién nacidos. Prematuridad, bajo peso al nacer y desarrollo cognitivo deficiente en los recién nacidos).
  • Sobrepeso: incluyendo obesidad (Diabetes gestacional y preeclampsia. Complicaciones obstétricas. Sobrepeso y enfermedades crónicas en el futuro para el niño).

Efectos de la triple carga en niños y adolescentes:

  • Desnutrición: retraso en el crecimiento y emaciación o adelgazamiento patológico (crecimiento deficiente, infección y muerte. Cognición deficiente, falta de preparación para la escuela, bajo rendimiento académico. Un reducido potencial de ingresos más tarde).
  • Hambre oculta: carencias de micronutrientes (desarrollo y crecimiento deficientes. Problemas para la inmunidad y el desarrollo de los tejidos. Mala salud y riesgo de muerte).
  • Sobrepeso: incluyendo obesidad (a corto plazo: problemas cardiovasculares, infecciones y baja autoestima) (a largo plazo: obesidad, diabetes y otros trastornos metabólicos).

Si a algún funcionario le puede parecer exagerado, es ahora la Organización de las Naciones Unidas para Alimentación y la Agricultura (FAO) la que en reciente data destaca:

“Las tasas de mortalidad infantil y neonatal se han reducido en la mayoría de los países del continente americano, excepto en Venezuela. Según el panorama de la seguridad alimentaria y nutricional en América Latina y el Caribe para 2019, Venezuela es el cuarto país de la región con mayor tasa de mortalidad neonatal, con 19,8 muertes por cada 1.000 nacidos vivos, solo por detrás de Haití, Dominica y República Dominicana. La tasa de mortalidad infantil en menores de cinco años es aún mayor: de acuerdo con los datos más recientes, supera las 30 muertes por cada 1.000 nacidos vivos”, registró Efecto Cocuyo.

Comprometido el presente y el futuro de generaciones afectadas en sus capacidades físicas y sociales. Niños sentenciados o condenados a estar rezagados si sobreviven.

El Defensor del Pueblo, afirmó recientemente que los informes de Cáritas Venezuela acerca de la desnutrición infantil en el país, carecen de “seriedad” y tienen “objetivos políticos”. Debería la Defensoría del Pueblo leer los documentos de OCHA, FAO y del propio Unicef a ver si nos ayuda a enseriarnos.

El propio estado mundial de la infancia tiene como recomendación fundamental el “recopilar, analizar y utilizar periódicamente datos y pruebas de buena calidad para orientar las acciones y supervisar los progresos La falta de datos adecuados impide a los gobiernos responder con políticas, estrategias y programas eficaces. Se necesitan datos precisos y oportunos para comprender el problema de la malnutrición, adoptar medidas coordinadas y basadas en datos empíricos y pedir cuentas a todos los agentes. Los sistemas de datos deben ser receptivos y debe desarrollarse una cultura en la que se compartan los datos y se garantice su transparencia”.

Tenemos años sin datos oficiales, confiables, transparentes. Vaya que si la Defensoría del Pueblo tiene una responsabilidad fundamental para exigirlo. Seamos serios por que el hambre es implacable.

Artículo publicado en Efecto Cocuyo.

Foto: Efecto Cocuyo

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