En la década de 1920 a alguien se le ocurrió que era injusto que los niños fueran empleados como fuerza de trabajo por quejarse menos y ser más baratos. Casi cien años después, Greta Thunberg dijo en la Cumbre sobre Acción Climática de la ONU: «gracias a aquel que pensó que era injusto usar a los niños como pasantes subpagados en fábricas».
Gracias a aquel bienhechor, se empezó a echar coco sobre algo que nos parece muy elemental ahora: los niños deben ser tratados como personas. Pasaron 70 años, dos tratados sobre los derechos de los niños y muchas discusiones sobre el tema para que, finalmente, en 1989, un 20 de noviembre, se firmase un documento que reconoció que los niños debemos tener derechos inviolables: la Convención sobre los Derechos del Niño.
Por más que parezca ser una convención más, no es así. No sólo porque es el tratado más ratificado mundialmente, sino porque en sus 54 artículos, se reconocen los derechos que debe tener cada menor de edad. En otras palabras, las condiciones para que el mundo quede en buenas manos. Desde unos tan elementales como el de la vida, hasta otros tan específicos como la presunción de inocencia en caso que un niño cometa un delito.
No hay mejor manera de festejarla que cumpliéndola.
¡Felices 30 años a la Convención de los Derechos del Niño!
Artículo publicado en Efecto Cocuyo.
Photo by Sharon McCutcheon from Pexels
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