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¿Por qué los adolescentes no salen de su cuarto?

¿Sabías que en invierno los erizos enfrentan un dilema? Dichos animales se refugian en invierno en comunidades para juntarse y generar calor, no obstante, mientras más se unen, más se hacen daño con las púas del otro. Así que enfrentan el dilema “me mantengo sin heridas hechas por los demás, pero solo en el frío y aislado… o me mantengo en calor con mi familia, pero con el daño que les haré y que me harán”.

Podemos entender este pensamiento al ver que los adolescentes prefieren pasar más tiempo en su cuarto aislados, como los erizos que prefieren la distancia. Pareciera que este espacio pasa a ser un búnker del que no quieren salir, causando preocupación en los padres por no poder conectar con él como cuando eran niños. Conocer qué pasa a nivel interno del niño o niña y saber cómo actuar ayudará a que la dinámica familiar pueda fluir mejor cuando llegue la adolescencia.

Los y las adolescentes pasan mucho tiempo en su habitación por varias razones clave: buscan su identidad, privacidad y el aislamiento por el estrés percibido. Primero, en esta etapa están definiendo sus propias creencias, distintas a la de sus padres, para comenzar a entender quiénes son. A menudo, los debates familiares son el espacio para mostrar sus valores, sacando a la luz sus perspectivas como forma de probar la capacidad de defender sus propios ideales y no por rebeldía. Estos debates suelen terminar en peleas que invalidan los puntos de vista de la familia y el adolescente, resultando en que el adolescente se aísle en su cuarto para evitar discusiones.

La necesidad de pertenecer 

Como segundo motivo, los adolescentes quieren fortalecer lazos con personas de su misma edad, por lo que priorizan su privacidad al entrar en el mundo de las relaciones interpersonales y dejan a un lado el entorno familiar. Esto sucede por el objetivo más grande de la adolescencia a nivel social: pertenecer a un grupo de iguales. Junto a los cambios hormonales y físicos propios de la etapa, también buscan profundizar en las relaciones amorosas o conversar con sus amigos, fortaleciendo la conexión emocional entre pares.

En la búsqueda de un espacio de escucha y comprensión, las redes sociales y los videojuegos se han convertido en el ambiente perfecto. Paradójicamente, estas son dos actividades que tienden al aislamiento, por lo que escogen su lugar privado para llevarlas a cabo: su cuarto. 

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Los aparatos electrónicos y el Internet no son el problema por sí solos, son el método que los adolescentes consiguen para conectar con sus amistades. Estos  pueden implicar riesgos específicos que deben ser abordados, puesto que se articulan con carencias y vulnerabilidades dependiendo del adolescente, pero el celular no representa el origen del aislamiento. No obstante, se ha observado menos tolerancia al aburrimiento en los adolescentes, por lo que prefieren centrarse en su conexión constante con los demás que pasar tiempo con sus familiares. 

Una forma de evasión 

En la tercera razón, el adolescente está comenzando a percibir el estrés de las nuevas responsabilidades en casa y en el colegio, por lo que escoge su cuarto como método de evasión de las mismas. Cuando sale de su cuarto, los padres aprovechan este tiempo para hacer preguntas, preocupados por su rendimiento académico, interesados en su vida social o molestos con diferentes llamados de atención. Siendo un adolescente, le es difícil tolerar la frustración, por lo que puede que presente estrés al intimidarse con las nuevas dificultades sociales, retos académicos y responsabilidades adultas, resultando en que las evite, entienda que crecer es intimidante y se encierre en su cuarto de nuevo.

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A pesar de que encerrarse en su cuarto es una conducta normal en la adolescencia, es importante saber que pueden haber señales de alerta de las cuales se puede estar pendiente. Si descuida su imagen personal, como dejar de bañarse; no se sabe cómo o qué come en su cuarto o comienza a decaer en su relaciones interpersonales, por ejemplo, se peleó con un mejor amigo o dejó de conversar por sus grupos de amigos de WhatsApp, es importante contactar a un profesional de la salud mental para poder detectar alguna afectación emocional.

¿Qué hacer en estas situaciones?

  • Encuentra un balance entre acompañamiento y supervisión: Monitorea de cerca, pero sin invadir. Es clave que tus adolescentes sientan tu presencia y apoyo sin sentirse controlados.
  • Valida su necesidad de privacidad: Recuerda tu propia adolescencia y reconoce que la privacidad es importante ¿a quién no le gustaba tener su espacio en ese entonces? No regañes a tu adolescente por este deseo. Pregúntale por sus intereses cuando compartan en familia, esto abrirá espacios de conversación con el adolescente y lo motivará a compartir más contigo por tener a alguien que le interesa lo mismo que a él o a ella. 
  • Ofrece estructura y calidez: Mantén normas claras en casa (por ejemplo, sobre el uso del teléfono), pero acompaña estas reglas con afecto (como reconocer la confianza que tienes en el/ella de saber usar el teléfono con responsabilidad). Estos acuerdos fortalecen la comunicación y motivan al adolescente a confiar en sus representantes y a conversar más sobre cómo se siente.
  • Crea espacios de interacción de calidad: Busca momentos y actividades en familia donde la conversación fluya de manera más natural, quizás sin la presión de un «interrogatorio». Un paseo, una salida a merendar, algo que sea del interés del adolescente. Puede que no tenga la actitud que deseamos en estos planes, pero siguen siendo importantes porque, en el futuro, será lo que él o ella recordarán como tu forma de disfrutar con ellos.
  • Evita comentarios pasivo-agresivos: Sé consciente de cómo tus palabras impactan a tu hijo. Opta por un lenguaje que invite a la interacción, como preguntas abiertas, en lugar de generar rechazo, con preguntas de si o no. En vez de aconsejar directamente, escucha y pregunta por más detalles y cómo se siente al respecto en su historia. Es natural pensar que necesitamos decirle qué hacer en sus decisiones por querer protegerlos, no obstante, puede que solo busquen compañía y consuelo más que les resolvamos sus problemas.
  • Recuerda tu propia adolescencia: Visualiza qué razones a su edad podrías tener tu o tus compañeros para querer permanecer en tu cuarto. Siempre que logramos empatizar encontraremos oportunidades para crear puentes y fortalecer el vínculo con nuestros hijos. 

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Así que recordemos la metáfora de antes y seamos erizos conscientes del proceso de nuestros adolescentes. Crecer duele, no podemos evitar la incomodidad del adolescente al descubrirse a sí mismo, pero sí podemos ser padres que demos el suficiente calor para conectar, pero con la suficiente distancia para no “pincharlo”. Conocerse a uno mismo puede que sea un proceso complejo, pero si siendo adultos seguimos aprendiendo quiénes somos, podemos entender a nuestros hijos y decidir cómo queremos acompañarlos en este viaje.

Cristina Caballero

Cristina Caballero

Psicóloga. Parte del equipo del Servicio de Atención Psicológica de Cecodap "Crecer sin violencia".

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