“Me dolió reconocer y aceptar que en esta cuarentena nuestro hijo estaba acosando a uno de sus compañeros. El acoso lo realizaba a través del grupo de WhatsApp en el que participan sus compañeros de clase. En un principio nos negamos a aceptarlo porque pensábamos que las bromas eran ‘cosas de muchachos’ Nos parecía exagerado que las calificaran como bullying hasta que dolorosamente tuvimos que aceptar era una realidad. Indagamos y nos enteramos hacía burlas a la condición del compañero con mensajes ofensivos que eran reforzados por los miembros del grupo. No lo incluían en las conversaciones, lo ignoraban… Nos generó mucha rabia, culpa y vergüenza”.
En la cuarentena el aislamiento social hace que se utilicen las tecnologías como recurso socializador. En este escenario los niños y adolescentes realizan el ciberbullying o ciberacoso haciendo que la violencia se expanda más allá haciendo muy difícil el control.
El ciberacoso consiste en ofender, insultar o maltratar a alguien a través de internet o de la telefonía móvil. Es un acto agresivo e intencionado, por parte de un grupo o de un individuo contra una víctima que no puede defenderse fácilmente.
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Características del estudiante que acosa
Es necesario resaltar que el estudiante que acosa:
– Vive la agresión como algo normal
– Le es placentero que le tengan miedo
– Lo hace a espaldas de las personas que representan autoridad
– Selecciona como víctima a los más vulnerables
– Hace bromas chistosas pero crueles
– Acosar le da estatus y reconocimiento entre sus compañeros
– Siente deseo de dominar y controlar porque eso le da poder
– Necesita destacarse, ser alguien reconocido y admirado
– Puede que tenga alguna condición (psicológica, emocional, social) que no puede controlar
¿Qué hacemos nosotros?
– Actuar a tiempo. Si sabemos que nuestros hijos utilizan el acoso como una forma de ganar popularidad, indagar cuáles son las causas que hacen que se diviertan causando malestar en los otros.
– Evaluar qué pasa en casa. puede ser que utilicemos el chalequeo o las bromas pesadas en nuestros propios hogares. Cuando hacemos burlas por la apariencia física de otras personas, por ejemplo la contextura, tipo de cabello, su forma de hablar, gustos, intereses, orientación sexual. Aunque aparentemente la persona “acepte” que se metan con ella, en el fondo puede estar reprimiendo sentimientos y emociones que no se atreve a expresar.
– Asumir nuestra responsabilidad. Cuando nos enteremos que nuestro hijo está acosando a otros, es importante actuar. Con frecuencia utilizamos como mecanismo de defensa decir: “En mi casa no es así”. Puede ser que en la familia utilizamos esa forma de relacionarnos cotidianamente y asumimos como natural burlarnos de otros.
– Las medidas deben cumplirse. El desacato, incumplimiento de tratamientos psicológicos, médicos, acuerdos disciplinarios, no contribuirá a que puedan cambiar su comportamiento, al contrario, estaremos reforzando la posibilidad de continuar haciéndole daño a los demás y a sí mismos.
– Identificar lo que puede estar encubierto. Si bien es cierto que no todos los niños que han sido agredidos física y psicológicamente se convierten en personas que disfrutan acosando a otros; pasa que la mayoría de quienes acosan sí han sido víctimas de la violencia en alguna de sus expresiones.
– Es importante identificar si en la familia los conflictos los resolvemos agrediendo física, verbal o psicológicamente (quitando la palabra, ignorando, comparando).
– Garantizar tratamiento oportuno y adecuado. Muchos comportamientos violentos pueden enmascarar problemas de salud mental que requieren ser abordados por especialistas. Es muy difícil asumir que nuestro hijo pueda tener problemas que exigen la intervención psicológica o psiquiátrica; sin embargo, el abordaje a tiempo puede ser una de las mejores pruebas de nuestro amor. El especialista aporta pautas de abordaje que deben ser implementadas en la familia, pero también en el centro educativo. De nada sirve un diagnóstico, un pronóstico y tratamiento si no da pautas para el abordaje conjunto de la familia y el personal del centro educativo.
– Asumir las consecuencias. No convertirnos en cómplices, encubriendo o evadiendo los daños que genera. Es importante que haga consciente que la intimidación, burlas, exclusión, humillación, agresiones físicas, virtuales, son hechos violentos que tienen consecuencias graves en las víctimas. No se puede obviar los casos de adolescentes que han recurrido a autoagresiones, suicidios, homicidios como una salida extrema a situaciones de hostigamiento. Cuando hay daños severos pueden ser delitos por los que hay que responder ante el sistema de responsabilidad penal del adolescente.