«No pensé que eso también era maltrato»

A propósito del 25 de abril, Día Internacional de la Lucha contra el Maltrato Infantil, las redes sociales estuvieron llenas de contenido explicando qué es el maltrato infantil, sus tipos, causas y consecuencias; en un intento de crear conciencia en las personas de las malas prácticas que pueden estar realizando con sus hijos. 

Es fácil leer ejemplos de maltrato infantil referidos a situaciones extremas, tales como golpizas con objetos contundentes, privación de alimentos, abuso sexual, etc. Es fácil pensar “yo jamás le haría algo así a mis hijos, así que no me preocupo por eso del maltrato». Es fácil gritar a los niños cuando no hacen caso, rechazar sus besos y abrazos por estar molestos con ellos, “chalequearlos” por su peso, altura, cabello, etc.

Sí importa

Son muchas las prácticas instaladas en nuestra cultura que incentivan a que los adultos traten mal a los niños y adolescentes, ya sea por el bien de la disciplina y la corrección de comportamientos no deseados, o por el simple hecho de que se suele pensar que al ser solo “jugando”no les afecta.

La realidad es que esas acciones que consideramos pequeñas o incluso necesarias para “formar carácter”, van dejando heridas que pueden parecer imperceptibles tanto para los niños como para los adultos, pero que se van acumulando con el tiempo e influyen de manera importante en qué clase de adultos se convertirán esos niños. 

Esta noción de que es necesario usar la violencia para “formar el carácter” de los niños, o para “prepararlos para la vida,” solo hace que los niños aprendan a resolver sus problemas con más violencia. Entonces vemos niños que se golpean por pequeños problemas en clase. La directiva llama a sus respectivos representantes. Estos a su vez, al llegar a casa, les dan nalgadas o correazos para que no sigan siendo violentos en clase. ¿Ven la ironía?.

Nuestra sociedad está inmersa en un círculo vicioso en el que los adultos fueron criados a base de golpes y gritos, y consideran que por eso“salieron bien». Ahora piensan que es la mejor manera de criar a sus hijos, quienes crecerán también pensando que salieron bien y criarán a sus hijos de la misma manera. 

El problema es que no nos damos cuenta de que realmente, quienes fueron víctimas de maltrato en la infancia, no salieron del todo bien. Estos son los adultos que hoy en día sufren de ansiedad, que no saben regular o expresar sus emociones y que tienden a ser violentos porque no saben resolver los problemas de otra forma. Además, son los que no logran mantener relaciones humanas de calidad con el resto de la sociedad, por nombrar pocos ejemplos.

¿Hay diferencia?

Es difícil identificar las consecuencias de una crianza basada en la violencia, ya que eso implica “criticar” a nuestros padres, mirar hacia adentro y aceptar nuestros problemas y buscar la disposición para buscar maneras resolverlos, para poder hacerlo mejor con nuestros hijos. Sin embargo, realmente no se trata de criticar a nuestros padres, sino de identificar aquellas prácticas que sabemos que podemos mejorar; es una cuestión de tener la disposición de buscar otras maneras, que no necesariamente sean más fáciles, pero que a largo plazo tendrán mejores frutos.

Entonces, ¿hasta qué punto las prácticas que uso con mi hijo pueden considerarse como maltrato infantil? En líneas generales, lo que diferencia al maltrato infantil del uso del castigo físico como forma de disciplina es la intensidad y la intención de las agresiones. Cuando la intención es de corregir un comportamiento y la intensidad es baja, suele ser denominado como uso del castigo físico; por otro lado, cuando la intensidad es fuerte y/o la intención es hacer daño, se considera maltrato físico.

Independientemente de dicha diferenciación, así las agresiones se hagan con el fin de corregir o disciplinar, siguen siendo eso, agresiones. Es importante tomar conciencia de la necesidad y la importancia de eliminar todas las formas de violencia que se puedan presentar en el hogar, y para lograr esto el primer paso es poder identificarlas.

Por ejemplo, una nalgada “a tiempo” no forja carácter. Crea resentimientos, miedos y molestias que después se expresan a través de más violencia. Una “broma” sobre la apariencia de un niño, no lo prepara para arreglárselas en el colegio, crea profundas inseguridades y baja autoestima. Negarle un beso o un abrazo debido a un mal comportamiento no es un castigo adecuado es una acción que hace que sientan que el amor de sus padres tiene como condición si se portan bien o no. Y así, muchas más expresiones de violencia que suelen ser vistas como normales pero que generan mucho daño. 

Es importante que reflexionemos sobre la manera en que tratamos a nuestros hijos, recordemos que ellos también son personas, ellos entienden y les duele ser maltratados; de la misma manera que a nosotros nos dolió en su momento, y nos sigue doliendo a pesar de que no lo identifiquemos. 

Siempre le decimos a nuestros hijos que traten al otro como les gustaría ser tratados, pero se nos olvida que también aplica para nosotros.