En las consultas que nos hacen a Cecodap en esta cuarentena prolongada, surge la duda sobre si decir o no la verdad en aquellas situaciones dolorosas o difíciles; como por ejemplo la enfermedad o muerte de un ser querido conocido por el nuevo coronavirus. ¿Hasta cuándo durará el encierro?, ¿cuándo podré abrazar o besar a mis abuelos? Podemos pensar que una mentira piadosa les puede mitigar o evitar el dolor.
¿Por qué mienten los adultos?
Nora Souki, psicóloga clínica y escolar, explica que nuestros padres nos mentían para ocultar la realidad; como por ejemplo: noticias tristes. Nos asustaban con la policía o el coco para preservar su control de autoridad. Lo hacían porque no sabían cómo responder a las preguntas incómodas. Más si se trataba de temas como la sexualidad. Optaban por una opinión rápida que les permitía manejar sus propias angustias porque no sabían cómo decir esa verdad dolorosa a los hijos, con la intención de evitar su dolor.
La verdad, por más dolorosa y difícil, contribuye al desarrollo cognitivo y emocional de los hijos. Los prepara para la vida, para gestionar emociones en situaciones difíciles; pero además es importante para enfrentar los retos y desafíos de las situaciones complejas que vivimos.
Souki agrega también que las llamadas mentiras blancas le quitan importancia al hecho. Enmascaran la realidad. Los niños son muy observadores. Quizás no sepan completamente lo que sucede; pero se dan cuenta que hay algo extraño en nuestras explicaciones. Pueden dejar de preguntar pero no por eso dejan de sentir curiosidad.
Muchas veces en lugar de la mentira se instala un síntoma. Los padres utilizan la mentira para evitar la confrontación. Para promover objetivos de comportamiento a corto plazo. Lo importante para el largo plazo es ayudarlos a encontrar sus propios recursos para autoregularse y autogestionar las situaciones complejas.
Podemos ocultar la verdad por diferentes razones o decir medias verdades por miedo a cometer sincericidios. Preferimos callar para no someterse a la reacción de quienes escuchen la confidencia.
Los padres pueden mentir para ocultar el dolor o sufrimiento en situaciones como enfermedades, especialmente las crónicas o con diagnósticos complejos. También lo hacen con la información sobre separaciones, migración y muerte. Otras razones para las mentiras son las tareas. Los padres pueden mentir cuando le hacen las tareas a los hijos o inventan argumentos para encubrir su incumplimiento. Ocurre para ocultar comportamientos inadecuados de los hijos, suele pasar cuando son quienes acosan en casos de bullying.
Pueden mentir para mantener tradiciones o promover rituales (Niño Jesús, Ratón Pérez) que no en pocos casos generan frustración y desencanto.
¿Por qué mienten los niños?
- En los primeros años pueden confundir la fantasía con la realidad.
- Pueden inventar historias para ser reconocidos y aceptados.
- Para proteger a uno de los padres de los comentarios del otro, en caso de separaciones suele ser comunes.
- Como autoprotección para no ser agredidos o usados.
- Por miedo a la reacción de los padres, especialmente aquellos que son muy estrictos o agresivos y les cuesta autocontrolarse.
- En los duelos o situación adversas los niños y niñas puede utilizar las mentiras como mecanismos de defensa y encubre los sucedido con una historia que le es menos traumática
Se dice que las mentiras son del tamaño de las verdades que ocultan. Incluso las tiñen de color de acuerdo a su intensidad; por ejemplo las «mentirillas blancas”. Que sean del color que sea, son mentiras que ocultan verdades.
En ocasiones, especialmente en el caso de padres separados, los hijos pueden mentir u ocultar la verdad para proteger al padre o a la madre, porque saben que si hacen algún comentario posiblemente afloren los resentimientos que existen por los conflictos de la pareja.
Es el típico caso del hijo que pasa el fin de semana con el papá. Almuerzan comida rápida y cuando llegan a la casa y la mamá le pregunta “¿qué comiste?”, inventa un menú balanceado, sano, nutritivo que no tiene nada que ver con las hamburguesas que se comieron.
La confianza no se decreta. Se gana cuando se da la posibilidad de crear un clima de intimidad en el que nos sintamos cómodos, sin miedo a expresar lo que sentimos por la reacción defensiva u ofensiva de quien escucha. Con nuestra actitud podemos abrir las puertas para la comunicación o podemos cerrarlas porque nuestras palabras, gestos refuerzan el “contigo no se puede hablar” que comúnmente dicen nuestros hijos y también parejas, compañeros de trabajo.
Si las mentiras son permanentes hay que preguntarnos lo que está tratando de preservar o si hay una situación psicológica que le hace desvirtuar la realidad.