No es aburrimiento, es falta de perspectiva

Este 12 de mayo, se extendió 30 días más la cuarentena. En estos tiempos en los que el trabajo, la escuela, los planes y la capacidad de movimiento han tenido que reinventarse, el aburrimiento puede sentirse de forma más recurrente que lo habitual. 

Las restricciones para salir y tener la antigua cotidianidad han llevado a que las paredes del hogar puedan percibirse como asfixiantes en algún punto. Sé que en algún punto las películas que pasan en la televisión se vuelven tediosas. Sé que has hecho maratones de cualquier tipo de series. Sé que sientes que no te atrapa ningún libro de tu estantería. Sé también que ya has hecho tres rondas de limpieza y te exasperas cuando ves que los juguetes favoritos de tu hijo ya no lo entretienen.

La buena noticia es que no eres el único. Aburrirse es algo que todos hemos experimentado en nuestras vidas. Suele ser incómodo, sí; displacentero, sí; y, en general, nadie disfruta estar en tal estado. 

El aburrimiento, prolongado por semanas, lleva en sí mismo una carga emocional significativa que puede traducirse en nostalgia, frustración, fatiga, rabia, ansiedad y tristeza. “Extraño lo que hacía antes”, “estoy cansado de esto, odio estar así”, “no se me ocurre qué más hacer”, “necesito hacer algo ya”.

Reconozcamos que no es que no haya nada que hacer.  Pero cuando se nos presenta alguna actividad que pudiéramos realizar, hay un choque: pensamos inmediatamente que hay otras cosas por hacer, que esa que nos ofrecen no nos gusta, no nos llama la atención e, incluso, pudiéramos admitir que no es la que deseamos hacer. 

Por eso es que Eastwoord (2012 c.p. Weir, 2013) expuso que el aburrimiento como tal no es no tener algo que hacer. La persona aburrida quiere ser estimulada, pero por alguna razón es incapaz de conectar con una actividad o con el entorno. Quizás no es algo que esté relacionado con lo que se nos presenta desde afuera, sino con cómo nos gestionamos internamente.

Por ejemplo, la sensación de vacío puede impulsarnos a que llenemos ese espacio con acción. Esto puede ser un arma de doble filo. Si no tenemos los recursos para ver el aburrimiento como algo constructivo, podemos caer en la frustración. 

Y eso es algo de lo que hay que estar pendientes:  evitar actuar desde la frustración. Si lo hacemos, podemos caer en acciones disruptivas, que quiebren normas establecidas. Una que es muy propensa a romperse, por algunos que se sienten “aburridos”. son las que se implementaron por prevención sanitaria. Cuidado con eso.

¿Hay solución?

Algo que pudiéramos tomar en cuenta sería el reformular nuestras rutinas con actividades que sean significativas para nosotros y que nos presenten retos adecuados. Comienza preguntándote, ¿qué te interesa?, ¿qué te mueve?, ¿qué es lo que te gusta?. Responde con la premisa de que la respuesta será solo para ti. Nadie más la sabrá.

Por supuesto que habrá días que se sientan inciertos y el poder enfrentarnos a ellos puede ser difícil, más no imposible. Recuerda que justo esos momentos pueden ser buenas oportunidades para intentar cosas nuevas.

El aburrimiento es temporal. Es una experiencia de la cual pudiéramos aprender y estar en sintonía con nuestra mente, nuestras necesidades e intereses. Son momentos en los que podemos detenernos a explorar e identificar si realmente nuestro deseo es ser entretenidos, o va más allá de eso. 

Pregúntate: ¿De qué me quiero distraer realmente? 

Daniela Rojas Cecodap