Familia y escuela, ¿un puente roto?

Si algo en la cuarentena ha sido una queja y una preocupación permanente de las familias ha sido el tema de las asignaciones escolares. Unas las consideran excesivas, otras complicadas y desfasadas y a muchas no les llega pues están desconectadas tecnológicamente.

Lo que sí es cierto, es que la cuarentena ha puesto en evidencia la necesidad de crear puentes, a doble vía, que posibiliten el trabajo en equipo. Una necesidad que requiere revisar las estrategias usadas.

Tradicionalmente a las familias se les cita para para que asuman su responsabilidad por el mal comportamientos de sus hijos o para tomar decisiones relacionadas con el ajuste de las matrículas en el caso de la educación privada.

Escasas veces se les invita para que compartan sus expectativas y vivencias acertadas en la educación de sus hijos. Algo similar pasa con las familias y los docentes, cuando las primeras si dirigen a los centros educativos es para reclamar y no para reforzar o felicitar los aciertos de los educadores. Esta lucha de poder dificulta el trabajo en equipo y agudiza las tensiones.

Se hace mucho énfasis en la importancia del trabajo transformador que deben realizar las comunidades educativas. Lo ideal sería que las familias se sientan involucradas en las actividades pedagógicas y de evaluación.

Convivir en estos tiempos no es tarea fácil. El distanciamiento social hace más complejo un trabajo conjunto en el que familias y escuelas puedan nutrirse de sus experiencias y aprendizajes para asumir el reto de un camino que se torna socialmente cuesta arriba.

En este confinamiento, tanto las familias como los docentes, estamos secuestrados por nuestros miedos, incertidumbres, ansiedades. Las familias contamos con mucho tiempo para compartir con nuestros hijos y ese acercamiento está propiciando el descubrimiento de quienes somos, con nuestras luces y sombras y cómo estamos resolviendo los conflictos que se presentan porque los intereses necesidades, expectativas son diversas.

Al docente le cuesta asimilar que las familias puedan intervenir para realizar aportes, sugerencias y críticas a su trabajo.

¿Son disfuncionales?

En las actividades formativas es común escuchar: “Es que esa familia es
disfuncional, desestructurada” Se le responsabiliza de todos los males que ocurren
con sus hijos en los centros. ¿Una familia es disfuncional por tener una mamá o
papá solo como cabeza de hogar? ¿o por tener un problema de adicción, no estar
bien definidos los roles? De ser así ¿cuántos de nosotros nos libramos de estar en
esa categoría?

Hay que estar alerta de asignar toda la responsabilidad a las familias y se exima al
Estado por sus omisiones. Es una realidad que vivimos en un país con urgencias
que exigen abordaje efectivo sanitario, psicosocial, educativo, económico y
político,

Crear oportunidades 

El viernes 15 de mayo se celebra el Día Internacional de la Familia con el fin de concienciar a la población sobre el papel que tienen en la educación y la formación de los hijos desde la primera infancia, así como también de aprovechar las oportunidades de aprendizaje para las distintas etapas de sus vidas.

A pesar de lo compleja que pueda tornarse la relación docentes-familias debemos esforzarnos por los beneficios que esta relación conlleva. Para comenzar esta tarea la educación requiere transformarse para que no solo se dedique a transmitir información. Se requieren espacios interactivos que les den la bienvenida a las familias para que en el proceso formativo sea oportuno, significativo y participativo. Cada quien asumiendo el rol que le corresponde pero de forma corresponsable.

¿Qué hacer?

Propiciar la formación en familia. Se pueden realizar actividades en el hogar como por ejemplo pequeñas carteleras con dibujos sobre lo aprendido y descubierto en esta cuarentena. Una oportunidad para honrar y hacer presente a las personas que ya no están. Incluso se pueden incorporar dibujos o fotos de
mascotas como integrantes de la familia.

Propiciar valores. Se pueden llevar a la práctica la solidaridad, la cooperación, empatía participando en las actividades cotidianas como cocinar, limpiar y ordenar la casa, recrearse juntos y otras relacionadas con la convivencia y que evidencien lo aprendido durante este proceso.

Formación ciudadana y democrática. Se puede hacer uso de las tecnologías para hacer intercambios a través de conversatorios o grupos de reflexión en los que las familias puedan realizar aportes desde sus conocimientos, sentimientos y vivencias para hacer de la educación una oportunidad transformadora que responda a los retos humanos y ciudadanos que nos plantea la convivencia familiar y escolar.

Publicado en Caraota Digital.Óscar Misle CecodapFoto de Freepik