Pedagogía del amor

Febrero es un mes intenso en cuanto a las emociones que genera. La violencia cruenta y dura se desató en el país durante este segundo mes del año. También es el mes de los enamorados, de la amistad y, como lo denominan algunos, “del amor”. Cabe preguntarnos ¿se puede educar para el amor?

Antonio Pérez Esclarín nos plantea una Pedagogía del Amor y la Ternura. “El amor es el principio pedagógico esencial. De muy poco va a servir que un docente se haya graduado con excelentes calificaciones en las universidades más prestigiosas, si carece de este principio. En educación es imposible ser efectivo sin ser afectivo. No es posible calidad sin calidez. Ningún método, ninguna técnica, ningún currículo por abultado que sea, puede reemplazar al afecto en educación”, sostiene este pedagogo venezolano.

Sin embargo, la práctica educativa suele manejarse en otras coordenadas:

“Los que trabajamos actualmente en el medio educativo, fuimos educados bajo un sistema distinto, estudiamos en escuelas donde se ejerció la violencia como una herramienta “pedagógica”, si no fue ejercida en nosotros pudimos ver cómo se ejercía en otros, en consecuencia como fin de esa era surgieron instrumentos legales de protección a los niños, niñas y adolescentes. Ahora trabajamos en escuelas donde se ha prescindido de la violencia explícita como una herramienta pedagógica. Todo surgimiento de agresividad y violencia de los estudiantes frente a los conflictos, es muy preocupante, no por los hechos en sí, sino por las pocas herramientas de los adultos para la negociación, mediación entre otros” cuenta José Ramón, 37 años, coordinador de un centro educativo.

¿Miedo al amor?

La necesidad de establecer reglas del juego como elemento básico para promover la convivencia grupal en los centros educativos resulta incuestionable. La gestión de la disciplina se convierte en el centro de muchas instituciones. Una propuesta educativa humanista, socio emocional, centrada en la persona, es vista con recelo.

Un clima de respeto y amigable no está reñido con reglas claras de funcionamiento. Como afirma el maestro peruano Alejandro Cussiánovich: “La pedagogía de la ternura no es ausencia de normas, no es ausencia de criterios de comportamiento, sino que es experiencia de crear las propias normas y de crear también los instrumentos para que, se cumpla con esto”.

Métodos tan violentos como lo que se pretende corregir

Agredir verbal, gestual, institucionalmente para corregir una conducta violenta es una contradicción en sí misma. Solo la refuerza e invalida nuestra razón de ser como educadores.

Humillar a quien se ha equivocado o a quien ha agredido, para sentar un precedente en el grupo no hace sino generar efectos contraproducentes cargados de ira y rabia que poco contribuirá a mejorar el clima de convivencia escolar y, estará modelando que humillar a otros puede ser una forma legítima y aceptada de resolver las diferencias. Esto no hará sino aumentar la violencia y las agresiones en el centro. Muchas escuelas se convierten en espacios de acción-reacción, hechos-castigos, que las convierten en campos de enfrentamiento.

El amor también es exigente

Culturalmente ha habido una introyección que solo la mano dura es efectiva, que la “letra con sangre entra” y que debemos utilizar estos preceptos a riesgo de que los muchachos “se echen a perder” o se conviertan en seres abúlicos o incapaces de asumir las complejidades de la vida.

Al respecto Pérez Esclarín aclara: “Ternura también es exigencia, compromiso, responsabilidad, rigor, cumplimiento, trabajo sistemático, dedicación y esfuerzo, crítica permanente y fraterna. En consecuencia, no promueve el dejar hacer o dejar pasar, ni el caos, el desorden o la indisciplina; por el contrario, promueve la construcción de normas de manera colectiva, que partan de las convicciones y sentimientos y que suponen la motivación necesaria para que se cumplan”.

Definitivamente, necesitamos masificar la pedagogía del amor para que no sigamos reproduciendo la violencia.