Sabemos que cuando somos padres la vida puede ser compleja y estar llena de diversas ocupaciones. Vivimos entre el trabajo, tareas del hogar, cuidado de los hijos, clases virtuales, actividades de pareja, conflictos cotidianos, entre muchas otras situaciones que están a nuestro cargo. Con tantas responsabilidades, la energía y el tiempo se dirige cada vez más a resolver lo esencial o urgente. Si nos descuidamos es sencillo quedarnos sin espacio para los momentos de calidad y cercanía con nuestros hijos. Por eso queremos recordar que el tiempo en familia es valiosísimo. Una de las actividades más olvidadas es jugar con nuestros hijos.
Si bien puede que no estemos habituados a hacerlo, jugar con nuestros hijos nos va a permitir fortalecer el vínculo familiar, acercarnos a ellos y conocerlos más. Además potencia su sensación de bienestar, seguridad y confianza. Aunado a eso, sienta las bases de un vínculo sólido y cálido. Así mismo, favorece la construcción de una autoestima positiva y es una forma de apoyarles en el desarrollo de aprendizajes nuevos, pues a través del juego también podemos enseñar valores y educar, así como acompañar la formación de habilidades sociales, el manejo emocional y fortalecimiento de la empatía.
Posiblemente en este punto de la lectura muchos de ustedes dirán: “Sí, pero es que igual no tengo tiempo”. Nos gustaría hacer énfasis en que no es necesario dedicarle 24 horas al juego para obtener todos los beneficios que hemos revisado antes. Lo importante es que podamos reservar y dedicar el tiempo que esté a nuestro alcance; así sean 20, 30 minutos o una hora.
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Ahora bien… ¿Cómo jugar?
- Es esencial que sea un momento sagrado, libre de distracciones laborales, domésticas o tecnológicas. Es decir, teléfonos en silencio y atención plena al momento de juego.
- Permitamos que nuestros hijos decidan qué juego quieren compartir con nosotros, o en su defecto, que sea un acuerdo mutuo.
- Vamos a ponernos al nivel del niño. Esto significa que posiblemente nos tengamos que sentar en el piso e introducirnos en el rol que se nos proporcione en el juego.
- Permitimos que los niños guíen de manera libre el juego. Evitemos controlar la situación de juego.
- Intentemos aproximarnos al juego con ojos de niño.
Y con los adolescentes… ¿Qué hacemos?
Con los adolescentes no necesariamente vamos a jugar de la misma manera, pero podemos pasar tiempo de calidad con ellos al compartir sus series o películas favoritas y discutirlas luego de verlas.
Podemos interesarnos por escuchar la música que les gusta, conocer a sus ídolos, artistas, influencers o youtubers favoritos; es decir, acercarnos a sus intereses.
Incluso, podemos jugar alguna partida de videojuegos o juegos de mesa con ellos.
Eso sí, manteniendo siempre claro el límite entre el rol de padre y el rol de hijo y evitando invadir su espacio. Recordemos que los adolescentes también necesitan su cuota de privacidad, la cual debe ser respetada.
Observemos entonces que esta herramienta tan sencilla puede ayudarnos a mejorar el vínculo familiar, además de facilitarnos la labor de la crianza y construir uno de los pilares para que nuestros hijos sean personas felices.