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La crisis saca lo mejor o lo peor de nosotros: 8 años del Servicio de Atención Psicológica de Cecodap

2017 fue uno de los años más duros de la historia contemporánea de Venezuela y a su vez, el año de fundación del Servicio de Atención Psicológica de Cecodap “Crecer Sin Violencia”. Esta no coincidencia representa un rasgo que sin lugar a dudas resulta indispensable si queremos analizar la historia de este espacio que ha permitido la atención de unos 40.000 niños y sus familias a lo largo de 8 años. La crisis puede sacar lo peor de nosotros, pero también puede permitirnos exteriorizar lo mejor que tenemos para ofrecer como sociedad. 

Este año el SAP-Cecodap llega a su octavo aniversario y queremos compartir parte de lo que ha sido esta historia que surgió en el marco de la dificultad e incertidumbre, y ha permitido a su vez traer esperanza y oportunidades a los niños, niñas, adolescentes y sus familias.

Dimos los primeros pasos del SAP-Cecodap entre altos niveles de polarización política, dificultades económicas y escasez de alimentos y medicamentos, entre otros aspectos que condujeron a una oleada de protestas ciudadanas que derivaron en múltiples situaciones de violencia, violaciones a los derechos humanos, y una de las migraciones más importantes que se ha vivido en América Latina. Estuvimos ante un enorme desafío, puesto que formar, prevenir, investigar y denunciar lo que ocurría parecía no ser suficiente. Nos encontramos cara a cara con un enorme sufrimiento que no era atendido.

Si bien Cecodap como organización no se veía en la atención directa de víctimas o la prestación de servicios, ya que esta es una responsabilidad del Estado y el mandato de organizaciones humanitarias, no podíamos ignorar una enorme necesidad de generar espacios de atención con enfoque de derechos y orientados de manera especializada en la niñez y adolescencia. Nos llamaban las madres, padres y abuelos pidiendo ayuda, puesto que sus hijos se veían enormemente afectados por la violencia que veían desde sus ventanas, por allanamientos que ocurrían en sus urbanizaciones y una tensión cada vez mayor. 

Ante esta realidad decidimos que la mejor forma de corresponder a la confianza que Cecodap había generado en más de 30 años de lucha por los derechos de la niñez (para ese momento), era acompañando a las familias a elaborar el sufrimiento que la emergencia que vivía el país había generado. Desde esa posición, y con la intención de crear metodologías efectivas para la atención de niños y sus familias, emprendimos el reto de crear un servicio de atención psicológica.

Los primeros pasos del servicio 

El sueño era más grande que los recursos disponibles y comenzamos con un solo psicólogo (quien escribe estas palabras), atendiendo casos que tuvieran relación con la violencia y los efectos de la crisis que atravesaba el país. Nos escribían personas suponiendo que éramos un gran equipo de trabajo, y mientras tanto en Cecodap seis especialistas afrontábamos toda clase de retos y solicitudes. Sin embargo, la confianza en que estábamos haciendo lo correcto era más grande que el miedo de no poder cumplir con lo requerido.

Comenzamos trabajando de forma discreta, documentándonos, aprendiendo y pensando que desde el inicio debíamos apuntar a construir una identidad de trabajo propia y ofrecer una calidad de servicio a la altura de la dignidad de los niños que asistían en búsqueda de apoyo. Rápidamente, de la mano de una conferencia que dictó Carlos Trapani, coordinador general, llegaron las dos primeras pasantes, que escucharon del trabajo que hacía Cecodap y quisieron venir a sumar. 

Tras concluir sus pasantías, estas dos estudiantes manifestaron su deseo de continuar con nosotros, y ese deseo nos hizo ver que era posible ampliar el alcance, aún sin recursos materiales. Asistíamos por ese tiempo a reuniones con organizaciones en Latinoamérica que no entendían lo que pasaba en Venezuela. Algunos creían que se trataba de manipulación mediática, hasta que los migrantes venezolanos tocaron sus puertas con sus historias de trauma, lucha y superación. 

Comenzamos a entender que era necesario crecer, no sin miedo de tratar de abarcar una empresa imposible. Llegaron más pasantes, comenzamos a destinar recursos propios para pagar a quienes querían continuar luego de su paso por la universidad. Así, el primer año comenzamos a evidenciar que era posible: 250 personas fueron atendidas durante este tiempo con gran compromiso, lo cual nos permitió reunir una serie de evidencias que serían cruciales para dimensionar el valor de un espacio como el que queríamos construir.

El apoyo de la Unión Europea fue clave, puesto que creyeron en la pertinencia de lo que hacíamos y nos permitieron acondicionar el espacio. Luego, con mejores condiciones, fuimos capaces de presentar nuestra propuesta a Unicef Venezuela quienes también se sumaron y nos permitieron contratar un equipo de jóvenes profesionales que ayudarían a consolidar este sueño.

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Hitos para un trabajo de calidad 

Navegando entre protestas, pandemia, crisis mundiales, emergencias humanitarias, y miles de desafíos logramos avanzar en el tiempo. Hoy el servicio de psicología cuenta con más de 33 psicólogos, 1 psiquiatra, 3 trabajadores sociales y dio paso también a la creación de un Servicio de Atención Jurídica con 3 abogados que nos permiten ofrecer un esquema de atención verdaderamente integral. 

Desde el primer momento, nuestro compromiso ha sido ofrecer una atención de calidad, cercana, humana, adaptada a los tiempos que corren y sobre todo basada en los derechos de niños, niñas y adolescentes. En estos ocho años hemos podido crear metodologías de atención psicosocial en emergencia, desarrollando manuales conceptuales y prácticos que orientan el trabajo con padres, madres, docentes, que abordan aspectos críticos como la salvaguarda, el trabajo grupal, la atención remota. Hemos contribuido con los espacios de coordinación humanitaria, coliderando la comunidad de prácticas en Salud Mental y Apoyo Psicosocial, trayendo al país a los mayores expertos mundiales en el área. 

Durante estos años hemos sido capaces de ofrecer al país datos públicos, serios y creíbles sobre la salud mental de los niños, niñas y adolescentes. Estos esfuerzos de investigación han contribuido incluso a que el sistema de Naciones Unidas pueda entender el impacto que la emergencia nacional tiene sobre la vida de nuestra infancia. Hemos formado a miles de padres, docentes y miembros del sistema de protección, promoviendo la crianza sin violencia, la salud mental y el autocuidado.

Hoy gozamos de un modelo de atención propio, sistemas estadísticos, protocolos de atención, actuación, medición que nos permiten demostrar no solo con buenos deseos sino con datos la calidad del trabajo que hacemos y como este cambia vidas. Año a año recibimos miles de casos de riesgo suicida que gracias a la calidad de la respuesta previenen la pérdida fatal de vidas indispensables para la recuperación de un país. Llegamos a entornos tan remotos y desafiantes como Amazonas, Delta Amacuro, Apure y otros, apoyando a organizaciones locales a ofrecer respuestas de calidad en circunstancias que parecerían imposibles. 

Se ha construido mucho en este tiempo, pero esto no sería posible sin la voluntad decidida de un equipo de trabajo que ha sorteado toda clase de crisis, retos, desafíos, falta de financiamiento, amenazas y más. Un equipo que ha creído en el proyecto de generar las mejores condiciones posibles para que los niños puedan ver alcanzado su máximo potencial. 

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De igual forma, debemos reconocer que esta historia esta casada a la de las familias que confiaron en nosotros, que han acudido en todos estos años en los momentos más difíciles de sus vidas y hoy pueden mirar hacia un futuro más esperanzador. El país sin dudas que no está mejor, pero la esperanza no depende necesariamente de perspectivas optimistas, la esperanza depende de saber que lo que se hace tiene sentido, como dice el filósofo Byung Chul Han. 

Mientras que reconocemos en estos años un deterioro de los espacios cívicos, de las condiciones generales de vida debemos mirar este tiempo también reconociendo que lejos de deteriorarse nuestra voluntad y esfuerzos conseguimos crecer, y no para satisfacer una ambición personal o de impacto visual. Crecer en este tiempo ha significado llegar a más personas, pasando de las 250 atendidas en el primer año a más de 13.000 en la actualidad. 

Como organización nunca hemos procurado sustituir al Estado, conocemos bien nuestro rol, el cual se basa en la participación ciudadana en la construcción de condiciones justas y dignas para los niños. Nuestro sistema de protección siempre tuvo como intención la pluralidad, la participación y la integralidad de los derechos y con esto en mente, Cecodap ha buscado generar un punto de apoyo, de referencia y de esperanza para todos aquellos que puedan necesitarla. Hemos apoyado a organizaciones, entes públicos, familias, colegios, y más. 

Gracias a todas las personas que han hecho posible este camino que da sentido a nuestras vidas. 

 

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