Y lo encontraron a salvo: el rescate de Joseín Galván

Quizás fue un asunto del azar; quizás fue la colaboración entre vecinos. La verdad es que la historia sobre la desaparición y hallazgo de Joseín Galván, de 6 años, paralizó a la comunidad de Nueva Casarapa, en Guarenas, estado Miranda. 24 horas en vilo, porque uno de sus niños no pasó la noche en casa el 29 de agosto.

Cuando hallaron al niño, en las riberas del río de Guarenas, escondido de la multitud, estaba con la ropa un poco manchadas de lodo y la tierra, pero a salvo. Vivo. Ni un rasguño. Llevaba una franela de color verde turquesa. La comunidad entera experimentó una sensación de alivio, similar. a lo que se siente luego de estar a la deriva en una gran tormenta.

La Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez (Agencia PANA) logró comunicarse con tres personas que participaron en la búsqueda del niño de seis años. Los relatos sirven para reconstruir la historia de la virtud de la unión comunitaria.

De acuerdo con las publicaciones en redes sociales de familiares, Joseín vive con Trastorno del Espectro Autista (TEA); tiene problemas auditivos y tampoco responde a su nombre. No le gusta estar rodeado de gente y se altera con facilidad. Las razones por la cual el niño salió de la casa de su abuelo, aquella tarde del domingo 29 de agosto, parecieran estar relacionadas a la condición de salud mental del niño.

“El niño desaparece de su entorno. Aparentemente ya lo había hecho antes”, relató el periodista Néstor Ramírez, conocido en la zona por su programa de radio, El Pájaro de la Autopista. Al periodista no le hizo falta mirar sus notas, porque cada acontecimiento se le fijó en la mente, como si hubiese sido el protagonista. Recuerda muy bien, que luego de 24 horas de búsqueda, mientras él transmitía en vivo su programa de radio, en la emisora La Romántica FM, le llegó un audio, que cambió el panorama del relato.

“A las 6:00 am nos llega un audio con una descripción del niño. Estaba en vivo en el programa. En el audio, nos avisaron sobre el posible hallazgo del niño. Lo publicamos”, relata Néstor.

Ana Santi fue la persona que vio al niño a las 6:00 am, del lunes 30 de agosto. Ella estaba en el sector El Alambique con su mejor amigo, Aarón, caminando vía a su trabajo. Ella vive en El Tablón, uno de los sectores aledaños, donde se presumía que el niño se encontraba.

Ana, quien iba tarde a su trabajo, por inercia (o tal vez reflejo) volteó a la parte del río. Allí estaba, un niño, pequeño, de 6 o 8 años de edad, con una camisa verde turquesa y con unos característicos rizos. Era Joseín.

—Aarón, llama. Llama —, le gritó Ana a su amigo, confiesa que se puso nerviosa.

—¿A quién llamo? No entiendo Ana—, le dice Aarón a su amiga, ansioso.

—A la familia del niño, creo que lo encontramos. Es él—, concluye Ana.

Sin meditarlo, Ana narró que llamó a las autoridades. A la familia y los vecinos.  No le apartó la vista del niño. Mientras iban llegando los vecinos, algunos quisieron bajar a buscarlo. Pero, la experiencia de la noche anterior, los obligó a mantener la calma. Joseín se podía asustar y volverse a esconder.

En esta historia la participación vecinal fue clave. La familia de Joseín no estuvo sola en el proceso de búsqueda. Se entendió que la comunidad tiene un rol importante en la protección de la niñez y adolescencia y asumieron la responsabilidad de brindar apoyo a unos padres desesperados. Además, pudieron trabajar en función de las necesidades específicas del niño: no valía de mucho que gritaran, por su condición auditiva; no podían ir en multitudes juntas porque se alejaba, debido al TEA.

“Asumí que, si el niño no veía una cara conocida se volvería a esconder. Sobre todo, porque ya sabíamos sobre su condición de autista. Preferimos esperar, sin quitarle la mirada de encima. Llamé a su papá y le dije que tal vez era el niño. Le tomé una foto y la pase la foto al grupo”, explicó Ana en el audio.

Un niño en el río

El domingo 29 de agosto, todos estaban en la casa del abuelo del niño. De repente, se les perdió de vista a padres y familiares. Al notar su ausencia, corrieron por la urbanización para buscarlo y no tuvieron éxito.

La preocupación aumentaba mientras pasaban las horas. Ellos enviaron un mensaje al grupo de Whatsapp de la comunidad de Nueva Casarapa, con la esperanza de que algunos de los vecinos lo hubiese visto o acogido. Pero no era así. Entonces se inició la búsqueda en el sector.

Se armaron grupos de vecinos, que salieron a la calle, como manada. Aquí la frase que inmortalizó Andrés Eloy Blanco en su poema Los Hijos infinitos entró en acción: “…cuando se tiene hijos, se tienen todos los hijos de la tierra”. Fue una maravilla la receptividad de los vecinos.

Además, a través de las redes sociales, cientos, sino miles, de usuarios se solidarizaron con la situación. Publicaron las fotos del niño, junto a un teléfono en caso de que supieran su paradero. Lo que parecía un rumor más escondía uno de los mayores temores de todo padre: que un hijo se pierda.

A eso de las 7:00 pm, del domingo 29 de agosto, los vecinos tenían dos horas buscando a Joseín. Uno de los vecinos aseguró escuchar a un niño llorar por el río de Guarenas. Por eso el grupo de búsqueda se fue hasta allá y alumbraban con sus teléfonos hacia las zonas llenas de follaje. La maleza escondía a un niño, probablemente asustado y aturdido por su situación.

Para las 11:00 pm no había rastro de Joseín. Ana, la vecina, también había participado en la búsqueda. Confesó que su mayor miedo era encontrar al niño herido, golpeado, abusado o peor, sin vida.  Néstor, el periodista, compartía la misma inquietud. No es fácil sacar conjeturas optimistas en un país azotado por la violencia, la carencia de los servicios público y la desarticulación de los sistemas de protección.

“Tenía miedo de hallarlo muerto”, confesó uno de los vecinos, quien prefiere no revelar su identidad. Explicó que pensar el cómo un niño pasaría la noche solo, sin comida ni agua era aterrador. “Además, las lluvias hicieron crecer el río. Pensamos incluso que se lo había llevado el río”, sostuvo.

A finales de agosto la lluvia a causado estragos en varias partes del país. En Mérida, por ejemplo, 50.000 familias quedaron en riesgo de estar damnificada, 17 personas seguían desaparecida. La noticia de Juan Carlos Ramírez, quien se lo llevó la corriente, estaba incrustada en la mente de muchos.

Para las 2:00 am del 30 de agosto, el cansancio jugó en contra. Intentaron, nuevamente, rastrear el sector. Pero no hubo éxito. Joseín estaba allí. Quizás era como el juego del escondite, aquel en donde un grupo de personas te busca y hasta que no se cante “1,2,3 liberen a todos”, los participantes escondidos no deben salir. “Era como si nos taparan los ojos”, sostuvo el vecino.

A las 3:00 am, todos estaban en sus casas. Los vecinos trataron de descansar para iniciar la búsqueda al día siguiente. Mientras que desde las sombras se escuchaba el llanto lejano de un niño, según relatan los entrevistados.

En las orillas del río

Ana tuvo que continuar su camino a Caracas, luego de pasar dos horas vigilando al niño hasta que llegaran más vecinos. “Estaba preocupada en el transporte. Le pedí a todo el mundo que me pasaran fotos del niño y que no lo perdieran de vista. Cuando iba a mitad de camino. Me lo confirmaron. ¡Sí, era Joseín! Estaba feliz. Fue una satisfacción increíble. Sobre todo, porque por aquel puente no pasaba nadie”, relató.

 

Joseín estaba a salvo. Solo quedaba una duda, ¿cómo llegó un niño de 6 años tan lejos y al medio de un río tan caudaloso? El chequeo médico que le hicieron, luego de su rescate, no arrojó ningún signo de violencia, daño o golpe. Estaba completamente sano. “Fue como un milagro”, recalca Néstor.

Foto: Néstor Ramírez