Celebrar sin abrazos y reír con tapabocas, así son las graduaciones en el segundo año escolar con pandemia

Con un fondo azul

Evelin había anticipado que su graduación de bachillerato iba a ser un evento que marcaría un hito en su vida. Quería celebrarlo a lo grande con su amistades: playa y fiestas. Este escenario de disfrute fue antes de que la pandemia por COVID-19, convirtiera esos planes en una ilusión imposible.

Como ella, cientos de niños y adolescentes vivieron un hito de vida sin grandes festejos, sin lanzar el birrete, sin togas y sin aplausos masivos. Por segundo año consecutivo, la pandemia obligó a las escuelas a hacer graduaciones escuetas, que a duras penas cumplían con el protocolo de medalla y diploma. «Al menos no fueron online«, comentan los adolescentes entrevistados. Para reconstruir y crear memoria sobre la pandemia, la Agencia de Periodistas Amigos de la Niñez y Adolescencia (Agencia PANA) entrevistó a cuatro graduandos para contar su experiencia: una condecoración con sonrisas atrapadas detrás de los tapabocas.

Para la adolescente de 17 años graduarse durante la pandemia fue algo que jamás esperaba. Asumió que el brote del nuevo coronavirus acabaría a comienzos de enero de 2021. Este año había noticias de una vacuna. No fue así. Su último semestre fue a distancia pero no online. No eran clases por Zoom, un software que permite hacer videollamadas en grupos. Sino a través de guías enviadas vía Whatsapp, una aplicación de teléfono para intercambio de mensajes.

Ella, junto a su promoción de 40 estudiantes, terminó su ciclo escolar desde casa. Sin pompa ni gala. A penas las clases eran sostenibles. Se extrañaron las explicaciones de los maestros en sus lecciones. Los docentes estuvieron imposibilitados a tener mayor contacto virtual con sus estudiantes debido a las limitaciones del internet, computadores y teléfonos inteligentes.

“Sin saber mucho sobre el tema, se me hacían difíciles algunas materias como matemática, física y química. Era especialmente difícil tratar de entender sin la guía del maestro. Tuve que buscar a otros profesores para entenderla. Gracias a Dios, superé eso y pude ir a mi graduación sin ningún problema”, sostuvo.

Evelin solo pudo compartir su graduación con su mamá y su novio. No podía llevar más invitados.  Hubo poca decoración en el anfiteatro donde se graduó. “Mi graduación no fue lo que esperaba. Siempre pensé: bueno me gradúo y va mi familia. Pero, no fue así. No pudo ir mi familia. Fue solamente mi pareja y mi madre. También soñaba con graduarme con mi mejor amiga y tampoco estaba ella porque se fue del país”, detalló.

Evelin es una de los 370 mil estudiantes que terminó sus estudios de bachillerato en 2021, según estimaciones publicadas por el Ministerio para la Educación en mayo de 2021, durante un evento conmemorativo realizado en los espacios del Teatro Teresa Carreño.

Las dificultades de la conexión, la precariedad de los planes de evaluación, así como la falta de contacto con sus compañeros de clases, si bien fueron un escollo para sortear, no significaron un impedimento para que Evelin terminara sus estudios. Su meta estaba trazada desde hace tiempo.

“Muchos dicen que la pandemia tranca todo, pero yo no lo sentí así. A mí me dan mas ganas de estudiar y demostrar que se pueden hacer todas las cosas aún cuando hay pandemia”, recalcó Evelin.

Pese a que su graduación soñada estuvo limitada, la adolescente pudo encontrar magia en el momento. “¿Cómo me imaginaba mi graduación? Me imaginaba un acto súper sencillo pero que marcaría mi vida. Vuelvo y digo: no fue lo que esperaba, pero estoy tranquila y feliz con lo que tuve”, enfatizó.

Evelin quiere aplicar para estudiar Medicina. Es su sueño desde que era pequeña. Con modestia, explica que tiene un promedio lo suficientemente alto para cumplir la meta. “Desde pequeña he dicho que seré doctora para salvar a las demás personas. Absolutamente todo me gusta de esa profesión. Siento que cada día es algo nuevo, una enfermedad nueva, algún medicamento y así”, detalló.

El eterno fin de semana

“Un día nos despedimos para vernos la semana siguiente y terminamos viéndonos un año después”. Esta fue la primera frase que usó Andrea Fernández, de 17 años, para resumir lo abrupto que fue para ella enterarse de los cambios de una pandemia. Dicho así, pareciera que ese tiempo fue un instante, sobre todo por lo corto de la construcción gramatical que usó la adolescente para expresarse. Pero no. Pasaron casi 450 días o 10.800 horas, para reencontrarse con sus amigos de clases.

La graduación de Andrea se llevó a cabo a finales de julio de 2021. La entrega de su título de bachiller la pudo compartir con sus compañeros de clases, quienes lucharon para poder conseguir una graduación presencial.

Andrea imaginaba que para graduación ella y sus compañeros de clases harían todos los preparativos: decoración, buscar un DJ, planes de fiesta, comprar un vestido, los pasa palos… En fin, toda la logística para la consolidación de años de estudio en una fiesta para recordar toda su vida. No fue así.

“La graduación fue presencial, con muchos altibajos. Unos estaban de acuerdo, otros no. Quería que fuese sin tapabocas y pudiendo abrazar a mis amigos. Al final logramos que fuera presencial, pero con medidas de distanciamiento y tapabocas”, sostuvo.

Andrea quiere estudiar Comunicación Social. Le interesa el marketing, las comunicaciones estratégicas y la producción audiovisual. Su familia planea salir del país. “Espero continuar mis estudios en el exterior”, relató.

Graduarse por primera vez

Luciano Isturriaga tiene 11 años de edad. Bueno, «casi 12», como se apresuró a decir en la entrevista con la Agencia PANA. “Dentro de dos semanas cumplo 12 años. Así que tengo 12”, atajó el preadolescente, quien, pese a las complicaciones relacionadas a la educación a distancia, pasó a bachillerato.

“A mí graduarme en pandemia me gustó y no. Es decir, fue chévere poder ver a a mis amigos  ese día, eso me gustó; pero no me gustó que no estuvimos juntos todo el año”, recalcó.

La graduación de Luciano se llevó a cabo en su escuela, en Caracas. El evento ocurrió bajo las restricciones de bioseguridad popularizadas durante más de un año. “Llegamos todos juntos. Nos dieron un diploma y una medalla. Y hablaron. Fuimos entrando de cinco en cinco y solo estaba nuestra maestra, la directora de la primaria y los representantes de los cinco compañeros. Fue divertido, era la primera vez que me graduaba”, dijo.

Diploma recibido, familia ida. Al terminar, todos se tenían que retirar de la institución. La familia de Luciano planificó celebrar en un restaurante en el centro de Caracas, cerca de la plaza del Venezolano. Al encuentro fueron también los amigos del graduando y sus padres.

“Estar con mis amigos después, me gustó. Me gustó que pude jugar con ellos. Fuimos a comer y la pasamos muy bien. Fue divertido”, enfatizó Luciano.

En octubre, Luciano comienza las clases de bachillerato. Camisa azul, séptimo grado. No oculta su emoción por comenzar materias más científicas como Biología y, en unos años más, Química. Pero, eso sí: espera una solución de la situación académica, que se fue ineficiente en años pasados por la poca preparación para afrontar la pandemia.

“Quisiera que cuando comience el liceo las clases sean más didácticas, con muchas salidas a lugares interesantes. Visitar más a Venezuela y sitios interesantes, donde haya vegetación y podamos explorar”, explicó el casi adolescente.

Luciano espera por cumplir sus 12 años. Quiere seguir jugando fútbol toda su vida, estudiar medicina o educación física, “para estar preparado, porque los futbolista tienen que correr mucho”. Aún falta para su graduación de bachillerato. Otros cino años para ser exactos. Pero, algo sí tiene claro: no quiere graduarse otra vez en pandemia.

La primera generación en pandemia

Addiel Carreras tiene 18 años, recién cumplidos. Él pertenece a la primera generación de bachilleres graduados durante la pandemia de la COVID-19, en 2020. Su graduación no fue un acto conmemorativo, más bien un trámite administrativo. “Nos llamaron a cada uno. En horas diferentes. Estaba el director y una coordinadora. Nos dieron el título y la medalla y cada quién para su casa”, relató.

Addiel no pudo ver a sus compañeros de clases al recibir la medalla que simboliza el esfuerzo y dedicación. Tampoco hubo fiesta de graduación, ni almuerzo entre amigos. “Teníamos planeado hacer una fiesta, pero con todo el repunte de casos de COVID-19, cancelamos los planes”, relató.

Las clases online fueron un cambio de 180 grados tanto para Addiel como para el resto de sus compañeros. “Era muy difícil trabajar en grupo porque el internet o no funcionaba o estaba lento. Por esa misma razón a mis compañeros se les complicaba más entregar las tareas y los trabajos a tiempo”, agregó.  Al no estar juntos en un salón de clases, la dinámica de Addiel con sus amigos se dificultó, más no cambió. “Siempre seguimos en contacto”, aclaró.

Al terminar el bachillerato, Addiel comenzó una carrera en Administración de Aduanas, en Caracas. La dinámica es la misma: clases online. A penas conoce a sus compañeros de clases, por un grupo de Whatsapp. Pero eso es todo. “A mis profesores nos los presentaron el día de la inscripción. Del resto solo nos vemos por pantallas”, explicó.

A un año de salir del liceo, Addiel aún mantiene su postura firme sobre las fallas en el sistema educativo para contener la emergencia de la pandemia de la COVID-19. Recomendó a los profesores para el nuevo curso escolar, ser más flexibles con los estudiantes, evitar atosigarlos con trabajos y darles tiempo para el descanso. “No era fácil, al día entregamos entre tres y cuatro tareas. Pareciera que no nos querían dejar descansar ni tener tiempo libre en nuestra casa”, sostuvo.