Un reciente informe de la Unesco señala que en las escuelas de América Latina está generalizada la discriminación por sexismo y homofobia. El organismo aboga por la protección de los estudiantes LGBTI para que las escuelas sean espacios seguros e inclusivos para todos.
Los estudiantes afectados por el acoso, violencia verbal, física y ciberacoso tienen mayores posibilidades de padecer trastornos mentales y síntomas altos de depresión con un mayor riesgo de suicidio.
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Una de las formas más crueles de acoso escolar, y del que poco se habla, es por la orientación sexual de los estudiantes. La homofobia es el rechazo u odio a los homosexuales. Es una forma de discriminación como el racismo, la xenofobia y se basa en el odio al otro, al que se le considera “raro” y se percibe por su condición como una amenaza para la sociedad.
El rechazo se expresa a través de comentarios, chistes, ofensas y agresiones físicas generando una exclusión social, cultural, religiosa, académica.
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Aprenden de lo que ven y oyen. Cuando escuchan comentarios, chistes o insultos, se les inculca la homofobia desde los primeros años. Crecerán rechazando y excluyendo a las personas que tienen una orientación sexual o comportamiento diferente.
La escuela como espacio de socialización y refuerzo de valores
La escuela suele optar por la práctica del avestruz, “de eso no se habla”. No asume los casos de acoso por la condición sexual de los estudiantes. No forma de manera explícita para el rechazo de pensamientos, sentimientos y prácticas discriminatorias. Existe una doble moral entre el discurso y la práctica.
Se pregona la inclusión, la formación para la diversidad, la importancia de la convivencia entre los que tienen formas de pensar, sentir, actuar diferente pero en lo que se detecta el comportamiento “extraño” de algún estudiante por razón de género o actitudes que pongan en duda lo que el colectivo espera de la orientación sexual, sobran los argumentos éticos, morales, religiosos para rechazar, juzgar, estigmatizar al estudiante.
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El lenguaje promueve las fobias
La palabra es acción. Se utiliza para descalificar al que es o piensa diferente y se legitima el odio y agresión. Hay que estar atentos a ese lenguaje que se vale del humor, enmascarando la violencia con el rechazo a la diversidad.
Las instituciones lo promueven por acción u omisión. Cuando marginan por razones de orientación sexual y no les permiten disfrutar de sus derechos, cuando se persigue o acosa a través de los medios de comunicación, internet, redes sociales con la intención de descalificar, humillar, intimidar.
Además, con frecuencia se transmiten contenidos discriminatorios en los medios. Por ejemplo, cuando hay un homicidio, si el asesino es homosexual, se introduce como relevante en el titular; si es heterosexual no se menciona en el titular. También en la radio y la televisión se hacen chistes y se ridiculiza a los homosexuales, transexuales… Los políticos para desmeritar descalifican con expresiones homófobas a sus opositores.
Es imperativo exigir a las instituciones (gobiernos, iglesias, fuerzas armadas, académicas) y a sus representantes que revisen y abandonen sus posiciones y comentarios homófobos por el mal ejemplo que dan y por la violencia que generan con sus reacciones.
La mejor forma de prevenir la homofobia y trabajar por una sociedad incluyente es con el ejemplo. No se nace homofóbico, xenofóbico, racista. Se aprende en los diferentes espacios de socialización de los niños como la familia escuela, comunidades, grupos deportivos, culturales.
Desde los primeros años se van adquiriendo creencias, puntos de vista y enfoques religiosos que pueden ir cambiando con los años. Los niños también se pueden encontrar con posturas radicales, conservadoras, fundamentalistas. No se trata de imponer pensamientos únicos.
Hasta la próxima resonancia.