Duelo migratorio causa trastornos emocionales en niños y adolescentes dejados atrás

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Suena el timbre y Emanuel, de 6 años de edad, sale corriendo. “¡Mami, mami!”, grita emocionado. Pero enseguida su esperanza se desvanece porque no es su mamá quien llega. Decepcionado, se esconde entre las piernas de la abuela y se retrae. Es una manifestación típica entre niños y adolescentes dejados por sus padres a causa de la migración forzada. Ellos mantienen la esperanza de reencontrarse con ellos, pese a que el porcentaje de retorno es de apenas 19 %, de acuerdo con un informe del Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap).

El relato de Emanuel y su madre ilustra el drama de 4,6 millones de migrantes que, según la plataforma de Coordinación para Refugiados y Migrantes de Venezuela, huyeron en busca de mejor vida y se separaron de sus familiares y de sus hijos. Reportes señalan que uno de cada cinco migrantes deja un niño atrás, lo que dimensiona el alcance del éxodo masivo en los hogares venezolanos.

Hoy día miles de chamos lidian con las repercusiones del duelo migratorio sin contar con asesoría psicológica, mientras viven bajo el cuidado de familiares, vecinos o amigos. Otros datos revelados por el monitoreo contabilizaron hasta noviembre de 2019 a 930.020 menores de edad, de los cuales 78 % (unos 720.000) experimentaron cambios en el comportamiento, lo que demuestra la afectación en la salud mental de una generación aquejada por la ausencia y el abandono.

El futuro para la niñez dejada atrás

Al referirse al futuro de esta generación afectada por la ruptura de los vínculos afectivos, Jannia Orta, psicóloga de Cecodap, aseguró que las consecuencias se reflejan en la falta de confianza para socializar y establecer vínculos afectivos, una característica que se intensifica en la adultez.

La especialista enfatizó en la importancia de incluir a los niños en los proyectos familiares e informarles las razones por las que uno o ambos padres migrarán. Un error frecuente que hay que evitar –resaltó la especialista– es engañar a los niños y adolescentes con promesas y falsas posibilidades de reunificación. “Las expectativas no cumplidas frustran y acaban con sus ilusiones. Al final estos niños no creen en nada ni en nadie y se sienten abandonados”, dijo.

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