Esto también pasará, momentos de crisis en el pasado

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Cuando atravesamos un momento complicado, puede ser difícil obtener una imagen completa de la situación. Es posible que enfoquemos toda nuestra atención en los aspectos negativos del problema, dejando de lado aquellos detalles que nos ayudarían a comprender que, a pesar de lo grave que resulta la contingencia, las cosas pueden manejarse hasta llegar a resolverse. Sólo debemos cambiar de perspectiva.

Concentrarnos únicamente en aquellas cosas negativas que podrían ocurrir en el futuro, nos impide dirigir nuestra mirada hacia aquellos eventos que han ocurrido en el pasado y que hemos superado con éxito. 

Muchas veces, recordar los obstáculos que hemos logrado vencer puede ayudarnos en varios sentidos. Por ejemplo nos ayuda a organizar nuestros esfuerzos y evaluar las posibles estrategias que fueron efectivas en aquellas ocasiones, de manera que podamos incorporarlas a nuestro plan de acción para enfrentar la dificultad actual. El otro beneficio se relaciona con qué tan capaces nos creemos, como sociedad, de superar un evento como el que representa una pandemia. Si rememoramos las veces en que el mundo ha vivido momentos similares comprenderemos que, aunque pueda ser duro o complicado, esta vez no tiene por qué ser distinto. 

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A lo largo de la historia, los seres humanos hemos atravesado por eventos naturales complejos como lo fue, por ejemplo, la gripe española en 1918, considerada como la peor pandemia de la humanidad y que ocasionó, en un período de tan solo un año, un aproximado de 40 millones de muertes. Lo alarmante de este virus fue el rápido ritmo de contagio y no contar con herramientas efectivas para controlar los síntomas —esa época, no se contaba con antibióticos y las condiciones sanitarias no eran eficientes—. La gripe española, al cabo de un tiempo, cesó, dejando un saldo mortal cuatro veces mayor al que se obtuvo con la Primera Guerra Mundial.

Haciendo mención a tiempos modernos, la gripe aviar  de 2003 figura como una de las epidemias más mortíferas de la época. Ocasionó la muerte de más de 200 personas. Tal fue la facilidad de contagio, que se tomó la medida de sacrificar 200 millones de pollos y se llevó a cabo una organización de recursos, estudiada minuciosamente, para poder enfrentar una posible pandemia. 

Pocos años después, nos vimos en la obligación de enfrentarnos a la enfermedad del Ébola en 2014, la cual surgió en África Occidental y se contagiaba mediante el contacto directo con sangre o secreciones. El virus llegó, en varios de sus brotes, a ocasionar la muerte del 90% de aquellos que resultaron infectados. 

Por otro lado, podemos recordar cómo, alrededor de ese mismo año, el virus del Zika alcanzó una propagación tal que tuvo carácter pandémico en América Central y Suramérica. La gravedad de la enfermedad no radicó en sus síntomas, sino en la relación que parecía existir entre el virus y el síndrome de Guillain-Barré y otros padecimientos o riesgos —como el de producir microcefalia en los bebés de mujeres contagiadas que estuvieran en período de gestación—. A pesar de esto, se logró alcanzar el descenso de la curva de contagio del virus.

Y salimos de todo esto

Ahora bien, ¿cómo lo superamos?, ¿podríamos hacerlo de nuevo? Si evaluamos las acciones que se tomaron para controlar el riesgo de contagio de otras enfermedades, nos daremos cuenta de que las medidas de cuarentena que se han implementado han demostrado, en el pasado, ser las más efectivas para evitar la propagación.

Por ejemplo, en el caso de la gripe española, habiéndose tratado de una pandemia de tal magnitud, aquellas ciudades que tomaron la decisión de suspender actividades y prohibir las aglomeraciones de personas fueron aquellas que lograron controlar más rápido y en mayor medida las muertes ocasionadas por la gripe. Esto en comparación con aquellos sectores que no consideraron necesarias estas regulaciones. 

De la misma forma, para esta y otras enfermedades como el Ébola, se elaboraron protocolos de acción con los que contamos hoy en día y que pueden ser efectivos para combatir el esparcimiento del virus. Dentro de esos planteamientos se expone la necesidad de contar con unidades de aislamiento y laboratorios, encargados de estudiar las muestras de aquellos que presenten síntomas y mantenerlos en un ambiente de seguridad

Otro punto relevante es contar con un equipo de monitoreo, capaz de realizar el seguimiento de los casos y poder, de esa forma, elaborar reportes actuales. Asimismo, se habla acerca de la importancia que tienen los trabajadores del área de salud en el tratamiento y recuperación de los infectados, así como también lo indispensable que resulta que cuenten con equipos de protección personal para disminuir su exposición. 

A su vez, se destaca la necesidad de informar y acatar las medidas de prevención y control. Aquí parece estar la respuesta más efectiva a la hora de controlar la propagación de un virus. Difundir hábitos higiénicos como lavarse las manos, utilizar gel antibacterial, lavar la ropa y quitarse el calzado al llegar a casa, contribuyen en gran nivel a disminuir el alcance de la enfermedad en la población.

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En ese sentido, comprendamos la importancia de apegarnos a las medidas establecidas, ya que han demostrado su eficacia en el pasado. Entendamos que, a pesar de que nos encontramos en un momento difícil, contamos con las herramientas para superarlo, así como en diversas ocasiones, hemos sido capaces de identificar y controlar eventos similares al que estamos viviendo el día de hoy que, si bien resulta difícil de asumir, no tiene por qué significar el fin, sino más bien el comienzo de una sociedad más organizada, agradecida, preparada y consciente.

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