Lecciones del regreso a las aulas en Asia y Europa en contexto de pandemia

Voluntario, mascarillas y lavado de manos. El regreso a las aulas en el mundo es una realidad, mientras que en Venezuela la discusión no se ha dado de manera exhaustiva. Y falta menos de una semana para iniciar el calendario escolar 2020 – 2021.

En el mes de abril, cuando muchos países tuvieron que imponer rigurosas medidas de confinamiento, los niños de más de 194 países se encontraban desescolarizados; es decir, aproximadamente el 91% de los estudiantes de todo el mundo. Esto ocasionó una disrupción enorme en las vidas, el aprendizaje y el bienestar de los niños a nivel mundial.

En Venezuela la situación no fue diferente. Desde la segunda semana de marzo, las escuelas cerraron sus puertas y comenzó la educación a distancia. La metodología del Gobierno empleó la radio y el canal del Estado para difundir contenidos académicos sin adaptarlos a esas plataformas. Los colegios privados, en cambio, se aliaron del internet para comunicarse con sus alumnos. Pero aquí también hubo trabas: la conectividad y el acceso a equipos tecnológicos.

«No existe una manera perfecta de reabrir las escuelas durante una pandemia», dijo Robert Spires, profesor de la Universidad de Richmond (Inglaterra) especializado en educación comparada, refleja uno de los mayores dilemas actuales de la pandemia de COVID-19: qué tan seguro es el retorno a las clases presenciales.

Según el artículo publicado por Spires a fines de julio en el portal académico The Conversation, «incluso cuando un país tiene a la COVID-19 bajo control, no hay forma de garantizar que las escuelas puedan reabrir de manera segura».

Una revisión de las estrategias usadas por los gobiernos, nos da un panorama clave de errores que se pueden evitar y aciertos que se pueden replicar.

Higiene desde la entrada

Las medidas sanitarias han sido la clave durante la pandemia. Por lo tanto, regresar a clases presenciales debe ir de la mano a una adaptación de la estructura y rutina escolar.

Corea del Sur, por ejemplo, tuvo altos y bajos en su regreso a clases. A fines de mayo, el gobierno anunció la reapertura gradual de los colegios. Al cabo de unos días 200 escuelas tuvieron que ser cerradas por los rebrotes que se generaron en Seúl.

La estrategia recomendada por el gobierno surcoreano consistió en un ingreso de estudiantes ordenado, por turnos y que pasasen por un detector térmico. Durante el día había control de temperatura que se realizaba varias veces, al igual que el lavado de manos. Además, los escritorios fueron separados por unas láminas y el uso de mascarillas fue permanentemente.

Otro caso del que se puede aprender es Alemania. Si bien muchas de sus escuelas instalaron lavamanos en la entrada, el uso de la mascarilla no era obligatorio en todas las regiones. La responsable de Educación del estado federado de Mecklenburgo-Antepomerania, Bettina Martin, tuvo que proponer que se implante la obligatoriedad del tapaboca, según informó a la radio pública regional RBB. Ese territorio fue el primero del país donde se reanudó las clases en agosto.

Asistencia a clase voluntaria

Francia comenzó de una manera gradual  la reapertura de sus colegios en mayo. La decisión fue motivada por razones sociales, para evitar que se incrementaran las desigualdades sociales y para velar por la situación de los niños vulnerables. Desde junio que los colegios ya pudieron reabrir para todos los cursos. Sin embargo, la asistencia fue voluntaria. De hecho al principio, los cursos se daban solo con 10 alumnos de clases y la jornada se estableció para «ponerse al día».

Otros países que tuvieron esta modalidad fueron Israel, Alemania, Corea del Sur y Reino Unido.

Grupos priorizados

El retorno escalonado a clases en Uruguay comenzó el 22 de abril con la apertura de las escuelas rurales, que son las que tienen menor cantidad de estudiantes. Mientras en otros países la prioridad se dio por la edad y nivel de instrucción; en este país latinoamericano fue distinto.

«En todos los casos europeos, el escalonamiento de la vuelta a clases se ha programado por niveles educativos, lo cual es una diferencia con Uruguay», explica Marcelo Pérez Alfaro, especialista líder en educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

La estrategia uruguaya «se construyó sobre tres gradualidades»: «Una regional, iniciando por el interior (afuera de la capital) donde existió menor difusión de casos de COVID-19; otra de vulnerabilidad, donde se privilegiaron las zonas de contexto crítico; y la última, pedagógica, que privilegió la conclusión de ciclos».

En Dinamarca, por ejemplo, se crearon “burbujas” de estudiantes, es decir, pequeños grupos que hacían todo juntos: llegaban al mismo tiempo, usaban la misma sala de clases y área de juegos, etc.

El Gobierno de Perú autorizó en junio el inicio de clases presenciales en las instituciones educativas públicas en los niveles de primaria y secundaria que estén ubicadas en zonas rurales. ¿Por qué? Porque en estas áreas de la región, la conectividad era pésima y tampoco tenían acceso a medios de comunicación.

Pero otras condiciones debían cumplirse:

  • Menos de 15 casos positivos registrados en los últimos días.
  • El personal docente tiene que residir o cumplir aislamiento obligatorio en la zona en la que esté ubicado el colegio y tener un resultado negativo en la prueba.
  • Que la institución tuviese materiales de limpieza adecuados.
  • Que la institución educativa reúna las condiciones de salubridad y espacios, entre otras.

Ventanas abiertas

El New York Times reseñó que seguro de que había vencido el coronavirus y desesperado por reactivar una economía devastada, el gobierno israelí invitó a todo el cuerpo estudiantil a regresar a las aulas a finales de mayo. En cuestión de días, se reportaron infecciones en un bachillerato de Jerusalén, que rápidamente se acumularon hasta formar el brote más grande en una sola escuela en Israel, y posiblemente en el mundo.

¿Por qué? El Ministerio de Educación había dado instrucciones de seguridad: los cubrebocas debían ser usados por los estudiantes a partir de cuarto grado, las ventanas tenían que estar abiertas, debían lavarse las manos con frecuencia y los estudiantes tenían que mantener una distancia de dos metros siempre que fuera posible.

Entonces llegó una ola de calor. Los padres se quejaron de que era inhumano hacer que los niños usaran cubrebocas en aulas hirvientes donde de nada sirve el aire acondicionado porque las ventanas están abiertas. En respuesta, el gobierno eximió a todos de usar cubrebocas durante cuatro días, y las escuelas cerraron las ventanas.

Esa decisión resultó ser desastrosa, según los expertos. “En lugar de cancelar la escuela en esos días, simplemente les dijeron a los niños: ‘Tienen que quedarse en clase con el aire acondicionado encendido y quitarse los cubrebocas’, por lo que en realidad no había ventilación”, dijo Ronit Calderon-Margalit, profesora de Epidemiología de la Escuela de Salud Pública Hadassah Braun de la Universidad Hebrea de Jerusalén. “Esas son las circunstancias ideales para un brote”.

Para tratar de contener el contagio, el Ministerio de Educación prometió cerrar cualquier escuela con un solo caso de COVID-19. Finalmente cerró más de 240 escuelas y puso en cuarentena a más de 22.520 profesores y estudiantes.

Cuando el año escolar terminó a finales de junio, el ministerio dijo que 977 alumnos y profesores habían contraído la COVID-19.

Virtualidad eficiente

En junio Uruguay abrió sus escuelas. Un mes después, no se habían registrado contagios en los centros educativos y, según Unesco, el país sigue siendo el único de la región en volver a las clases presenciales desde que el nuevo coronavirus obligó a suspenderlas.

«A diferencia del resto de los países de la región, Uruguay tiene un buen desarrollo y uso de plataformas de aprendizajes», explica a BBC Mundo Marcelo Pérez Alfaro, especialista líder en educación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

«El proceso de transformación digital de la educación tuvo un impulso temprano con el Plan Ceibal (2007), que proveyó universalmente dispositivos, plataformas de contenidos y sistemas de gestión de aprendizajes, además de capacitar a docentes en su uso y de promover nuevas prácticas pedagógicas», continúa.

Por ello, el país enfrentó el cierre de los centros educativos por la pandemia «en mejores condiciones de partida que cualquier otro país de la región», dice Pérez Alfaro.

Según Leandro Folgar, presidente de Plan Ceibal, su plataforma CREA se convirtió en el centro de las clases virtuales tanto en la educación pública como en 80% de los centros privados del país, a los cuales se les permitió un acceso gratuito a la herramienta.

«Pasamos de tener 90.000 usuarios activos en el pico más alto de 2019 a 730.000 usuarios activos este año», dice a BBC Mundo.

Vanessa Moreno Losada Cecodap