Cierre de escuelas en el mundo por COVID-19 afectará más a las niñas

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Del total de la población de estudiantes inscritos en la educación en todo el mundo, la Unesco calcula que más de 89 % está actualmente fuera de la escuela debido al cierre de la COVID-19. Este porcentaje representa a 1, 54 millones de niñas, niños y jóvenes que están inscritos en la escuela o en la universidad. Están también incluidas casi 743 millones de niñas.

Más de 111 millones de estas niñas viven en los países menos desarrollados del mundo, donde obtener una educación ya es una lucha. Se trata de contextos de pobreza extrema, vulnerabilidad económica y crisis, en las que las disparidades de género en la educación son las más elevadas. Los cierres en Malí, Níger y Sudán del Sur — países con los niveles más bajos de escolarización y finalización de estudios en el caso de las niñas— han dejado sin clases a más de cuatro millones de niñas.

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En el caso de las niñas que viven en campos de refugiados o que son desplazadas internamente, los cierres de las escuelas serán los más devastadores, porque ya se encuentran en condiciones desventajosas. Las niñas refugiadas que cursan el nivel secundario tienen solo la mitad de las probabilidades de acceder a la educación en comparación con sus pares varones.

Recién empezamos a comprender los efectos económicos de la COVID-19, pero se espera que sean masivos y devastadores, en particular para las mujeres y las niñas. En el Sur Global, donde hay medidas de protección social limitadas, las dificultades económicas ocasionadas por la crisis tendrán efecto de derrame a medida que las familias consideren los costos financieros y de oportunidad de educar a sus hijas.

Si bien muchas niñas seguirán adelante con su educación cuando se abran las puertas de la escuela, otras nunca volverán a la escuela. Las respuestas educativas deben priorizar las necesidades de las niñas adolescentes, a riesgo de retroceder 20 años en los avances en pos de la educación de las niñas.

Lecciones aprendidas de la crisis del ébola

“Las escuelas están vacías, como un nido abandonado. Estoy tan triste. La escuela ayuda a proteger a las niñas del embarazo y el matrimonio. Muchas de mis amigas están embarazadas y me doy cuenta de que muchas han sido forzadas a casarse”, dijo Christiana, de 17 años de edad, de Sierra Leona, durante la crisis del ébola de 2014.

Si bien la magnitud de la crisis por la COVID-19 no tiene precedentes, podemos tomar las lecciones aprendidas de la epidemia del ébola en África. Durante el pico de la epidemia, cinco millones de niños fueron afectados por los cierres de escuelas en Guinea, Liberia y Sierra Leona, los países más afectados por el brote. Además, los niveles de pobreza aumentaron considerablemente con la interrupción de la educación.

En muchos casos, el causante de la deserción escolar fue el aumento en las responsabilidades domésticas y de cuidado, sumado al cambio para priorizar la generación de ingresos. Esto quiere decir que había muy pocas niñas recibiendo educación en sus hogares, según el análisis de Plan International. En las comunidades con “clubes de niñas” e iniciativas de sensibilización establecidos para promover la educación de las niñas, menos de ellas vivieron efectos adversos y tenían más probabilidad de continuar con su aprendizaje.

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En varios estudios se concluye que el cierre de las escuelas produjo un aumento en la vulnerabilidad de las niñas al abuso físico y sexual tanto por parte de sus pares como de hombres mayores. A menudo las niñas se encontraban solas en sus hogares, sin supervisión. También se informaron varios casos de sexo transaccional, dado que las niñas vulnerables y sus familias luchaban para cubrir sus necesidades básicas. Debido al fallecimiento de los sostenes de familia y a la destrucción de los medios de vida, muchas familias optaron por casar a sus hijas, esperando equivocadamente protegerlas.

En algunas comunidades de Sierra Leona, el embarazo adolescente aumentó hasta un 65 % durante la crisis del ébola. En un estudio, la mayoría de las niñas denunció que el aumento estaba directamente relacionado con el hecho de no contar con el entorno protector que brindan las escuelas. Muchas de estas niñas jamás regresaron a las aulas, en gran medida, por una ley recientemente revocada que impedía que las niñas embarazadas asistieran a la escuela.

Aplicación de las lecciones aprendidas

Para las niñas como Christiana, que han vivido o viven una crisis, la educación es una vía de escape: las protege de la violencia y la explotación, y les ofrece aptitudes y esperanza para un futuro prometedor.

A medida que los gobiernos se preparan para cerrar las escuelas por períodos indeterminados, los especialistas y encargados de formular políticas aprenden de las lecciones de crisis pasadas para atender los desafíos específicos de las niñas. Por lo tanto, Unesco insta a los gobiernos a proteger los avances en pos de la educación de las niñas mediante las siguientes seis acciones con base empírica, sensibles al género y acordes al contexto:

  1. Multiplicar la capacidad de los docentes y las comunidades. Trabajar en estrecho contacto con los docentes, el personal escolar y las comunidades para garantizar la adopción y comunicación de métodos inclusivos para la enseñanza a distancia de modo de exigir inversiones sostenidas en la educación de las niñas. Todos los programas de enseñanza a distancia deberían seguir incluyendo la concienciación comunitaria sobre la importancia de la educación de las niñas.
  2. Adoptar prácticas adecuadas de enseñanza a distancia. En aquellos lugares donde las soluciones digitales sean de difícil acceso, evaluar la adopción de enfoques sensibles al género con un desarrollo tecnológico bajo. Enviar al hogar material de escritura y lectura, y empleo de programas radiales y televisivos para llegar a los grupos más marginados. Garantizar la flexibilización de la programación y las estructuras de aprendizaje, y permitir el aprendizaje al propio ritmo de modo de no desalentar a las niñas, quienes a menudo soportan la carga de los cuidados de manera desproporcionada.
  3. Evaluar la brecha digital de género. En aquellos lugares donde la internet y las soluciones digitales para la enseñanza a distancia sean accesibles, garantizar que las niñas reciban formación en las competencias digitales necesarias, incluidos los conocimientos y las aptitudes que necesitan para mantenerse seguras en línea.
  4. Preservar los servicios básicos. Cuando las escuelas están cerradas, las niñas y los niños y jóvenes más vulnerables se ven desprovistos de servicios básicos, en especial, de la alimentación escolar y la protección social. Convertir a las escuelas en puntos de acceso para apoyo psicológico y distribución de alimentos, y trabajar con todos los sectores para garantizar servicios sociales alternativos y apoyo por teléfono, mensajes de texto u otras formas de comunicación.
  5. Implicar a los jóvenes. Otorgar espacio a los jóvenes, en particular, las niñas, para moldear las decisiones sobre su educación. Incluirlos en el desarrollo de estrategias y políticas sobre el cierre de las escuelas y el aprendizaje a distancia en base a sus experiencias y necesidades.
  6. Garantizar el regreso a la escuela: Proveer enfoques de aprendizaje flexibles para que las niñas no se vean impedidas de regresar a la escuela cuando reabran las instalaciones. Entre estas, se incluyen las niñas embarazadas y las jóvenes madre, quienes a menudo enfrentan el estigma, además de leyes discriminatorias de reinserción escolar que les impide acceder a la educación.
  7. Permitir la promoción automática y oportunidades adecuadas en procesos de admisión que reconozcan los desafíos específicos que enfrentan las niñas. Podría resultar necesario que las niñas que regresan a la escuela tomen cursos de recuperación y de aprendizaje acelerado.