El regreso a clases llegó. Pero llegó en un contexto confuso por lo que niños, niñas o adolescentes pudieran estar sintiendo cambios emocionales o ansiedad. No nos extrañemos si les escuchamos frases como «¡Qué fastidio!», «¿Otra vez clases?», «no quiero comenzar». La pandemia por COVID-19 agrega más tensión al retorno escolar.
¿Ya se las escuchaste a tus hijo? Es importante que los padres o cuidadores manejen bien esas circunstancias para no producir un impacto emocional negativo o generarles rechazo al estudio.
Como elemento fundamental, los adultos deben generar empatía con sus hijos para poder comprender cómo se sienten ellos. De esta manera, podrán evaluar de manera más acertada la situación y así crear alternativas efectivas.
Para lograr la empatía es clave hacer un ejercicio de retrospectiva e imaginarse cuando estábamos en la edad de tus hijos y cómo nos sentíamos con el regreso a clases.
Por ejemplo: si cuando eras niño tampoco te gustaba ir a clases y ante este sentimiento tus padres le gritaban y regañaban obligándolo a ir a clases, recuerda esa sensación y piensa cómo te gustaría que tus padres te hubieran expresado la importancia de cumplir con la responsabilidad de la escuela. Por otro lado, si te gustaba ir a clases pero a tus hijos no, entonces imagina una situación en la que no quieras hacer algo y alguien te presiona para hacerla.
Saber cómo pudieran sentirse los niños ante una situación que le generan disgusto y colocarnos en su lugar, se hará más fácil abordarla como a nosotros nos gustaría que lo hicieran con nosotros. Precisamente este ejercicio de colocarse en el lugar de los hijos es lo que genera la empatía que nos ayudará a evitar conflictos.
Atención a las emociones y palabras
Teniendo presente la empatía, es importante tener en cuenta las siguientes consideraciones:
1.- Tomar en cuenta sus emociones
No motivar al niño a que reprima sus emociones o a que no las exprese diciéndole frases como “no te pongas así”, “no llores”, “tienes que ir y punto” o “cállate”. Al contrario se debe incentivar a que se exprese libremente. Apoyarlo para aliviar la situación y buscar su bienestar emocional. Si el niño está bien emocionalmente, estará más receptivo a nuevos retos que pudieran presentarse en este nuevo año escolar.
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2.- Explicar claramente el por qué es importante ir a la escuela
Si tomamos el uso de la empatía y la combinamos con el conocimiento y experiencia que tenemos como adultos, hay mayor probabilidad de que al momento de explicar la importancia de ir a la escuela, ellos comprendan la información y se sientan motivados.
Lo más importante en este punto es que el lenguaje que se use sea acorde a la edad del niño. Es decir, no emplemos palabras o frases que por su complejidad o lejanía en el tiempo puedan hacer más difícil para tus hijos comprender lo que se desea transmitir.
No digamos “esto es por tu futuro”, “hay que estudiar para ser una persona de bien” o “tienes que estudiar para conseguir un buen trabajo cuando seas grande”. En cambio, usemos frases basadas en situaciones que le sean familiares como el uso de algún personaje, comiquita o película de interés: «si te gustaría ser como Iron Man primero hay que estudiar”, “¿quieres llegar a la luna? ¿Qué crees que necesitas aprender para lograrlo? ¿Dónde podemos aprender esas cosas?” o “para que logres alcanzar tu meta la escuela te ayudará a hacerlo”.
3.- Cuidar nuestras emociones
El niño, niña o adolescente puede que no responda de la manera en la que los adultos esperan. Puede ignorar lo que decimos o puede intentar convencernos de que no es necesario ir a clases.
Por supuesto, para nosotros esto genera molestia o incomodidad, lo cual produciría una reacción negativa (regaño, gritos, castigos, etc.). Es fundamental desarrollar un mayor grado de autocontrol emocional y desde ahí abordar la situación.
Lo primero que podemos hacer es recordar que no hay una conducta intencional de hacernos molestar. En caso que perdamos el control emocional, es importante reconocer que lo perdimos y busquemos la manera de regularnos mediante algún método. Unos consejos útiles es tomarnos un momento para nosotros, hacer otra actividad, cambiar de tema, etc.
En la medida en que logramos gestionar el estrés y nuestras emociones podremos tener una actitud acertada y un manejo adecuado de la situación.
¿Cómo prepararnos?
Aplicar en casa estos elementos puede ayudar a mejorar la disposición y motivación de los niños niñas y adolescentes a afrontar este nuevo año escolar, el cual representará un nuevo reto para todos debido a la pandemia.
Para conseguirlo, la clave está en encontrar un equilibrio entre constancia y flexibilidad. De esta manera podremos responder adecuadamente a las exigencias que se nos presentan sin negar o ignorar cómo estas nos impactan.
1.- Establecer una planificación
Una vez inicien las clases, la rutina para niños y padres tendrá un cambio significativo. Es importante desarrollar una buena planificación de rutinas y horarios ajustados a la realidad de cada familia para evitar que afecte esta nueva dinámica.
Para esto, hay que tomar en cuenta las actividades a realizar: tareas escolares, labores en el hogar, comidas, horas de sueño, tiempo de recreación, actividades extracurriculares, etc.
Una vez identificadas las actividades, acuerda con tus hijos el horario en el que todas se llevaran a cabo. Al involucrar a sus hijos en la elaboración de esta planificación, probablemente exista un mayor compromiso por su parte de cumplirlos.
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2.- Escucha a tus hijos
Mantener una frecuente comunicación con sus hijos para conocer cómo se sienten y qué expectativas tienen con el nuevo año escolar, puede ayudar a bajar la ansiedad del nuevo año por cursar en un contexto tan particular como el que se vive durante la pandemia.
Sin embargo, es importante cuidar la manera en la que abordamos el tema para que ellos desarrollen confianza en ti y puedan expresarse con mayor comodidad lo que sienten y como poder abordarlo en conjunto.
3.- Prevención y reporte
En caso de algún inconveniente se presente en el colegio, es necesario establecer una vía de reporte con los padres para poder abordar la situación.
Ya sea en caso de acoso escolar, inconvenientes con maestros o simplemente alteraciones emocionales, de modo que el niño pudiera sentirse seguro y pueda comunicar lo que siente por su propio bienestar.