¿Cuál es el rol que debería asumir toda mujer? ¿Debe ser madre y esposa? ¿Hija y cuidadora? Al mismo tiempo, se le exige ser profesional o requiere mantener a su familia. ¿Puede una mujer serlo todo a la vez sin tener consecuencias en su salud mental y emocional? ¿Quién lo define? ¿Realmente ya está determinado o se va dando por las circunstancias que vive y las decisiones que toma? En el Día de la Madre quisiera detenerme a pensar en los múltiples roles y tareas que se le exigen a la mujer, al tiempo que parece desdibujarse como individuo.
Ser mamá es descrito como una experiencia maravillosa, incluso es el sueño para muchas mujeres. La realidad es que ser mamá es una labor compleja, porque sueles renunciar a tus antiguas dinámicas y algunas metas se ven cada vez más lejanas. Es como si dejaras tu individualidad a un lado, dejas de ser mujer, amiga, compañera de trabajo, prima hasta esposa y pareciera que ahora solo eres madre: tu única prioridad son tus hijos. Al menos, así me sentía yo. Pero, ¿hasta qué punto esto es sano? ¿Es posible mantener un equilibrio de todos los roles que podemos cumplir?
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Durante mi labor como trabajadora social he conocido muchas historias de madres que han sacrificado parte de su vida y sus sueños por dedicarse de forma exclusiva a la maternidad. Siempre recuerdo a Erika, porque nos invita a pensar en cuán necesario es hallar el balance y recordar nuestras necesidades e intereses como mujeres, y allí encontrar que somos valiosas por encima de cualquier expectativa social.
No podemos avanzar solas
Erika tiene 25 años y tres hijos: una niña de 10 y dos niños de 8 y 4 años. . El más pequeño fue diagnosticado con Síndrome de West, conocido como espasmos infantiles, una forma de epilepsia que afecta a los niños en su primer año de vida.
Su esposo falleció después del nacimiento de su hijo menor. Erika se convirtió en madre soltera de un momento a otro. No tenía empleo y se preguntaba cómo ganarse la vida para mantener a sus hijos. Era ama de casa y nunca tuvo un trabajo remunerado. Tampoco contaba con una red de apoyo protectora que pudiese colaborar con el cuidado de sus hijos mientras buscaba empleo, o bien, le ayudase económicamente a costear los gastos de alimentación, higiene y salud generados en su hogar. Vivía al día, vendiendo productos varios por su cuenta o colaborando en el mantenimiento de una casa.
Erika se sentía vulnerable y sola. En su silencio guardaba las ganas de pedir ayuda. No lo hacía porque era muy reservada, por lo que le resultaba difícil expresar sus emociones o contar su situación. A pesar de que tenía problemas en su hogar, pedir apoyo no era algo válido o natural para ella.
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Un día asistió a una jornada de atención psicosocial realizada en su comunidad y solicitó ayuda profesional. Expresó sus miedos y contó su realidad porque finalmente sintió confianza y se vio frente a alguien que podía escuchar sin juzgar, que podía orientar y guiar. Dejó el silencio atrás y con una voz muy fuerte y rígida, y a la vez con lágrimas en los ojos, pidió ayuda para entender el proceso por el que estaba pasando. Erika se preguntaba: “¿Por qué me siento tan sola y desamparada? Me siento triste, con muchas ganas de llorar por todo lo que deje atrás, por mi presente y me da miedo continuar sola, no sé cómo hacerlo”.
Ese fue el día de su nuevo comienzo. Al mirar en perspectiva, sus tres hijos se convirtieron en su motor de lucha e impulsaron sus ganas de continuar su camino. Son su motivo para reinventarse. Inició así un proceso terapéutico y de acompañamiento, para ella y el grupo familiar, interviniendo en la dinámica de su hogar, estableciendo nuevos patrones de crianza basados en la empatía, el respeto y la calidez. Aceptó todo lo nuevo que estaba pasando en su vida y se mostró comprometida en el proceso, en los talleres y en las oportunidades que se le brindaba para su crecimiento personal, educativo y laboral.
Pensar en ti no es abandonar al otro
Erika decidió ponerse como prioridad. Culminó el bachillerato y terminó con éxito un curso de elaboración de productos de limpieza, siendo una de las mejores de su clase al demostrar compromiso y responsabilidad en cada una de las tareas asignadas, para luego iniciar un emprendimiento desde su casa. También buscó terapias físicas para ayudar a su hijo menor a mejorar su movilidad, sin dejar de atender también las necesidades de sus hijos mayores.
Erika es ejemplo de resiliencia. Mostró apertura a recibir acompañamiento y se involucró de forma activa en todo el proceso. Me permitió entrar en su casa, desde mi labor como trabajadora social, moldeando juntas patrones y comprendiendo su dinámica familiar, donde la comunicación asertiva y respetuosa fue el sostén para el cambio.
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Su historia no es ajena para otras mujeres, especialmente en sectores vulnerables. No es sencillo enfrentarse a la crianza de varios hijos sin contar con personas que puedan ser ayuda, escucha y alivio, mientras se está, además, sin empleo. Son esenciales las redes de apoyo, de las familias y de amigos que se convierten en un segundo hogar, y la contención de las figuras significativas que te motivan a continuar; tanto como la búsqueda de la ayuda profesional.
Si estás pasando por una situación similar o conoces a alguien con esta realidad, es esencial, como primer paso, identificar las redes de apoyo disponibles, bien sea amigos, vecinos, familiares o incluso alguna organización o institución que pueda ser de ayuda en estos momentos. No tengas miedo en solicitar apoyo, de esta manera se puede encontrar orientación y un soporte que te genere protección, no solo a ti sino a tu grupo familiar. El silencio puede ser nuestro peor enemigo. Necesitamos espacios de escucha para comunicar lo que sentimos.
También es importante priorizar espacios de autocuidado. Encontrar un momento todos los días para hacer alguna actividad que te guste y que disfrutes, y en la que no debas ejercer roles de responsabilidad con otros. Puedes caminar al aire libre, leer un libro, escuchar música, meditar, ir a la iglesia, bailar… encuentra la actividad placentera para ti. Regálate al menos 5 minutos para hacerla, porque marcará una diferencia importante.
Como mujeres somos inspiradoras, ejemplo de lucha para salir adelante, pero debemos entender que no es de débiles pedir ayuda. Nos hace valientes reconocer cuando necesitamos una mano, un espacio para sentirse seguras y acompañadas.

Argelia Escalona
Trabajadora social, parte del equipo del Servicio de Atención Psicológica de Cecodap "Crecer sin violencia".
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