Juegos peligrosos

“Profesor, ¿vio el video? Ahora nos viene ese bendito jueguito en el que pueden dejar lisiado a un muchacho. ¡Imagínese! se alinean tres estudiantes y los dos de los extremos, al mismo tiempo le hacen una zancadilla al del centro derrumbándolo para que caiga de plano sobre su espalda. Puros juegos peligrosos inventan». Éste fue el comentario que hizo una mamá al salir de una de las actividades de Cecodap. El video lo subieron a las redes y comenzó a circular generando diversas reacciones crispando los nervios de familias y docentes que trabajan con adolescentes.

Desde Cecodap cada vez que sucede un hecho de este tipo nos damos a la tarea de corroborar si el video que circula es actual y si corresponde realmente al centro educativo al que se hace referencia. Las redes sociales juegan un papel clave para que nos enteremos de lo que sucede; pero cuántos otros casos existen. Es determinante informarse para actuar adecuadamente.

Retar la muerte

Hace un año se viralizó el  video del estrangulamiento al que es sometido el niño o adolescente por otro compañero, usando varios métodos, que impiden la respiración por lo que el oxígeno no llega al cerebro y se produce el desmayo. De ahí viene el nombre de shocking game en inglés, “juego de la asfixia”, entre otras denominaciones dado que se ha practicado en diferentes países.

¿Por qué lo realizan?

En el caso del más reciente el propiciar con una zancadilla la caída abrupta de espalda puede producir importantes lesiones en la columna y cráneo. Son traumatismos que pudieran ocasionar una discapacidad e inclusive la muerte.

Existen numerosos llamados en internet sobre estos juegos peligrosos e invitan a los padres a mantenerse al tanto del reto en los que sus hijos participan.

Sabemos que la adolescencia es un período caracterizado por retar al adulto, las normas, pensar que lo malo “le sucede a otros y no a mí”. No todos los adolescentes se someten a ese tipo de prácticas. Juega un papel muy importante aquellos que le dan mucho peso a la presión del grupo, que no pueden decir que no; quienes tienen un perfil de transgredir la norma, de “caminar sobre el filo de la cornisa”.

¿Qué hacer?

Lo primero es dejar claro que ese tipo de prácticas nos pueden ser consideradas juegos. Son actividades violentas que ponen en riesgo la integridad física y la vida. La educación emocional es clave. Debe iniciarse desde el preescolar para que el niño vaya adquiriendo habilidades emocionales para desarrollar el respeto al otro, la empatía, la compasión y el fortalecimiento de su autoconcepto.

Así se formarán adolescentes más conscientes de sus estados emocionales. Podrán decir no frente a las presiones grupales, especialmente en aquellos juegos o practicas violentas que ponen en peligro la integridad física y la vida personal y la de otros. Recordemos que los adolescentes se conectan a internet para informarse, relacionarse y recrearse. La pregunta es ¿Con quién se relacionan? ¿Sobre qué se informan? y ¿Con qué se recrean?

Los principales aliados de estos juegos son la curiosidad, el aburrimiento la soledad y los vacíos afectivos. Ellos buscan en las tecnologías oportunidades para descubrir y poner en práctica esos “juegos”. Existen tutoriales que enseñan las técnicas y estrategias más efectivas para lograr los resultados esperados, aunque lo que se ponga en vilo es la vida y la integridad personal.

Algunos adultos piensan que es mejor no hablar sobre este tipo de “juego” pues es una forma de “darle ideas a los muchachos” y difundirlo. Es necesario hablar con los hijos y estudiantes para que entiendan los peligros de este tipo de “juegos”. Las familias pueden ver el video junto a los niños y adolescentes para reflexionar y orientar.

No es cuestión de alarmarse y hacerse reproductor automático de los videos que se hicieron virales, sino tener claro qué haremos con ese contenido. Hay que plantear el tema de tal forma que comenten sus puntos de vista.

No podemos dejar de lado el contexto país en el que la violencia se ha naturalizado y que priva a los adolescentes de incentivos y oportunidades constituyendo un “caldo de cultivo” para este tipo de prácticas.

Es importante que sepan que los adolescentes mayores de 14 años tienen responsabilidad penal por los daños que pueda causar.

Las redes sociales ponen a la vista y dominio de muchos lo que en privado pasa en las escuelas y familias. Las tecnologías posibilitan captar con un video escenas que son colgadas y se hacen virales. Se sobreexponen imágenes de los estudiantes involucrados que pueden ser víctimas de bullying y otras formas de violencia. Son realidades que requieren un abordaje formativo oportuno y responsable por parte de las comunidades educativas, con participación de las familias y los estudiantes. No hay que esperar que suceda una desgracia para reaccionar.

Publicado en Caraota Digital.