La vida de los niños está llena de experiencias. En muchas de ellas el juego, la recreación, el descanso y el esparcimiento constituyen momentos significativos por las emociones y personas involucradas. Por tanto, niñez y juego son conceptos inseparables. Tan importantes son que en la vida adulta, se recuerda con nostalgia todo lo que jugamos con nuestros padres, familiares y amigos.
Jugar es un derecho fundamental y debe dársele igual importancia como a la educación u otros derechos. Muchos autores han estudiado los beneficios del juego en el desarrollo de los niños. Gonzalo Jover, catedrático de Teoría de la Educación de la Universidad Complutense de Madrid, resume que el juego estimula el esfuerzo, la inventiva, la imaginación, el ensayo y la estrategia. Jugar ayuda a los niños en el proceso de adaptación a su entorno, a respetar y cumplir normas, a coordinar acción y confrontar intereses.
La Convención sobre los Derechos del Niño y la Ley Orgánica para la Protección del Niño, Niña y Adolescente reconoce el juego como un derecho. Por tanto, existe una obligación internacional para todos los Estados de garantizar el ejercicio efectivo del derecho al juego sin ningún tipo de discriminación, ello implica, que los gobierno reconozcan, respeten y garanticen el derecho a jugar a todos los niños. Hoy, con pesar, se puede afirmar que muchos Estados no han asumido a cabalidad con estas obligaciones.
Entonces, jugar es un asunto serio.
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Ahora bien, ¿qué es jugar? Jugar implica la capacidad, libertad y posibilidad que puede tener un niño o niña para explorar su entorno a través de un conjunto de actividades que se realiza por iniciativa propia, por placer, sin seguir las reglas del mundo adulto. Responde a la necesidad de mirar, tocar, experimentar, imaginar, aprender, expresar, comunicar y crear. Jugar estimula la inteligencia, la afectividad, la creatividad y la sociabilidad. Es así como el desarrollo y aprendizaje tiene al juego como uno de sus pilares fundamentales.
Jugar proporciona una fuente inagotable de placer, satisfacciones y experiencias. Jugar es mucho más que tocar un juguete. Al jugar se tiene que romper las rutinas cotidianas, dar la oportunidad a los niños de manifestar su creatividad, permitir experiencias sensoriales y exteriorizar los miedos, angustias y preocupaciones a través de la acción.
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¿Qué necesitamos para jugar?
Jugar necesita al menos cuatro condiciones, a falta de ellas el juego no existe el juego.
Necesitamos tiempo para jugar. No puede ser una experiencia corta o escasa en el tiempo. El soñar, crear, construir e inventar necesitan tiempo suficiente y respetar los ritmos de cada niño. La imaginación no es instantánea, el tiempo contribuye a vivir la experiencia y aprender de ella.
Necesitamos espacios para jugar. El juego tiene que ser seguro, por ello debemos tener áreas para jugar con libertad.
Necesitamos a otro para jugar. Jugar es una experiencia de socialización, otros niños incluso los padres o adultos cercanos, tiene un rol importante en el juego. Los juegos compartidos los niños aprenden a conocer a los demás, a comunicarse, asumir retos y aprender lo que se espera de ellos. Jugar solo también es una opción, pero se limita los beneficios que presenta el compartir con tras personas.
Necesitamos herramientas para jugar. Disponer de juguetes o cualquier otro recurso que estimule y apoye la actividad lúdica. Para un niño cualquier objeto puede convertirse en un juguete para un niño. Lo importante es el significado, la utilidad y la vinculación al instrumento para jugar. Una caja, una hoja, una sábana pueden ser herramientas para un juego novedoso, constructivo y divertido.
¿Los padres y madres pueden jugar?
Los padres y madres no solo pueden sino deben jugar con los niños. El adulto ayuda a construir una experiencia significativa a los niños. La falta de tiempo, de interés, la preocupación por el ruido, tutelar el juego, son algunos saboteadores de la experiencia. Es necesario que las familiares se involucren e interactúen en el juego con una actitud abierta, positiva y de satisfacción propia.
En Cecodap promovemos el derecho al jugar como una oportunidad irremplazable de aprendizaje. Es necesario, en un momento complejo y lleno de adversidades, retomar la ilusión del juego y defender el juego como derecho y una necesidad para los niños y para los adultos.