¿Una «nalgada a tiempo»?, conoce las implicaciones del castigo físico en el desarrollo de tus hijos

Imagínese que usted está en su trabajo. Un día típico, cumpliendo con todas las labores habituales. En una de las tareas que su jefe le solicita, usted cometió un error. Su jefe se aproxima, le grita por el error cometido y le pega con una correa. Usa un castigo físico para educarle y que no vuelva a repetirse el mismo fallo en el futuro. 

Pensemos. ¿Cómo nos sentiríamos en esa situación? ¿Qué haríamos? ¿Ese acto del jefe, orientado a la enseñanza, realmente nos muestra cómo no equivocarnos? ¿Realmente nos enseña cómo deberíamos hacer el trabajo? ¿Cómo se sentiría usted después en relación a su jefe?

Quizás las respuestas a estas preguntas puedan ser muy variadas: pudiéramos encontrar distintas emociones como rabia, miedo o tristeza. Distintas respuestas como quedarse callado y paralizado o más bien responder también de forma agresiva. Quizás después la relación con nuestro jefe se vería deteriorada. Además, evidentemente, ese castigo no nos enseña cómo evitar el error ni cómo hacerlo mejor. 

Dile no a la «nalgada a tiempo»

El castigo físico se entiende como todo acto en el que se utilice la fuerza física y que tenga por objeto causar cierto grado de dolor o malestar, aunque sea leve. Esta práctica se ha utilizado a lo largo de generaciones con la intención de educar a los niños y adolescentes y se puede presentar de distintas formas, tales como golpear, pellizcar con la mano, dar una nalgada o hacer uso de algún objeto, dependiendo del nivel de intensidad del dolor/malestar que se quiera ocasionar. 

Y como todo aspecto cuya raíz se encuentra en lo tradicional de una cultura, este método se ha visto en gran medida normalizado y considerado como la forma obvia de enseñar buenas prácticas y valores a los más jóvenes.  En esa misma medida, podemos encontrar grandes resistencias para cuestionar si realmente es una práctica efectiva, o incluso, para considerar si este método pudiese ocasionar algún efecto adverso en los jóvenes.

¿Qué pasa después del castigo físico?

Ahora bien, teniendo en mente esta reflexión, podemos entender que el castigo físico es ineficaz y, además, puede tener algunas consecuencias negativas en quienes lo reciben. 

La aparición de unas u otras de las consecuencias negativas va a depender de muchos factores, pero es importante saber que nadie sale ileso cuando de castigo físico se trata y que los efectos secundarios son preocupantes: 

  1. Produce un deterioro en la relación entre quien aplica el castigo y quien lo recibe. 
  2. Genera un modelamiento negativo de cómo afrontar el comportamiento indeseable en los demás. Es decir, se pueden desarrollar conductas agresivas.
  3. Es posible que quien recibe el castigo físico también aprenda a ser una víctima en sus relaciones interpersonales, tolerando en el futuro relaciones de maltrato y violencia. 
  4. Es posible desarrollar alteraciones del estado de ánimo, tales como depresión o ansiedad. 
  5. También se ha relacionado con la aparición de conducta delictiva o antisocial, por ejemplo, ausencias injustificadas, robo, uso de drogas, entre otros. (Reeve, 2010)

Ahora que sabemos las implicaciones del uso de castigo físico, es posible evitarlo y sustituirlo por herramientas de enseñanza más eficientes basadas en el amor, la calidez, la empatía y la estructura, tal como lo plantea el modelo en Disciplina Positiva