La rabia es una de las emociones básicas de los seres humanos. Nos embarga cuando por alguna razón percibimos que somos tratados de manera injusta, nos sentimos heridos o se nos dificulta la consecución de una meta importante para nosotros. Generalmente es una emoción que nos predispone a la acción, buscando protegernos de aquello que nos lastima y nos lleva a sentirnos de esta forma.
Existe la creencia de que la rabia es una emoción negativa, por lo que debe ser suprimida, evitada e ignorada. Esto ha llevado a un manejo de esta que resulta en explosiones de agresividad, violencia y conflictos. Entonces se perpetúa esta visión negativa de una emoción perfectamente natural.
No hay emociones positivas o negativas. Esta es una atribución que hacemos nosotros en función de cómo nos hacen sentir y de la manera en cómo actuamos cuando estamos bajo alguna de ellas. Cada una de las emociones tiene ventajas y desafíos, los cuales dependen del manejo que les demos en el momento en que se presentan.
En el caso particular de la rabia, los desafíos pueden ser más evidentes que las ventajas. Bajo un manejo inapropiado de esta emoción una persona puede actuar agresivamente, realizar acciones violentas que busquen perjudicar a los demás o, por el contrario, dirigir esta agresividad hacia sí.
Un buen manejo de la rabia nos impulsa a la acción. Nos lleva a buscar protegernos de aquello que nos hace sentir amenazados, a defender nuestros derechos o los de otros, establecer límites necesarios y conservar nuestros espacios sin agredir al otro. Porque el “truco” no reside en escapar de esta emoción cada vez que se presenta, sino en desarrollar la capacidad de expresarla, drenarla y si la ocasión así lo permite, usarla. Al contrario, una gestión poco adecuada de la rabia puede devenir en la ira como expresión más destructiva de esta emoción, generalmente agresiva, irracional y con poca capacidad de solucionar.
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Conoce a tu cerebro
En primera instancia es importante entender un poco sobre cómo funciona nuestro cerebro.
A grosso modo, se podría decir que hay tres partes elementales en el cerebro:
- La capa exterior, mejor conocida como corteza, es la que nos permite razonar, pensar, predecir lo que sucederá y tomar decisiones. Podríamos decir que es nuestro “cerebro pensante”.
- Por otra parte, dentro del cerebro se encuentra el sistema límbico, particularmente la amígdala, la cual consiste en el centro emocional, que nos permite sentir felicidad, tristeza, rabia o miedo. Lo podemos considerar nuestro “cerebro emocional”.
- Finalmente, en la parte inferior del cerebro se encuentra el tallo cerebral, que controla las funciones más básicas de nuestro cuerpo, como respirar, el latido de nuestro corazón, dormir, la presión arterial, entre otros.
Cuando nos sentimos calmados, nuestro cerebro pensante es quien tiene el mando de nuestro comportamiento, por lo que constantemente estamos tomando decisiones sopesadas, analizando nuestro entorno, haciendo inferencias y considerando el impacto y consecuencias que pueden tener nuestras acciones.
Sin embargo, cuando nos alteramos, el cerebro emocional y el tallo cerebral empiezan a tomar el mando. Nuestro corazón y respiración se aceleran, nuestra presión arterial aumenta, los músculos se tensan y nuestro comportamiento pasa de ser medido y racionalizado a ser impulsivo. En algunos casos agresivo, llevado primariamente por nuestras emociones (funciones del sistema límbico). Estas reacciones no son pensadas, ya que en esos momentos el cerebro pensante no está a cargo de nuestro comportamiento, lo que puede llevarnos a hacer o decir cosas de las que más adelante nos arrepentimos.
¿Cómo manejar la rabia?
Ahora, es importante tener en cuenta de que esta situación no es irremediable. Para poder mantener a nuestro cerebro pensante a cargo durante las situaciones que nos alteran emocionalmente, particularmente cuando sentimos rabia, podemos seguir algunas recomendaciones:
– Tomar consciencia de la emoción
Debemos analizar cómo suele ser nuestra reacción cuando sentimos rabia. Cómo son nuestros pensamientos, nuestras sensaciones físicas y cuales situaciones son las que nos hacen sentir de esta forma. Así podemos prepararnos para enfrentaremos a una de estas situaciones y en qué momento debemos retirarnos a recomponernos cuando estamos próximos a perder el control ante cerebro emocional.
De igual forma, con este punto se integra la capacidad de aceptar la rabia y cómo nos hace sentir. Esto no significa actuarla de forma irracional, implica no acudir a reprimirla, esconderla o negarla, sino ser abiertos sobre cómo nos hace sentir la situación y reconocer esa información que nos ofrece sobre nuestra relación con el entorno.
– Comunicar asertivamente
Dejar saber a los demás cómo nos hacen sentir permite establecer un ambiente de comprensión, en el que los demás entiendan por qué actuamos de cierta forma.
No necesariamente debemos solucionar una situación compleja cuando nos sentimos de esta forma, pero podemos darnos a entender diciendo: “en estos momentos estoy muy molesto/a. Prefiero que solucionemos esto cuando pueda estar un poco más calmado/a”. Si hace falta, retirarnos a darnos un espacio para calmarnos.
– Aprender a calmarnos
Al igual que la rabia se expresa de manera diferente para cada persona, también las estrategias para calmarnos funcionan a distintos niveles para todos.
Hay personas que practican ejercicios de respiración durante el momento en el que se sienten molestos. Otras personas prefieren retirarse por un determinado período de tiempo para volver cuando se sientan más tranquilos. También hay quienes logran mantener un nivel controlado de rabia que les permite actuar de forma racional, para al mismo tiempo buscar soluciones que puedan ser beneficiosas. Buscar la estrategia que mejor se adecúe a nosotros nos da herramientas para manejarnos durante estas situaciones de la mejor manera posible.
– Liberar las tensiones
Puede ser a través de la actividad física, como el ejercicio, la expresión artística como la escritura o el dibujo; o relaciones sociales, hablando con alguna persona con quien nos sintamos cómodos para contarles sobre lo que pasó.
La rabia es una emoción muchas veces controvertida y difícil de manejar. Esto no quiere decir que es mejor rendirnos a sus efectos en nuestro cuerpo. Por el contrario, la rabia puede ser una oportunidad para conocernos a nosotros mismos, sobre qué nos hace sentir de esta forma y cómo podemos manejarnos de una forma adecuada, tomando en cuenta nuestra propia individualidad.
Recordemos que no existen las emociones negativas o positivas. Solo son emociones. Son parte de nuestra experiencia como seres humanos, por lo que también es bueno tener en cuenta que a veces lograremos manejar adecuadamente la rabia, pero quizá a veces no; lo cual puede ser una oportunidad aprender de nuestros errores, y buscar elementos que nos permitan hacerlo cada vez mejor, teniendo paciencia con nosotros mismos y siendo resilientes frente al manejo de esta emoción.
María Laura Hernández
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