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Excelencia académica

¿Es que ahora la excelencia académica se premia con bullying? #AdolescentesTomanLaPalabra

En mi colegio hay una competencia insana por el premio de excelencia académica. Al principio, todo era tranquilo en la escuela.  No había una dichosa competencia por ese galardón a las mejores calificaciones. Era solo un reconocimiento. En sexto grado, me gané ese premio, con mucha ilusión. Pero, mis compañeras de clases, haciéndose las tontas, me empezaron a acosar.

Empezaron a pasar cosas dentro del salón que, con sinceridad, no me hacían sentir nada bien. Un día me lanzaron un pelotazo en la cara que me dejó un morado por varios días. Como la pelota era de tela una de mis compañeras dijo, riéndose, que no dolía. Las otras cinco la apoyaron. Yo me sentí muy mal. En otro momento, ellas destruyeron las carteleras que todos hicimos con bombas de agua.

Me enfadé mucho con esa actitud. Hablé con la coordinadora (actualmente no está en la escuela) y no ayudó a solventar el problema para nada. Lo empeoró. Fue al salón y, delante de todos, me dijo que tenía que señalar y nombrar quiénes habían dañado la cartelera.

Tiempo después, para un trabajo de Castellano, una de ellas pidió ayuda a los compañeros del salón para representar papeles por el Día de la Mujer. Les dije que podía ayudar investigando un personaje y representarlo. La que funge como «líder» dijo que estaba bien, me asignó un personaje. El día de la presentación me dejaron afuera. No sabía qué hacer.

Pese al acoso seguí yendo a clases. Un día el profesor de Castellano pidió que realizáramos unos dibujos para la cartelera y que la líder de las niñas que me acosaban recibiría los dibujos. A mí me hizo repetir los míos 3 veces, hasta que el profesor dejó que se lo entregara a él.

Después me empezaron a lanzar taquitos en plena clase. No decía nada para no interrumpir a los profesores. Un día, me harté de la lanzadera de taquitos y le escribí un acta de incidencia a la coordinadora.

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Luego de eso, alguien me empujó por las escaleras del colegio. Afortunadamente no tuve fractura, pero me raspé brazos y piernas y se me rompió el uniforme. Aún no se quién me empujó. Seguí yendo a las clases.

Soy resiliente. Eso me lo enseñaron en casa. Pero, no siempre ir a la escuela es emocionante.

Un día, para unas de las clases, mi profesor pidió hacer una exposición y tenía que llevar un disfraz. Mientras me cambiaba en el baño, una de niñas me abrió la puerta. Aún me cambiaba. Eso me generó mucha molestia y vergüenza. Se justificó y me dijo que supuestamente se le resbaló la puerta. Tuve que hacer otro reporte de incidencia.

Cuando la confrontaron, se victimizó e incluso comenzó a llorar. Fue indignante. Le creyeron a ella. Es la misma persona que incita a mis demás compañeros de clases a que no me hablen y me ignoren.

Después de eso fui a Cecodap. Allí, Oscar Misle, Fernando Pereira y un grupo de psicólogos hablaron conmigo, me brindaron herramientas para lidiar con esta situación, así como recomendaciones para que no siguiera el acoso escolar.

Hasta ahora, no han ocurrido más «accidentes», pero todavía les guardo mucho rencor.

Desde esa experiencia, no quiero participar en los actos del colegio ni en los preparativos de mi graduación. Pero, aún me siento orgullosa del premio que gané con mucho esfuerzo.

En Cecodap lo aprendí y le agradezco su acompañamiento para superar estos problemas y atacarlos de frente.

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