La adolescencia puede ser una etapa exigente y retadora. Estamos seguros de que ningún padre o madre de adolescentes nos rebatirá esta idea. Pero, ¿por qué? Los cambios que se viven en la adolescencia son muchos y de un momento a otro, padres y cuidadores se encuentran en un terreno desconocido, con muchas dudas y miedos pero con la misma responsabilidad de orientar y acompañar, aunque al comienzo no se sepa cómo.
De igual manera, las creencias de nuestra cultura acerca de esta etapa suelen girar en torno a un conjunto de aspectos negativos, por lo que muchas veces la miramos llenos de prejuicios y expectativas, dejando a un lado todos los aspectos positivos que trae consigo.
¿Lo más importante?
Tener apertura para comprender desde la empatía los cambios que vive el/la adolescente. Identificar sus necesidades y encontrar nuevas formas de estar presente para contribuir a que éstas sean satisfechas. Ya no es un niño, pero tampoco es un adulto y aún necesita de nosotros.
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¿Qué esperar de ese adolescente?
Es esperable que:
- Las relaciones con los compañeros tengan prioridad sobre las relaciones familiares.
- Ejerciten el poder personal y la autonomía queriendo imponer su punto vista.
- Exploren nuevos gustos e intereses.
- Experimenten cambios de humor constantemente.
- Tengan una gran necesidad de privacidad.
- Se vean a sí mismos como omnipotentes y sabios.
- Le den mucho peso a la opinión de sus semejantes, por lo que buscan encajar.
Sabemos que todo esto puede ser difícil de procesar para los padres a cargo. Hay recordar que los adolescentes están descubriendo sobre la marcha cómo manejarlo y al mismo tiempo ser reconocidos, valorados y sentirse a gusto en su entorno social y familiar. De manera que el apoyo que se les brinde para transitar por estos cambios es clave.
Un aspecto fundamental de este acompañamiento es el aspecto emocional, pues los cambios hormonales también hacen de las suyas por lo que puede haber mayor grado de irritabilidad y fluctuaciones en su estado de ánimo. Pueden tender a ser demasiado sensibles ante algunas circunstancias y pueden tener dificultades para comprender y manejar su emocionalidad.
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Estrategias para padres
Les compartimos algunas estrategias para ayudarlos a procesar ese torbellino de emociones y con ello contribuir a disminuir los conflictos que se generan producto de esto.
- Estar atentos a las señales que indican un cambio emocional. Gestos, cambios en el tono de voz, cambios de conducta. Esto nos servirá como insumo para reconocer cuándo el/la adolescente está afectado y requiere de apoyo.
- Incentivar la comunicación emocional en la familia utilizando las frases “me siento” y “te siento”. Utilizar el «me siento» para evitar hacer juicios o ataques. Por ejemplo: «me siento mal cuando te hablo y me ignoras», «me alegro que tus amigas te hayan invitado, sé que era importante para ti». Por su parte, hacer uso del «te siento» para dar nombre y validar sus emociones: “te siento triste…”. Esto contribuye a generar conciencia emocional, la cual implica reconocer los sentimientos a medida que ocurren.
- Escuchar activamente. Algunos adolescentes pueden tener dificultades para compartir sus sentimientos pero si nos mostramos disponibles, atentos y sin ánimos de juzgar, eventualmente lo harán.
- Ayudar a procesar lo que sienten respetando y aceptando no solo lo que está sintiendo, sino también el motivo. Evitemos minimizar las situaciones o problemas que les causan malestar, realmente éstas son más importante de lo que creemos y es importante que le demos valor a eso que está experimentando.
- Determinar en conjunto lo que se puede hacer para manejar la emoción y la situación que le ha generado. En caso de no haber disposición a realizar esto, informar que se estará disponible por si necesita ayuda para idear alternativas. Ejemplo:
Padre/Madre: Te siento molesta. ¿Qué te pasó?
Adolescente: ¡Nada!
Padre/Madre: Supongo que pasó algo en el colegio con tus amigos o los profes, ¿no?
Adolescente: Con los profes no
Padre/Madre: ¿Alguien te ha decepcionado?
Adolescente: Pues sí!… no le importó que yo lo estuve esperando para despedirme
Padre/Madre: Hablamos de ese chico que te gusta entonces…
Adolescente: Pues es un desconsiderado, es todo una porquería.
Padre/Madre: Ya entiendo. Es normal que te parezca todo una porquería y supongo que si pudieras elegir mañana ni irías a clase, ¿no?
Adolescente: Sí
Padre/Madre: ¿Te apetece hablar de ello un rato? Creo que puede hacerte sentir mejor.
Promover el autocontrol
Así mismo, también es importante ayudarlos a desarrollar el autocontrol. Lo modelamos con nuestra propia reacción y al mismo tiempo, puede resultar útil:
- Promover la realización de las pausas cuando se evidencie que el adolescente está alterado o haya expresiones poco amables. Una vez que haya tenido la oportunidad de calmarse, se puede retomar la conversación y evaluar cómo solventar la situación.
- Enseñar la técnica de las preguntas: Muestra a tu hijo/a que para prevenir decir algo inadecuado existen tres preguntas que pensar antes de contestar: ¿es necesario decir esto?, ¿contribuye a mejorar la situación?. ¿es este el momento adecuado? Por otro lado, si tu hijo/a es más introvertido y a menudo siente que no expresa lo que siente o piensa, invítelo a preguntarse: ¿me arrepentiré de no hablar más tarde?, ¿cómo puedo expresar esto con respeto?, ¿me sentiré mejor al expresar esto?