«Mi hijo le tiene miedo a todo, ¿qué sí y qué no debo hacer?»

Resulta bastante común escuchar a madres y padres de niños y niñas pequeños decir que están preocupados porque sus hijos “le tienen miedo a todo”. Al preguntar sobre esto, probablemente contarán que sus hijos no quieren dormir en sus camas, que les da miedo bañarse solos, que no les gusta andar por la casa sin su compañía o que le temen a los espacios oscuros y silenciosos. En fin, que sienten que los niños están tranquilos sólo si tienen a sus padres cerca. Y la verdad es que es así. Los padres son la principal fuente de seguridad y confianza para ellos. Ahora bien, ¿es normal que tu hijo le tema a varias cosas? Hasta cierto punto, sí.

A partir de los tres años aproximadamente, los niños comienzan a trabajar capacidades y a ejecutar comportamientos que favorecen el desarrollo de su imaginación: los juegos, las películas, los cuentos e incluso las canciones. Todos, representan estímulos que constantemente están proporcionándoles información y que, debido a que en esta etapa ellos no son capaces todavía de distinguir entre la realidad y la fantasía, serán susceptibles a que su creatividad los convierta en monstruos, villanos, fantasmas o cualquier otra fuente que genere temor.

Este comportamiento es característico de la infancia temprana. Forma parte de su descubrimiento del mundo y no tiene por qué interferir en el desarrollo esperado. Sin embargo, debemos recordar el importante papel que tenemos los adultos -sobretodo, los padres- en el proceso por el que deben pasar los niños para vencer sus miedos y construir desde pequeños seguridad y confianza en sí mismos. Por esta razón, resulta crucial saber qué cosas podemos hacer para guiarlos, protegerlos, tranquilizarlos y hacerles ver que el “monstruo detrás de la puerta” es simplemente su ropa guindada.

¿Y qué debo hacer?

1. Ponte en su lugar

Muchas veces los adultos no somos capaces de recordar cómo nos sentíamos cuando teníamos cierta edad. Nos puede costar comprender el miedo que puede estar sintiendo nuestro niño frente a cosas que para nosotros no representan ninguna amenaza.

Al notar que tu hijo está asustado por alguna cosa o situación, lo primordial debe ser intentar comprenderlo, empatizar con él y con sus sentimientos para así poder contenerlo y aconsejarlo.

Intenta recordar alguna situación que hayas vivido cuando eras pequeño y observa por unos momentos el malestar que te hacía sentir esa cosa que tanto miedo te daba. Una vez que lo hayas recordado, podrás conectar de mejor manera con lo que ahora está viviendo tu hijo.

2. Dale herramientas

Es probable que en ese momento tu niño esté alterado, asustado y nervioso. Nuestro papel en esa situación debe ser el de ayudarlo a calmarse, a regular la activación fisiológica y poder conducirlo nuevamente a la estabilidad que ha perdido.

Las técnicas de respiración y relajación, la imaginación guiada -ayudarlo a imaginar una situación que represente para él un sitio seguro-, la repetición de frases -o “mantras”- o incluso el contar con un “amuleto” de seguridad -peluche, una manta especial, etc- son técnicas efectivas que ayudarán al niño a recobrar la tranquilidad.

3. Hazlo razonar

A pesar de ser pequeño, los niños pueden entender más de lo que nosotros creemos. Una vez que esté más calmado y que hayas logrado contenerlo, puedes ayudarlo a analizar la situación y hacerle ver que no hay una amenaza que ponga en peligro su vida porque, para empezar, tú no lo permitirías.

Si le teme a una sombra en la pared, ayúdalo a comprender el origen del fenómeno: explícale cómo se originan las sombras y juega con él a hacer figuras en la pared de manera que note que no tiene necesariamente que significar un peligro sino, por el contrario, podría ser algo divertido.

4. Luchen juntos

El que hayan hecho todo lo anterior no significa que tu hijo ya habrá perdido el miedo a aquella cosa que le asustaba.

Es importante que lo acompañes en la lucha contra sus miedos y que no le evites el enfrentarse a ellos. Si tu niño le teme, por ejemplo, al mar, no dejes de ir a la playa por no exponerlo: vayan juntos. Acércate poco a poco junto a él, acompáñalo y llévalo progresivamente a que se mojen los pies en la orilla. Si actúas con naturalidad, estarás transmitiéndosela y él, sin darse cuenta, se irá sintiendo cada vez más seguro. Recuerda que ellos son nuestro reflejo.
Ahora bien, además de aquellas cosas que podemos hacer para apoyarlos, es importante recordar también aquellos comportamientos que debemos evitar y que igualmente favorecerán la sensación de seguridad en tu niño.

Ojo con estas acciones

1. Evita crearle temores innecesarios

Parece obvio, pero muchas veces podemos caer en el error de asustarlos con historias o “amenazas” que creemos inofensivas pero que pueden tener efectos negativos. Lo hacemos buscando que los niños obedezcan y se comporten.

Contarle historias a tu hijo sobre cómo no debe abrir las gavetas de papá porque allí hay un dragón o cómo si sigue gritando se lo daremos al “señor policía” para que se lo lleve, son ejemplos de cosas que muchos padres pueden decirle a los niños y que favorecen la actitud miedosa en ellos.

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2. No te burles

Como adultos, sabemos que muchos de los temores que sienten los niños no son peligros reales. Pero, para ellos realmente representan una amenaza que les genera angustia y malestar y es nuestro papel brindarles comprensión, apoyo y cobijo.

Podemos evitar decir cosas como: “los niños grandes no le tienen miedo a la oscuridad”, “¿cómo te va a dar miedo dormir en tu cama? Ni que fueras un bebé”.

Esos comentarios, a pesar de que se hacen buscando eliminar el temor en ellos, ocasionará todo lo contrario. No reducirá la intensidad del miedo y, además, hará que el niño se sienta cohibido a la hora de informarte lo que siente.

3. No lo expongas de forma radical

Si bien hace varias líneas atrás se explicó que no es sano evitarle a nuestros niños cualquier escenario que pueda generarles miedo, tampoco es producente que, con la intención de ayudarlos a superar algún temor o incluso fobia, se le exponga de manera súbita e intensa a aquel evento al cual le tiene tanto miedo.

Esos procesos tendrán buenos resultados siempre y cuando sean mediante aproximaciones sucesivas. Si tu hijo le teme al agua, lanzarlo a una piscina -así tenga flotadores- no será la estrategia más efectiva para ayudarlo a adaptarse.

4. No le regales tus angustias

Los adultos también somos humanos, es natural que nos den miedo muchas cosas y que incluso no sepamos lidiar con ellas. Sin embargo, permitir que los niños nos vean constantemente asustados reducirá aún más la sensación de control de la situación, se sentirán todavía más vulnerables, la intensidad de su temor probablemente aumente y seguramente adoptarán tus miedos a cosas que tal vez, en otras condiciones, no les causarían malestar.

Sé sincero. Explícale que aunque seas grande, tú también tienes miedo y que eso está perfectamente bien, pero que lo importante es aprender a controlarlo.

¿La cuarentena puede afectarles?

Es importante que recordemos que no es bueno condenar a nadie por sus miedos. El miedo es una emoción como cualquier otra y cuando lo sentimos es por algo.

Más allá de eso, el miedo es vital: representa una función adaptativa importante y es necesario que los niños acepten esta emoción para poder permitirse sentirla y prestarle atención cuando sea necesario. Debemos hacerles ver que todo se trata de un balance.

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Ahora en cuarentena, puede ocurrir que muchos de los miedos que ya nuestros niños habían logrado superar reaparezcan en sus vidas: es normal. Es parte de la situación que están viviendo -que les genera inseguridad y la sensación de vulnerabilidad- y puede mejorar fácilmente con el apoyo de los adultos a su alrededor.

Habla con ellos, recuérdales que el miedo puede evitarles muchos malos ratos o incluso daños graves, así como también puede privarlos de vivir experiencias maravillosas; la manera de alcanzar este equilibrio será enseñarlos a regular sus emociones, a evaluar qué tan justificado está su miedo, a identificar qué recursos tiene a la mano para manejarlo y a adentrarse valientemente en la lucha contra él.