El bully también necesita atención #AdolescentesTomanLaPalabra

Ya nos han dicho reiteradas veces: en el acoso escolar están implicados víctima, victimario y testigos. Al saber que el bullying implica una conducta sistemática de faltar el respeto al ejercer cualquier acto de violencia física o psicológica de un niño, niña o adolescente hacia otro y al saber que entre los afectados en esta forma de violencia se encuentra el bully, es conveniente revisar el tema desde otro punto de vista. Hagámoslo ahora desde la perspectiva del victimario, el agresor.

Cuando se habla del bullying, surgen las mismas preguntas: ¿Cómo ayudamos la víctima?, ¿cómo cuidamos la salud mental de la víctima?, ¿qué hacemos con los cómplices voluntarios e involuntarios?, ¿qué medidas podemos adoptar para reducir el bullying en las escuelas? Y aunque son de importancia extrema abordarlas, lo cierto es que hay un punto que a veces se deja de lado.

La mayoría de las personas no se plantea el qué está ocurriendo del lado del victimario, solo se buscan represalias, castigos o medidas para frenarlo. No siempre el cuerpo docente o las autoridades en los colegios se preguntan activamente la razón por la que el agresor actúa de alguna manera.

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La violencia forma un círculo vicioso

Cuando nos sentimos mal por algo, suele pasar que nos desquitamos o descargamos esa rabia con el exterior. A veces agredimos a otras personas y estas luego se sienten mal. Se repite el círculo. Entonces, la violencia genera más violencia. Por ese motivo, es prudente decir que el victimario pudo haber sido una víctima y es importante tomar en cuenta el contexto en el que vive.

Más allá de las medidas drásticas que se deben tomar, saber si el victimario fue una víctima de violencia, nos dará luces sobre la razón detrás de una agresión. En Cecodap, nos enseñaron que al tener más contexto de la situación de todos los implicados en el acoso podemos preguntarnos «¿qué hago con esa información?, ¿cómo hago para ayudar al victimario a reincorporarse sanamente a la sociedad?».

Contextualizar y trabajar en pro de la convivencia nos puede quitar estigmas sobre los victimarios del bullying, puesto que no son crueles, despiadadas o sin corazón.

Los podemos ver como otra víctima de la violencia. Ahora en vez de represalias, hay que buscar la manera de darle atención psicológica, preguntarle qué ocurre, analizar el contexto familiar de esa persona y tratar de buscar la razón por la que la persona actúa de esa manera.

Otro aspecto importante, se debe determinar si bullying solamente se comete hacia una persona o hacia un grupo de estudiantes en particular; de este modo podríamos entender mejor el actuar del agresor (aclarando que entender no es lo mismo que apoyar).

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¿Hay una manera para hacer que la víctima y el victimario se hagan amigos?

Por mi experiencia y la de los compañeros de #AdolescentesTomanLaPalabra, cuando se abordan los casos de bullying, las propuestas suelen ir a una misma solución. «Ustedes deberían llevarse bien, hagan las paces, discúlpense y sean amigos». No es tan fácil decirle a una víctima que se lleve bien con alguien que le hizo la vida imposible. Es algo un poco contraintuitivo. Así como tampoco va a ser fácil que el victimario se abstenga de molestar a sus compañeros de clase al primer intento (no es improbable, pero es extremadamente complejo).

Por lo que no, a veces, no pueden ser amigos, sobre todo cuando aún se sigue lidiando con la situación y no se atiende las causas. No es algo que se deba forzar. Aunque es importante frenar las actitudes violentas y aliviar el ambiente tenso. Como se ha mencionado, todas las medidas de protección que se han dicho para las víctimas, deberían también aplicarse para el victimario.

¿Escuchar la versión del victimario puede cambiar algo?

El agresor tiene derecho a ser escuchado y comprendido. Se tiene la creencia de que comprender es lo mismo que apoyar y no es así. Entender y escuchar al agresor puede ayudar a sensibilizarlo.

Si una persona le enseña a un agresor lo que es la empatía, a través del ejemplo, es probable que el agresor acepte las consecuencias de sus acciones y en vez de evadirlas, crezca como individuo. Permitiéndole reconciliarse con la víctima, y por qué no, ser un buen amigo para sus compañeros de clase.

¿Qué hay del ciberacoso?

Es una situación diferente. Las medidas que se deben tomar son distintas. Según el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), el ciberacoso es cuando las bromas entre amigos y los comentarios por las redes sociales suben de tono y el receptor del «chalequeo» no se siente cómodo con la situación. Claro, todo esto hablando de manera muy resumida.

Una vez identificamos las acciones que se consideran ciberacoso, pasamos al contexto del victimario. Unicef señala que, inicialmente, podríamos identificar si la familia está enterada de que el niño, niña o adolescente, comete bullying de manera virtual. Además, hay que ver el por qué lo hace virtualmente y no de manera presencial, para finalmente hacer el mismo análisis a nivel social y psicológico del que se ha estado hablando. Se reitera la necesidad de conocer el motivo por el que se comete el acoso.

Como adolescente podría entender que la gran mayoría de las veces, el acosador actúa por motivos como problemas de autoestima propios sin resolver, por lo que, disminuir a los demás lo empodera y lo «ayuda» a lidiar con sentimientos de ira internos. Entonces, se podría trabajar con ese bully temas para tener autoestima.

Haber encontrado la principal motivación para descargarse por las redes, puede ayudar muchísimo a encontrar una solución. En las escuelas tienen que hablar también de los espacios digitales. Es relevante concientizar y recordar que incluso en las redes sociales nuestras acciones tienen consecuencias.

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Para cerrar…

La salud mental en niños, niñas y adolescentes es un tema que se ha estado tocando a lo largo del año escolar pasado. Muchos lo dejamos en segundo plano hasta que la pandemia llegó. Eso cambió el cómo los niños, niñas y adolescentes se desenvuelven socialmente, haciéndolos más críticos, pero a su vez, más propensos a sentir emociones profundas.

En los espacios de participación de Cecodap, a través del grupo de #AdolescentesTomanLaPalabra, hemos reflexionado sobre cómo enseñar a manejar las emociones es fundamental para la prevención del acoso. Es necesario brindar herramientas para poder sobrellevar situaciones negativas, que no se niegue la rabia o la tristeza, sino que se sepa cómo afrontar las situaciones estresantes. Si una persona niega sus sentimientos, se vuelve al círculo vicioso. No expresar las emociones de manera correcta o reprimirlas, provocará que el niño, niña o adolescente lo haga de manera negativa y el objetivo es que todo es la convivencia pacífica.

Acudir a un servicio de atención psicológica para el agresor también es fundamental. Siempre hay espacios que nos ayudan a lidiar con nuestras emociones de manera positiva. Por ejemplo, fue en Cecodap que aprendí a manejar mis sentimientos negativos, para no dañar a los que están a mi alrededor. Ligado al tema, con el servicio de atención psicológica que se brinda, los jóvenes podemos ser guiados de la mejor forma, para evitar escenarios más desagradables que un «simple» caso de bullying.

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