HIAS y UNICEF revelan la realidad de las niñas y adolescentes migrantes en Latinoamérica

La migración también tiene cara de una niña. El desplazamiento de la niñez y la adolescencia en Latinoamérica tiene sus complejidades basada en el género. Las niñas y adolescentes no solo se ven expuestas al trabajo forzado, la violencia sexual y social, sino que también son propensas a vivir situaciones de revictimización por su raza, género y nacionalidad.

El informe Cartografías Afectivas Migrar es como Volver a Nacer: Niñas y Adolescentes Migrantes, Desplazadas y Refugiadas en América Latina y el Caribe, presentando por la Unicef y la organización Sociedad de Ayuda al Inmigrante Hebreo (HIAS con sus siglas en inglés), no solo detalla las situaciones que viven las niñas y adolescentes migrantes. También se enfocan en solventar la situación actual a las que se ven expuestas durante sus procesos migratorios.

“Tanto HIAS como Unicef comparten la preocupación por el escaso protagonismo que tienen las niñas y adolescentes migrantes, refugiadas o víctimas de desplazamiento forzado en las discusiones que mantienen los gobiernos en las plataformas de gobernanza regional que abordan y diseñan las políticas migratorias”, se lee en el documento.

Durante la presentación del informe, para conmemorar el Día Internacional del Refugiado, Cristina García, directora regional para América Latina y el Caribe de HIAS, explicó que se necesitan apoyo de las necesidades básicas de las niñas, así como “hay que doblar esfuerzos para responder a la situación de desplazamiento forzado de niños, niñas y adolescentes”.

Jeannette Tineo Durán, psicoterapeuta e investigadora del HIAS, detalló que durante la investigación se centraron en ver las marcas y heridas, visibles e invisibles, de las trayectorias transfronterizas que afectan a las niñas y adolescentes antes, durante y después del proceso migratorio.

“Nos enfocamos en ver cómo las marcas del adultocentrismo, sexismo, racismo , clasismos y heterosexismo afectan a las niñas y adolescentes. En cada una de las dimensiones, la vida de las niñas y adolescentes se rehacen cada vez que pasan una frontera, así como las expectativas que hay sobre el proceso migratorio”, agregó.

Destacó que las niñas y adolescentes migrantes, desplazadas y refugiadas, sufren diversos impactos psicosociales, de distintos grados e intensidad, con consecuencias graves en la configuración de la expectativa vital e individual. “Una de las niñas migrantes consultadas, de 11 años de edad, nos dice que: ‘migrar es como perder todo, es como volver a nacer”, enfatizó.

Explicó que las niñas migrantes carecen de escenarios para compartir sus dolencias psicofísicas. “No cuentan con interlocutores de su confianza que las escuchen ni que les inspiren seguridad para reaccionar o denunciar cuando sufren situaciones de abuso o acoso en la casa, calle, en sus comunidades o instituciones públicas”, sostuvo.

La psicoterapeuta enfatizó que la mayoría de las niñas consultadas para el informe manifestaron inseguridades respecto a su imagen corporal, relacionadas con estereotipos raciales ligados al género, particularmente las niñas y adolescentes indígenas y afrodescendientes. “Existe una marcada desigualdad de género, en las tareas que realizan, dentro y fuera, de la casa. Las niñas y adolescentes enfatizaron que no disponen de tiempo ni lugares para la recreación, la autonomía y el ocio”, explicó.

Tineo sostuvo que varias de las niñas consultadas para el informe están expuesta o son testigo de la violencia que sufren sus madres a manos de sus padres y padrastros. “Suelen ser ellas quienes las sostienen, con un considerable desgaste emocional por presenciar el maltrato físico y emocional constante. En esos contextos también suelen estar expuestas al abuso o las agresiones sexuales”, agregó.

Meses en el camino

Jeannete Tineo, investigadora, sostuvo que muchos de los procesos migratorios son muy prolongados. “Son viajes que duran meses e incluso años; son peregrinajes que se realizan por tierra, agua y aire. Las que tienen historias de mayor violencia son aquellas que van a pie por las trochas o senderos muy peligrosos en los que se cruzan con militares y grupos al margen de la ley”, explicó.

En el informe se detalló que muchas de las adolescentes entrevistadas iniciaron la migración cuando eran niñas. “En ese camino pasaron de ser niñas a ser consideradas mujeres o adolescentes adultas. A medida que se van haciendo mayores, más exigencias se les imponen como cuidadoras, no se escuchan sus necesidades, incluso en contextos de acoso constante. De este modo, su percepción de libertad es muy limitada”, se lee en el documento.

Tineo enfatizó que las adolescentes migrantes se quejan de que a medida que van creciendo dejan de recibir esa atención, esas muestras físicas de afecto y de que se ignoran sus necesidades. “La migración y el desplazamiento forzado es para las niñas y adolescentes –excepto para las no acompañadas– una experiencia que las toma por sorpresa y sobre la que tienen poco poder de decisión”, sostuvo.

Tineo detalló que durante la documentación de los casos, las testigos enfatizaron que lo peor del trayecto es no saber lo que está pasando o lo que va a pasar y tienen que confiar en personas que no conocen. “Obviamente esta posición es considerablemente más dura para las que viajan solas. Muchas sienten culpa a raíz de las adversidades del camino, porque creen que se originaron a partir de algo que hicieron mal o porque actuaron indebidamente”, dijo.

Miedo en el camino

En el informe presentado por la Unicef y HIAS se detalló que las niñas y adolescentes migrantes conviven con el terror de ser atacadas sexualmente por personas desconocidas, vecinos e incluso familiares, tanto en el país de origen como en el paso transfronterizo.

“Las niñas están muy familiarizadas con situaciones graves o extremas de violencia. Algunas, debido a su precariedad económica, temen a la explotación sexual (desde su perspectiva, el intercambio de sexo para la supervivencia es vivido como un miedo concreto). Muchas de las adolescentes no acompañadas que viven en albergues tienen un gran temor a ser deportadas”, se lee en el informe.

Con base en los datos de la investigación realizada por HAIS y Unicef, se detalló que algunas adolescentes embarazadas o con hijos temen que el Estado les quite sus hijos o hijas, por estar ilegalmente en el país. “Por esa razón, muchas veces no concurren a los centros de salud y se exponen a partos inseguros”, subrayó.

En el informe se agregó que: “Debido a las barreras burocráticas en los sistemas educativos, temen no poder concluir sus estudios, sobre todo después de cumplir 18 años. También temen ser secuestradas, asaltadas o perderse durante el trayecto. Cabe destacar finalmente el temor a no poder crear lazos o vínculos de amistad en el país de llegada, algo crucial para la realización personal”.

Vínculos afectivos

Para los investigadores de HIAS, las niñas y adolescentes sienten incertidumbre desconfianza y miedo de las relaciones amorosas o sexo-afectivas. “La mayoría de los testimonios, incluso de niñas de 7 a 9 años, denotan pesimismo porque el amor es un espacio de coacción, frente al que tienen que desarrollar mecanismos de autodefensa”, se lee en el documento.

Además, se detalló que en las narrativas exploradas las figuras masculinas no resultan confiables. “La única excepción a esa percepción son los adolescentes y jóvenes que viven fuera de las capitales –«los del interior»– a quienes consideran más respetuosos”, se agregó.

HAIS enfatizó que muchas niñas y adolescentes también manifestaron dificultades para mantener relaciones amorosas, ya que sus familias suelen interponerse o prohibir esos vínculos; por tanto, suelen mantenerlos “a escondidas” o “sin permiso”.

“Las relaciones o uniones forzadas y tempranas de adolescentes no acompañadas con jóvenes o adultos mayores que ellas obedecen a la necesidad de contención afectiva y económica”, se lee en el documento que detalla que muchas niñas se ven obligadas a entablar relaciones en el plano amoroso con hombres mayores que ellas.

Los principales problemas

Acoso callejero, hacinamiento en las vivienda, violencia sexual y el trabajo forzado son las principales problemáticas identificadas en el informe del HAIS y Unicef sobre la migración de las niñas y adolescentes.

En cuanto a la vivienda, situación de hacinamiento es la característica principal de los hogares que destacan las niñas y adolescentes participantes del estudio. “Suelen vivir con muchas personas dentro de la misma casa (entre cinco y ocho). Es frecuente que convivan cuatro personas de su núcleo familiar en una habitación alquilada”, detalló.

En el documento se detalló que la falta de privacidad e intimidad, el deterioro de la salud mental y estrés constante por hacinamiento, así como, la exposición a prácticas de hostigamiento sexual por parte de familiares fueron las más destacadas por los investigadores en el informe. “También la ausencia de espacios propios para actividades educativas, de descanso o de juego y sobre todo, las constantes mudanzas que alteran la relación espacio-tiempo y limitan el arraigo”, agregó.

El hambre es una de las consecuencias que viven las niñas y adolescentes migrantes y refugiadas en los países de acogida y tránsito. En el informe, se detalló que muchas expresaron que pasan hambre. “También indicaron que en sus casas no hay dinero suficiente para una alimentación adecuada para su desarrollo psicofísico. Las entrevistadas desconocen cómo funcionan y cómo se activan los programas alimentarios”, se lee.

Para HIAS en donde más se manifiesta la exclusión , la estigmatización y la discriminación de las niñas y adolescentes es en el ámbito de la salud pública. “La percepción general de las entrevistadas es que si no estás enferma no debes asistir al sistema de salud. A esto se suman las barreras que enfrentan por no portar tarjeta sanitaria”, se lee en el informe.

En el informe se enfatizó que gran parte de las de las expectativas y aspiraciones de desarrollo personal de estas niñas y adolescentes están vinculadas a la posibilidad de estudiar. “La principal dificultad para acceder a la educación radica en la exigencia de documentos que certifiquen la condición administrativa en el país de llegada”, se detalló.

Otro hallazgo del informe es que todas las niñas y adolescentes participantes del estudio realizan tareas de cuidado en sus hogares. Además, muchas de ellas trabajan fuera de casa: realizan venta ambulante (negocios de bisutería o comida); cuidados de niños; limpieza de casas; cuidado de animales; dar clase (guardería); salón de belleza. Son las adolescentes embarazadas o madres solteras las que demandan con más fuerza acceso al mercado laboral.

“Las que trabajan con remuneración suelen utilizar el dinero como complemento del ingreso familiar y para gastos asociados con la higiene personal, los estudios, entre otros. Algunas, también, envían remesas a sus abuelas”, se lee en el informe.

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