¿La violencia contra la mujer solo la afecta a ella? Esta duda a veces puede pasar desapercibida en el activismo por los derechos de la mujer. Pero, en la práctica, a través del contacto que tenemos con niños, niñas y adolescentes en la consulta del Servicio de Atención Psicológica “Crecer sin Violencia” de Cecodap vemos que cuando se presentan casos de violencia entre los adultos hay un impacto directo en sus hijos.
A veces personas cercanas a un niño, niña o adolescente (por ejemplo, un docente) comentan que ven cómo este presenta alteraciones en su desarrollo integral, sentimientos de amenaza, dificultades de aprendizajes, adopción de comportamientos de sumisión o violencia con sus pares o alta tolerancia a situaciones de violencia. Se preguntan qué pasa, muy preocupados. De esas mismas personas, he escuchado comentarios como “no te metas en eso […] eso es un problema de pareja, ella sabe que él es así […] da cosa por los niños”. Estas frases me hacen preguntarme: ¿Es que acaso no ven la relación entre ambos hechos?, ¿hasta qué punto solo es un conflicto “típico” de pareja? ¿Hasta qué ocurra algo catastrófico?, ¿hasta que uno de los niños empiece a tener síntomas en otros contextos de su vida? En ese punto, sí será preocupación de la maestra, del vecino, de los familiares… ¿antes no?.
El imaginario de que niños y niñas no perciben la profundidad de su entorno persiste aún. Lo que no permite trabajar las causas originarias de los problemas de salud mental que pueden aparecer cuando ocurre un hecho de violencia contra la mujer en casa.
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Entendamos, no es fácil para ella
Una madre, al relatarme un episodio de violencia física contra ella por parte de su pareja, hizo principal énfasis en la reacción de sus hijos: » […] él vino hacia mí y me jaló por el cabello. Me caí al piso y los niños estaban allí, empezaron a llorar demasiado, yo no sabía qué hacer y él solo continuaba gritándome […] «.
Si un padre descalifica, insulta y/o agrede físicamente a la madre, los niños, niñas o adolescentes experimentan profunda angustia, la cual pueden expresar de diversas maneras: con llanto, golpear cosas para expresar su rabia, huir del lugar y hasta enfrentar al agresor por sí mismos.
Se debe comprender que una mujer dentro de un ciclo de violencia, muchas veces no logra ver que está dentro de él; la violencia no siempre se ve con un golpe. Para llegar a la agresión física, debieron pasar muchas otras cosas que posiblemente se normalizaron y fueron aumentando en intensidad.
Es de vital importancia la presencia de redes de apoyo con las que cuente la sobreviviente y sus hijos, para que puedan estar seguros. Muchas veces se le es extremadamente complejo a la sobreviviente hablar de lo que vive, porque la verdad, lo que vive no es justo, no es normal y mucho menos es merecido. Necesitamos fomentar en las familias la empatía, la no normalización de la violencia y sobre todo confianza; la cual, le permitirá a la sobreviviente pedir ayuda y sentirte segura cuando sienta miedo de la persona que promete todos los días “amarla, respetarla y no hacerte daño”, y sin embargo, lo hace.
El ciclo de la violencia
Es por eso que resalto acá que, la violencia también es: un insulto, gritos, intimidación, celos, obligación hacer la voluntad del otro y no la propia, control de finanzas, aislamiento, no respetar la privacidad, acosar, intimidar, obligar a tener relaciones sexuales, entre otros.
Luego de que el agresor realiza dichas acciones, las intenta encubrir con palabras y acciones halagadoras, tales como: “hago esto porque te amo, sabes que eres todo lo que tengo y si lo hago es porque tú también me haces ponerme así, perdóname, esto no volverá a pasar, te compre tú dulce favorito y tus flores favoritas […]”.
Justo en ese instante, estamos en la fase de “reconciliación” del ciclo de violencia. Aquí el agresor hace lo posible por manipular todo el escenario de violencia que ocurrió antes y hacer ver que NO fue violencia, sino parte de una dinámica “normal” por amor, aunado a la imposición de un sentimiento de culpa en la sobreviviente.
Y sí, la violencia es un ciclo, ya que, al empezar se suele pasar por sus distintas fases (acumulación de tensión, acto violento y reconciliación o luna de miel) una, otra y muchas veces. Las mujeres que se encuentran dentro de este ciclo, permanecen en él por diversas causas, muchas de ellas no cuentan con redes de apoyo que le permitan sentirse seguras para encontrar una salida, temen pedir ayuda ante el escenario de ser juzgadas, dependen económicamente del agresor, experimentan profundo miedo, están coaccionadas por el agresor, entre otras razones.
El miedo suele ser una de las principales emociones expresadas en pacientes que han sido sobrevivientes de violencia basada en género. Una de ellas una vez me refirió: «Yo siempre decía amén. Me daba cuenta de que él era violento y al mismo tiempo lo justificaba, tenía miedo, yo intentaba buscar alguna explicación para no reconocer realmente lo que yo y mis hijos estábamos viviendo».
A su vez, los sentimientos de inseguridad hacia sí misma y hacia el mundo se incrementan. “Sentí que me estaba aislando. Me asusté. Yo me di cuenta de que era demasiada agresividad, ¿por qué me quiere aislar de todo? Me daba miedo, yo me comencé a sentir insegura de todo”, me comentó una paciente.
Por su parte, las mujeres que logran hablarlo e incluso denunciar, en muchos casos también suelen ser víctimas del sistema judicial, el cual, gran parte de las veces no ofrece un acompañamiento cálido, respetuoso y justo a la sobreviviente ni a sus hijos.
Nos damos cuenta cómo el fenómeno de la violencia contra la mujer también es un asunto de índole mundial. Según la Organización de Naciones Unidas (ONU) una de cada tres mujeres sufre de violencia física y/o sexual alguna vez en su vida, generalmente infligida por su pareja.
En nuestro Servicio de Atención Psicológica “Crecer sin Violencia” de Cecodap, en el año 2021, se recibieron 167 casos de violencia, de los cuales el 82,6% correspondieron a casos de niñas, adolescentes y mujeres que se vieron afectadas por las distintas formas de violencia, como la violencia basada en género, la violencia sexual, violencia emocional, entre otras.
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En conclusión, se hace necesaria la obtención de datos oficiales sobre la violencia contra las mujeres en nuestro país, ya que, la ausencia de los mismos continúa siendo una limitación para la comprensión del problema. Es importante dar a conocer datos que reflejen no solo la cantidad de casos, sino las causas específicas y los fenómenos asociados a los mismos, que permitan la creación de políticas públicas y el desarrollo de programas dirigidos a la prevención y la atención de niñas, adolescentes y mujeres frente a las formas específicas de afectación de su salud mental y formas de violencia.
Isolmar Paradas
Licenciada en Psicología, con orientación psicodinámica, graduada de la UCAB y miembro del Servicio de Atención Psicológica, Crecer sin Violencia, de Cecodap. Mis líneas de trabajo son la crianza basada en el respeto, prevención de la violencia y la atención psicosocial a niños, niñas y adolescentes. Mi principal interés es la comprensión de las vivencias afectivas del ser humano para acompañarlo en el fortalecimiento de su bienestar
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