El miedo a expresarse en un niño puede ser la punta del iceberg de la crianza con violencia

En consulta solemos escuchar con frecuencia a padres en búsqueda de apoyo psicológico debido a que sus hijos presentan dificultades para expresarse con sus pares y comunicarse de una forma fluida con los demás. Observan que en el niño “hay algo que no está bien, debería ser más sociable y comunicativo”. Sin embargo, cuando iniciamos el proceso de exploración para encontrarle sentido a lo que le ocurre al niño o adolescente, notamos que en casa se implementan métodos de crianza desfavorables para el sano crecimiento y desarrollo del niño o adolescente. Estrategias que no siempre generan los cambios que los padres desean, pero aun sí, las siguen implementando. Incluso vemos señales en el paciente de violencia intrafamiliar. En este sentido, se observa que los padres, en primera instancia, ven el comportamiento de su hijo como un problema y no como un síntoma de la convivencia que se sostiene en el hogar.

En un artículo de investigación, escrito por varios psicólogos y que se titula Estilos de crianza ante la violencia infantil, se explica que la exposición a la violencia en edades tempranas, ocasiona carencias afectivas y tensiones en el aprendizaje, nerviosismo, la angustia, temor, inseguridad, entre otras. Todo esto puede provocar comportamientos inhibidos o agresivos.

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A su vez, en dicho estudio, se afirma que en la actualidad los estilos de crianza más comunes son el autoritario y permisivo, llegando a extremos que ocasionan daño a los niños. Expresión de esto es el uso del castigo en uno, y en el otro, amor exagerado que se puede brindar o desinterés total con excesiva permisividad.

Como padres o cuidadores debemos ir en la búsqueda de puntos equilibrio para que nuestros hijos se puedan sentir acompañados y apoyados en el camino de su propia independencia.

Si bien, ser padres es una tarea retadora, la misma se construye en el día a día de la crianza con nuestros hijos. Es fundamental desarrollar competencias parentales que nos permitan guiar, educar y orientar a nuestros hijos en el proceso de su desarrollo psicológico, emocional y socio afectivo. Dichas competencias «son todas aquellas capacidades prácticas que todo padre y madre va adquiriendo para cuidar y proteger a sus hijos, asegurándoles un desarrollo suficientemente sano», según los investigadores de Estilos de crianza ante la violencia infantil.

Por el contrario, si no se desarrollan competencias parentales positivas, se tiende al uso de estilos de crianza basados en el castigo físico, violencia, permisividad o negligencia. Walter L. Arias Gallegos, psicólogo especializado en orientación, consejería del niño, el adolescente y psicoterapia familiar,  nos recuerda que estos estilos provocan carencias afectivas y contribuyen a normalizar la violencia en los niños a edades tempranas en su desarrollo.

Una propuesta de cambio

En la actualidad hay diversos enfoques en parentalidad positiva. Uno de ellos es la disciplina positiva, el cual en Cecodap promovemos continuamente. El objetivo principal de la disciplina positiva es dotar de herramientas a padres, madres, cuidadores, docentes y población en general sobre cómo podemos acompañar el desarrollo integral de nuestros niños. A su vez, nos enseña que gran parte de la crianza tiene que ver con nuestro propio manejo del estrés y autorregulación ante situaciones que se pueden presentar en el día a día.

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En este sentido, es importante resaltar que al hablar acerca de la crianza, debemos tener en cuenta las diferencias entre familias, ya que, ninguna familia es igual a otra. Hay factores a tener en cuenta tales como: el carácter del padre, temperamento de la madre, nivel de madurez de los padres, influencias externas, entre otras.

Con la disciplina positiva, en lugar de depender del castigo para motivar a los niños a mejorar, se enfatiza la necesidad de proporcionar seguridad a nuestros hijos, haciendo uso de la empatía y preguntándonos continuamente aquello que necesitan, piensan y sienten. A su vez, se fomenta el uso de la información mediante pautas claras de comportamiento, explicación de sus razones y la resolución de conflictos junto a nuestros hijos. También, la Disciplina positiva, pone su mirada en que los errores se consideran desafíos, oportunidades de aprendizaje, y que aprendamos mejor en el contexto de una relación de cuidado, guía y seguridad, donde se hace el esfuerzo para conectar antes de la corrección.

Las habilidades claves que se fermentan en los padres son: técnicas de comunicación asertiva, identificación y manejo eficaz del estrés, habilidades prácticas para la resolución de problemas, planteamiento de objetivos a largo plazo con nuestros hijos, entre otras. Esperando así, que nuestros hijos muestren una mayor regulación emocional, flexibilidad de respuesta y apertura a partir nuestro continuo acompañamiento como padres.

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