
Una promesa es un compromiso que se establece de palabra a través de la cual una de las partes se compromete con la otra a hacer algo. En reiteradas ocasiones los padres o cuidadores le han hecho promesas a sus niños o adolescentes por el hecho de salir del paso ante una situación complicada o simplemente para hacerlos sentir mejor en ese momento.
Por ejemplo, «la próxima vez venimos a ver esta película o para Navidad estaré contigo o voy el día de tu cumpleaños». También hay algunas de este tipo: «te traigo un helado la próxima vez que venga o bajamos al parque a jugar».
Hay que tener especial cuidado cuando se hacen las promesas y no se cumplen. No importa si la promesa resulta banal para el adulto porque sigue siendo importante para el niño o el adolescente. Y ese sentimiento de decepción tiene consecuencias a largo plazo.
¿Qué ocurre cuando no se cumple?
Entendemos que faltar a una promesa no siempre es intencional. A veces se falta a la palabra porque lo prometido podía parecer de poca importancia o porque hubo un cambio a última hora. En otras ocasiones, quizás, porque no fue posible cumplir.
Sin embargo, aunque no se actúe con mala intención, es importante recordar que cuando se da la palabra y no se cumple con lo prometido, el niño, niña o adolescente puede sentirse desilusionado, triste, molesto o frustrado.
– Desilusionado porque confió en la palabra de una persona que es especial para él, y aunque no lo exprese, sentirá que su padre o madre lo habrá defraudado.
– Podrá sentir tristeza también, por las expectativas que el niño o el adolescente se hizo y que no se cumplieron, pensar que no es lo suficientemente importante para su mamá o su papá, puede sentirse desvalorizado, quizás relegado a un segundo plano de las prioridades de sus padres o cuidadores.
– La molestia y la frustración lo pueden llevar a perder la confianza en su padre o madre y a crearse una imagen de ellos de poca credibilidad. ¿Es la imagen que quisieras que tu hijo o hija tenga de ti? Si se quiere formar relaciones sólidas con los hijos, basadas en la confianza, hay que ser consistente con lo que se dice y se hace, y ser respetuoso de sus sentimientos.
¿Y si cumplimos las promesas?
Por el contrario, cuando se cumplen las promesas se afianza la confianza de los niños, niñas y adolescentes y en el padre se produce el bienestar de haber cumplido, lo que seguramente repercutirá en la dinámica familiar.
¿Es posible cumplir con todo? Cuando los padres y madres me preguntan esto, suelo explicarles de que no se trata de ser un súperpapá o súpermamá. Eso no es lo que busca los niños. Más bien se trata de que como seres humanos seamos conscientes de nuestros propios límites y que seamos una base sólida para que el niño se apoye y pueda desarrollarse. Entonces, podemos seguir estas recomendaciones antes de que se nos salga el «yo te prometo que…»:
– Lo mejor siempre será comprometerse en cosas que se saben de antemano se pueden cumplir y que están bajo nuestro control.
– Si no sabemos si vamos a ser capaces de cumplir la promesa, lo mejor es ser honesto con el niño, niña o adolescente. Explicar lo que realmente pensamos que va a suceder, para que las expectativas sean apropiadas.
– No haga promesas solo porque se sienta presionado a hacerlo.
– Recuerda que tú eres un modelo positivo a seguir, ser congruente con lo que dice y hace.
Neudith Morales
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