«¿Qué haces cuando te ataca el monstruo de la culpa?», carta de una mamá para otras mamás

Siempre quise ser mamá. Me encantan los niños y niñas, pero también desde pequeña deseaba ser abogada. Tuve la fortuna de que ambos sueños se hicieron realidad. Soy mamá de Diana y abogada, en un área que amo también: los derechos de la infancia. Una siempre piensa que todo va a compaginar de forma perfecta y que no vas a tener ningún problema en ejercer esos roles al mismo tiempo. Cómo podría empastelarse los papeles si hacía bien mi trabajo y amaba profundamente a mi hija. Además mi esposo me apoyaba y tenía toda la energía y disposición para que todo saliera sin contratiempos. Así es que lo venden: “ser una súper mamá». ¿O no? Pero un día, llegó el momento de dejar a mi bebé en una guardería a cargo de terceros, ya que como padres no contábamos con una red de apoyo para el cuidado permanente. Ese día comenzó un sentimiento a sembrarse en mí: la culpa.

Recuerdo el primer día que dejé a mi hija en la guardería. Salí de allí y me estacioné en la esquina a llorar. Solo sentía que estaba haciendo algo mal, que no era lo correcto, que era una bebé muy pequeña y nadie podría cuidarla como yo. Ese sentimiento de culpa se extendió en el tiempo, muchas veces veía las fotos que su papá me enviaba mientras estaba en el parque o los videos de ella en un acto del colegio al que yo no fui porque estaba trabajando. La culpa incluso aparecía cuando ella se enfermaba. Me culpaba pensando que su malestar era mi culpa, por llevarla a la guardería y hacer que estuviera con tantos niños.

“Lo mejor es que no trabajes mientras crías a tus hijos, acomódate con lo que tengas”, dicen. Carbón para la fogata de la culpa. Y al mismo tiempo, quizás yo alimenté alguna otra. Las mamás que trabajamos a veces pensamos que las que se quedan en casa, las que son amas de casa, simplemente están más cómodas por eso; que dejan el peso económico en manos de otro y que no sufren angustias. ¡Nada más injusto y erróneo! En perspectiva, desde cualquier rol se hacen sacrificios y al final descubres que muchas compartimos la misma culpa. Después supe que las mamás que se quedan en casa suelen flagelarse porque se sienten improductivas económicamente, incapaces de «apoyar en la casa». Como si la crianza no fuese parte de «la casa». En fin, la sociedad te pide trabajar como si no tuvieses hijos y ser madre como si no tuvieras que trabajar.

Velar por nosotras

Pero, ¿cómo se vence la culpa de no estar 100% con tus hijos? No sé si pueda dar esa recomendación con certeza. En mi caso creo que fue fundamental trabajar en mí misma; dedicar tiempo a mi salud mental. Sí, porque al sentir  tanta culpa tuve un gran vacío, depresión, ansiedad y estrés por querer ser la madre perfecta; lo cual descubrí que no existe, ni existirá.

En el proceso de autocuidado descubrí que el perdón es clave para avanzar. Comencé a hacerlo con mi madre, a quien le achaqué tantas cosas que hizo y me dolieron; pero que en realidad fueron acciones desde el amor, para hacerme más independiente. También empecé a perdonarme a mí misma por mis errores, entendiendo que la única manera de poder cuidar bien de mi hija era estar bien conmigo misma. Me di cuenta de que para eso necesitaba no podía renunciar a mi trabajo, a mí profesión,  porque es algo que me hace sentir realizada, útil para la sociedad (la misma en la que viven mi hija) y feliz.

Además de este trabajo interno, busqué espacios de calidad para compartir con mi hija, momentos para nosotras solas, para bailar, para escuchar música e ir al cine, para comer un dulce, pasear, caminar… En fin, momentos que nos hagan sentir bien y felices.

Con el tiempo me levante el castigo de la culpa y decidí tomarme más momentos para mí, hacer ejercicio, poner límites a mis horarios de trabajo, tener contacto con mis amigas y buscar esos espacios con ellas donde podemos conversar sin juzgarnos, respetando los roles que cada una ha elegido y siendo empáticas. Cuando te pones en los zapatos del otro y ves sus problemas, te das cuenta que no siempre todo es color de rosa, que cada rol tiene sus sacrificios, alegrías, tristezas y que compartimos un factor común: el amor por nuestros hijos e hijas y el querer su mayor bienestar.

Creo que siempre corremos el riesgo de equivocarnos. Ser madres no es algo de manual; es ensayo y error. Sin embargo, podemos asesorarnos, investigar, leer, hablar con otras madres y padres. Criar desde el amor y el respeto siempre será una apuesta segura.

Deseo que mi hija crezca sabiendo que puede ser trabajadora o ama de casa; independiente, feliz y plena.  Para lograrlo debe ver que también su mamá lo es, porque somos modelos de nuestros hijos e hijas. Podemos decirles mucho, corregirles muchísimo, pero ellos siempre verán qué hacemos. Lo que en realidad somos.

— ¿Eres feliz?— constantemente le he preguntado a mi hija durante 13 años.

— ¿Por qué siempre me preguntas lo mismo?, claro que sí mami— suele responderme y me da un beso.

Estos pequeños instantes me llenan y me hacen sentir que, aunque con tropiezos, he tomado la mejor decisión.  Pronto ella estará eligiendo su propio camino y yo estaré allí para acompañarla, pero también tendré yo un camino propio, como mujer, como profesional, como amiga, como esposa… siempre como MAMÁ.

Gloriana Faría

Gloriana Faría

Abogada / Derechos Humanos de Infancia / Secretaria adjunta de Redhnna y miembra del Consejo Directivo de Cecodap / Me encanta el área social, amo el café y una buena conversa.

TAMBIÉN PUEDES LEER...

Save The Children Colombia: hay que informar a las familias sobre los riesgos de reclutamiento en frontera #CecodapLive
Saraiba: la víctima y el victimario no son los únicos protagonistas en el acoso escolar #CecodapLive
Cecodap pide a Trinidad y Tobago investigación exhaustiva por muerte de niño venezolano #CecodapLive
Slider

LO ÚLTIMO

NO OLVIDES LEER