Rivalidad entre hermanos, ¿estoy promoviéndola como adulto cuidador?

rivalidad entre hermanos

Sabemos que la relación entre hermanos no es fácil, sobre todo cuando hay rivalidad. Cuando observamos que las riñas o peleas pasan de ser “cosas de niños” a verdaderas batallas campales, intentamos descubrir en qué momento nuestros hijos se convirtieron en enemigos. Como padres, seguramente te habrás preguntado ¿Cómo pasaron del amor al odio?

Para entender la razón de estos conflictos entre nuestros hijos, es necesario conocer que la rivalidad entre hermanos tiene lugar dentro del curso esperado del desarrollo de niños y niñas, permitiéndoles diferenciarse de su hermano, o hermana, a medida que se acercan a la adolescencia.

La rivalidad no se reduce únicamente a algunos simples desacuerdos, más bien, al mantenerse en el tiempo, llegan a generar cambios en su conducta, emociones y pensamientos; incluso llegan a creer que deben competir entre sí para ser los mejores o para obtener mayor atención de sus padres.

¿Cuáles elementos facilitan que aparezcan las rivalidades entre hermanos?

La personalidad y el temperamento son de los principales elementos, sumado a que se desarrollan actitudes y capacidades propias; pese a que hayan crecido en el mismo ambiente, junto a circunstancias relativamente similares, los hermanos son diferentes entre sí, y se determinará su relación con el otro, con base en su carácter. 

La diferencia de edad es otro elemento decisivo. Cuando la brecha de edad sea mayor entre los hermanos, es posible que el más grande tome actitudes protectoras, y no tanto conflictivas, a diferencia de lo que ocurre en edades más cercanas, momento en que puede surgir una relación de competitividad en la que ambos perciben al otro como “una amenaza”.

Con la separación de los padres, puede ocurrir que brindemos un trato diferente a cada uno de nuestros hijos sin percatarse. Los cambios en la dinámica familiar pueden ser experiencias desagradables que promuevan la adquisición de conductas inadecuadas.

Si bien, estos elementos resultan ser determinantes en algunos casos, lo cierto es que en ocasiones somos nosotros, los padres, quienes llegamos a contribuir, sin darnos cuenta, a que las discusiones se produzcan y mantengan.

¿Qué hacemos para aumentar el conflicto?

En ocasiones podemos otorgar beneficios a los hijos más jóvenes, al considerar que merecen un trato especial por su edad, pero, la desigualdad en el trato genera conflictos con los hijos mayores, debido a que se sienten desplazados y no reciben un trato justo por parte de sus padres. 

Si resolvemos los conflictos de forma irrespetuosa, a gritos o con agresividad, nuestros hijos probablemente aprendan a solventar sus discusiones de forma similar; esto se refleja en la relación que mantienen con otras personas. 

Aunque no lo pretendamos, es fácil dar la impresión de que algunos de nuestros hijos sea el “preferido”. Esta situación puede generar rencillas debido a que uno de los hermanos podría molestarse, mientras que el otro tendrá la sensación de ser protegidos de las consecuencias de sus acciones. Ahora bien, evitemos sentir culpa por tener mayor afinidad con alguno de nuestros hijos, siempre y cuando: reconozcamos la afinidad que sentimos y mantengamos en mente que debemos brindarle protección a todos nuestros hijos.

Lea también: ¿Cómo convertir las situaciones de conflicto en situaciones de aprendizaje?

Afrontar la rivalidad entre los hijos

Al reconocer por qué se producen estas rivalidades, qué elementos facilitan que aparezcan y cómo podemos contribuir a ellas, tenemos un panorama más claro de cómo identificar la rivalidades entre hermanos; pero, cuando las peleas, discusiones y enfrentamientos se vuelven parte de nuestra dinámica familiar, qué podemos hacer para solucionarla. 

Muchos padres comienzan a cuestionarse cómo actuar ante esas situaciones, si ellos tienen que intervenir o no; incluso si la solución es separarlos, regañarlos, o asegurarnos de buscar en alguno de ellos al culpable. 

El primer paso para afrontar la rivalidad entre nuestros hijos es estar atentos a la frecuencia, duración e intensidad de sus discusiones. Al tener estos datos, nos aseguramos de evitar que el conflicto se agrave y llegue a repercutir en su salud física o mental y, por supuesto, en nuestras capacidades para responder de forma respetuosa, cálida y efectiva ante estas situaciones.

Una vez identificado la forma en la que se genera el conflicto, es momento de comenzar a realizar algunos cambios importantes para asegurar que tienen nuestro apoyo: 

  1. Ayudémoslos a resolver los conflictos por sí mismos

Si bien es cierto que el primer instinto de los padres ante una discusión entre sus hijos es separarlos, lo cierto es que este vínculo que se ha creado entre ellos debe mantenerse a través de sus propios esfuerzos. Cuando se peleen es crucial que podamos tomar el papel de mediadores, recordándoles que deben conversar y llegar a acuerdos.

Un padre o una madre que contribuye a que la rivalidad cese es aquel que utiliza las situaciones conflictivas a su favor y las convierte en una oportunidad de aprendizaje, dejándole claro a sus hijos cómo espera que las resuelvan y cuál es su posición ante las mismas. 

Evitemos ser nosotros quienes resuelvan sus peleas. Si no les permitimos enfrentarse a estas situaciones, no tendrán oportunidades para fortalecer sus habilidades para comunicarse. Tengamos en mente que, para discutir, se necesitan dos: cada uno de ellos tendrá parte de responsabilidad en el conflicto y en su resolución. 

Cuando no comprendemos por qué se les es tan difícil llegar a acuerdos o manejar sus discusiones, es fundamental recordar que somos nosotros su principal fuente de información. Los hijos buscar similitudes entre cómo resolvemos nuestros conflictos y cómo lo hacen ellos. Entender el origen de la forma con la que solventan sus discusiones, nos encaminará a lograr cambios necesarios y ser un modelo positivo para nuestros niños, niñas y adolescentes. 

  1. Evitemos las comparaciones

Las comparaciones pueden ser odiosas. Estas aumentan la posibilidad de que se intensifique la rivalidad. Si uno de los niños tiene un mejor desempeño que el otro, evitemos centrar las discusiones en sus diferencias; más bien, ayúdalos a mejorar y  valoremos los progresos de cada uno, de forma individual.

Una parte importante de nuestro trabajo como cuidadores es identificar lo que cada uno de nuestros hijos necesita de nosotros. Si bien, es una labor complicada, brindarles un trato individualizado para que puedan fortalecer sus capacidades, puede ayudar a evitar reforzar la idea de rivalidad y competencia entre ellos. 

  1. Establezcamos acuerdos básicos

Creemos estructura al dejar claro qué está permitido y qué no cuando se origine alguna disputa entre los niños o adolescentes. Ayuda enfatizar que las conductas inaceptables incluyen: insultos, golpes y/o lanzar objetos. Anímalos a participar de este proceso en la toma de las decisiones, sobre todo al momento de decidir juntos las consecuencias de romper dichos acuerdos.

Si nuestros hijos discuten cotidianamente ante determinadas situaciones o por el uso de ciertos objetos, una buena práctica sería crear un horario que les permita organizarse. Eso reducirá el espacio para los desacuerdos.

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  1. Premia las conductas adecuadas

Es necesario centrarnos en premiar las conductas deseables o adecuadas. A través de comentarios positivos, cuando logren resolver asertivamente sus conflictos, podemos lograr un ambiente de mayor acertividad. 

Para manejar los comportamientos que agravan la rivalidad entre hermanos, no es necesario intervenir en las discusiones, siempre y cuando no haya riesgos de que se dañen físicamente. Si llegara a ocurrir, es importante separarlos y asegurarnos de ofrecerles la oportunidad de calmar sus emociones.

Establecer un sistema de puntos, en el cual se les inste a pasar tiempo juntos, así como realizar actividades en común, puede ser una alternativa útil para ayudarlos a mantener una mejor relación. Conseguir los punto puede ser a través del trato entre cada uno, por ejemplo: si tus hijos logran utilizar su consola de juegos sin ningún incidente o ver una película sin discutir, recibirán un punto; estos son acumulativos y cuyo valor sería reformarlos a hacerlos actividades que disfruten hacer de forma individual. 

Manejar la rivalidad entre hermanos es posible y para ello es importante que conozcamos cuál es nuestro papel en la situación. Seamos capaces de brindar espacios de convivencia familiar donde podamos mostrar a los niños, niñas o adolescentes que es posible relacionarse de formas más positivas con sus hermanos. 

Nohely Dávila

Nohely Dávila

Licencia en psicología de orientación conductual, con experiencia en el área de atención clínica e interesada en la defensa de los derechos de los niños, así como en la promoción de una crianza positiva que contribuya al bienestar y crecimiento de los niños, niñas y adolescentes; así como de sus contextos más cercanos.

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