Docentes con la autoestima por el «subsuelo»

Nuestro trabajo nos ha permitido contactar a grupos de docentes en diferentes centros educativos, en las últimas semanas, y en una de esas actividades una maestra se lamentó con la frase que titula este artículo: “(Estoy) con la autoestima por el subsuelo”. Al cansancio propio del período de culminación de actividades académicas se suma otra carga para el educador, sin duda mayor, constituida por el sentimiento de descalificación y desautorización permanente que reciben de las familias de los estudiantes.

Todo esto sin dejar de subrayar que están trabajando en condiciones extremadamente adversas y recibiendo un pago exiguo. La pandemia tuvo un impacto en las personas (estudiantes, familias, docentes) y en la psique colectiva y el clima escolar. Cada quien se quiere preservar, quiere imponer su punto de vista, pareciera que el aislamiento dificultó la posibilidad de comunicarse.

Los docentes no son inmunes a expresiones como “no me voy a matar para que los padres entiendan”, “las mamás quieren que hagas el trabajo como ellas dicen, lo mejor es seguirles la corriente”, “estoy viendo a qué otra cosa me dedico”. Por otro lado, también seguimos escuchado frases como “sigo aquí porque es mi vocación”, “esto es lo que toda mi vida he querido hacer”, “este es mi servicio a mi país”.

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Por estos docentes, y por el sacrificio inmenso que están realizando, tenemos que hacer un esfuerzo para repensar nuevas formas de relación en los centros educativos. Las familias y el personal docente tienen que “jugar en el mismo equipo”. Tienen que verse como aliados y que su esfuerzo es complementario.

La autoridad de otros tiempos correspondió a un modelo de sociedad; ahora, el mundo ha cambiado de manera vertiginosa en múltiples ámbitos. Las relaciones en las familias y sociedad y el reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos implican el desarrollo de nuevos modos de entender el poder y cómo se ejerce.

El reto entonces no es añorar los tiempos pasados sino la construcción de un modelo de autoridad basado en el ejemplo, saber, coherencia, congruencia, respeto, ecuanimidad.

Una autoridad se constituye como un referente por su experiencia de vida y conocimientos. Existen muchas contradicciones con el ejercicio de la autoridad, el simple hecho de ser padre, madre –o maestro- no la garantiza, hay que ganársela para ser reconocido como tal.

Hacia una autoridad democrática

Cuando la autoridad se confunde con el autoritarismo genera resistencia. Cuando una persona tiene autoridad se deduce que tiene condiciones para hacerse respetar por su responsabilidad o compromiso, en otras palabras, está autorizada para ejercer un determinado poder. Entendiendo el poder como una forma de servir a una determinada misión, coherente con unos principios y valores.

¿Una madre, un padre un educador sin autoridad está limitado para ejercer sus funciones y para cumplir con las responsabilidades legales que le han sido encomendadas?, ¿de qué autoridad estamos hablando? No se puede educar evadiendo la responsabilidad de orientar, educar y proteger.

La autoestima del docente

Muchos maestros están impregnados de un sentimiento que les hace creer que es poco lo que puede hacer, que las familias son las que deben formar a sus hijos y están cada vez más tiempo pegados en las redes sociales.

La psicóloga española, especializada en temas educativos, Rosa Sellarés nos plantea el dilema: “La escuela no puede compensar carencias importantes ni puede responsabilizarse sola de la educación de los futuros ciudadanos, pero puede ofrecer un espacio de convivencia democrática y respetuosa que garantice el trato adecuado y el conocimiento de cada alumno, y el sentimiento de seguridad a todos sus miembros”.

Seguramente, muchos estudiantes no tendrán otro espacio que le brinde otra posibilidad de convivencia, de sentirse personas, de ejercer su ciudadanía.

Ni falsa prepotencia ni descalificar y desconocer una de las razones fundamentales de la escuela: formar para una vida social ejerciendo ciudadanía. Para ello es fundamental que la autoestima de nuestros docentes no esté por el suelo.

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Publicado en Efecto Cocuyo.

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