Noviazgos tóxicos: una realidad que puede abrumar a la adolescencia

La adolescencia es una época de nuestras vidas en la que vivimos muchas primeras veces.  Por ejemplo nuestra primera relación de pareja, nuestra primera cuenta de banco, la primera vez que salimos solos o sin nuestros padres, entre otras. Es una época de ensayo y error, en la que se exponen a riesgos, toman decisiones distintas a lo que les recomiendan los adultos y en la que en ocasiones la opinión de sus pares adquiere más importancia que la de sus padres o adultos significativos.

Es por esto que ser padres de adolescentes puede ser un desafío, ya que exige de nosotros encontrar el equilibrio entre brindar confianza y libertad y mantener supervisión cercana. Es un momento en el que ellos necesitan de adultos que puedan escucharlos y guiarlos, aunque muchas veces necesitamos dejar que se equivoquen para que también se generen aprendizajes y así comprendan las razones que tienen los adultos. 

¿Noviazgos?

En el ámbito de las relaciones de pareja no es distinto. Es un área de la vida que puede causar mucha polémica por motivos culturales y religiosos. Los adultos suelen tener miedo de hablarlo, ya que puede significar que debemos hablar de temas de sexualidad, con los que puede que no estemos cómodos.

Igualmente implica el miedo a que le puedan hacer daño a mi hijo/a, a que no esté listo para una relación sentimental, a vivir experiencias para las cuales no sentimos que están preparados, entre otros.

Sin embargo, cuando abordamos el ámbito de las relaciones de pareja desde la prohibición, más allá de controlarlo, creamos una distancia que no nos permite saber qué está pasando. Entonces puede resultar en que nuestros hijos no quieran conversarlo con nosotros por miedo a nuestra reacción. Esta situación no va a impedir que ellos se adentren en las relaciones de pareja. Podrían incluso mantener relaciones escondidas que puedan ser potencialmente riesgosas para ellos, sobre las cuales no podremos guiarlos y ayudarlos apropiadamente. 

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¿Y si tienen una relación tóxica?

Así, muchos adolescentes se inician en el mundo de las relaciones de pareja sin tener una guía que los apoye. En ocasiones lleva a que se vean envueltos en relaciones “tóxicas” que pueden causarles daño tanto en ese momento como a futuro.

Una relación “tóxica” se considera aquella en la que existen dinámicas dañinas entre ambas partes involucradas en la relación. Es aquella en la que existe dependencia emocional de una persona a otra, existe una tendencia a querer controlar las acciones, creencias y sentimientos de la otra persona, generalmente a través de la manipulación emocional.

Este tipo de relaciones no son exclusivas de la adolescencia, pueden haber comenzado en esta etapa y por la falta de acompañamiento o guía se extiende en la adultez, porque aprendemos parámetros erróneos sobre qué esperar de una relación de pareja.

Cuando los adultos en casa mantienen este tipo de relaciones y dinámicas, los adolescentes se pueden ver expuestos a las mismas, generando un ciclo en el que ellos también establecen patrones dañinos y normalizan prácticas violentas que a su vez los acompañan en sus relaciones.

Entonces, ¿cómo podemos saber si nuestro hijo/a está en una relación “tóxica”? Esto va a depender del nivel de confianza que exista en la relación que tengamos con ellos. Si logramos crear un ambiente donde se sientan cómodos para hablar sobre su relación, puede ser mucho más sencillo detectarlo. Sin embargo, si existe una distancia importante y sabemos que ellos no nos van a contar lo que les está pasando, tenemos que recurrir a la observación de su comportamiento y su estado de ánimo.

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Algunas de la señales que podríamos encontrar en su comportamiento son: 

-Aislamiento de su grupo social y del entorno familiar:  notamos que dejan de salir con sus amigos y de pasar tiempo con su familia, se mantienen encerrados en su cuarto, y cuando aceptan salir suele ser únicamente con su pareja.

 Cambios abruptos en el estado de ánimo: a pesar de que la adolescencia se caracteriza por cambios en el estado de ánimo, notamos que reaccionan con mayor intensidad a nivel de su respuesta emocional, que se irritan con mucha más facilidad que antes, particularmente hacia el entorno familiar y los padres. 

-Aumenta el uso de la tecnología: igualmente este es un elemento común en la adolescencia, sin embargo, la mayor parte de la comunicación de los adolescentes se da a través de este medio, por lo que empiezan a pasar más tiempo con su teléfono o computadora. Adicionalmente, notamos que suelen estar molestos mientras usan el teléfono, o que se muestran irritables luego de usarlo.

-Constantes críticas y descalificaciones de parte de la pareja: Particularmente si logramos generar un espacio donde podamos involucrar a su pareja en dinámicas familiares, y notamos comentarios como “tu no entiendes nada”, “no sirves para esto”, “no sé para qué lo intentas”, que afecta profundamente su autoestima y estado de ánimo general.

-Demostraciones de celos desproporcionados: Igualmente que en el punto anterior, vemos que su pareja cuestiona constantemente la lealtad y busca controlar comportamientos y actitudes a través de esto, cuestiona la forma de vestir, las relaciones de amistad, entre otras. 

-Signos físicos: este tipo de dinámica puede desencadenar en violencia física, por lo que pueden aparecer marcas en el cuerpo como golpes, moretones, rasguños, etc; los cuales generalmente buscan ocultar y excusar. Es muy importante estar atentos a estos signos, ya que si se presentan es necesario evaluar el nivel de riesgo en el que se encuentra el/la adolescente y la posibilidad de formular una denuncia en las instancias competentes.

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Vamos a intervenir

Ahora, si sospechamos que nuestro hijo/a está viviendo una situación de este estilo, primero es importante abordar la situación desde una postura de escucha, más que de buscar imponerles “soluciones” como prohibirles la relación, el acceso a su teléfono o a su vida social, ya que este tipo de acercamiento genera más malestar y distancia entre ellos y nosotros, a pesar de que suele venir de la preocupación y el cariño. 

Permitirles un espacio de escucha, en el que no los juzguemos por sus acciones ni los culpabilices por la situación, es la base para construir la confianza. Si deciden hablar con nosotros, es importante permitirles que sea bajo sus propios términos y hacer el esfuerzo de comprender su experiencia, recordando que nosotros también pasamos por esta etapa. De igual manera, demostrarles nuestra preocupación por la situación y principalmente por su bienestar, tanto emocional como físico, reforzar la idea de que las relaciones de pareja, si bien tienen sus dificultades, no deben consistir en constante sufrimiento.

Asimismo, es importante señalar los comportamientos que notamos que son dañinos, teniendo cuidado de enfocarnos precisamente en los comportamientos y no calificar o juzgar a la persona, hablar desde situaciones concretas que pueden estar pasando y no de lo que “es” la persona, aunque esa pueda ser nuestra opinión personal.

Adicionalmente, resulta conveniente crear un plan de seguridad. Esto puede permitir recuperar en cierta medida el sentido de control en la relación, guiarlos en los pasos que pueden tomar para sentirse preparados en distintas situaciones y para ser más independientes en el momento en que decidan dejar la relación. Si lo imponemos nosotros, puede que la situación se complique aún más; por eso debe ser una decisión de el/la adolescente.

Finalmente, entender que es posible y también válido que no se sientan cómodos hablando con nosotros. Es un elemento que debemos tener presente y en tal caso ayudarlos a buscar apoyo externo, en organizaciones que ofrezcan apoyo psicológico. 

Las relaciones de pareja son complejas hasta en la adultez. Si podemos guiar a nuestros adolescentes a identificar cuándo no lo son y qué hacer en tal caso; podríamos evitar que creen patrones dañinos. Establecer una relación de confianza y escucha es el pilar básico para que los adolescentes nos permitan entrar en su vida privada, que nos den la oportunidad de guiarlos y ayudarlos; para esto, es importante evaluar nuestras posturas con respecto a temas como la sexualidad y las relaciones, ya que si mostramos constante rechazo y evitación al respecto, va a ser muy difícil que cuando lo necesiten, nos permitan estar ahí para ellos o que ellos mismos tengan las herramientas necesarias para identificar estas situaciones y buscar solucionar. 

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