Disciplina para convivir

Disciplina

La práctica educativa continúa polarizada entre quienes consideran que la disciplina puede ser una herramienta para reprimir o puede ser una oportunidad para  escuchar y construir acuerdos. Muchos centros educativos se ven atrapados por una dinámica donde permanentemente hay que estar “apagando fuegos” y se considera que las leyes y normativas para proteger los derechos de los niños los  empoderó a tal punto de “hacer lo que les viene en gana sin que se les pueda poner coto”.

Lo primero que tendremos que aclarar quienes trabajamos con un enfoque formativo es: ¿qué  entendemos  por disciplina? La concebimos como la capacidad de pactar para relacionarnos garantizando el bien personal y social. Exige unos acuerdos para alcanzar los objetivos deseados en la convivencia, asumiendo y transformando las dificultades que el convivir plantea.

Para alcanzarla es importante el compromiso consigo y con los demás. La disciplina es el timón que nos permite transitar por el camino haciendo posible crecer como personas, gozando de nuestros derechos con el deber de respetar el derecho de los demás.

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En el enfoque de disciplina que proponemos, la libertad se vive dentro de determinados acuerdos que garanticen una mayor y mejor convivencia para el logro de los objetivos planteados en la educación; por lo tanto, no se puede confundir con libertinaje. La libertad de uno acaba donde comienza la de la otra persona y es por eso que todas y todos los miembros de la comunidad educativa merecen respeto.

En conclusión, para que haya disciplina para la convivencia los miembros de la comunidad deben respetar la libertad del otro; es decir, debe existir un respeto mutuo. La meta es formar para la responsabilidad, asumiendo las consecuencias personales y grupales  de las acciones que se realizan.

La disciplina es la formación que posibilita que un niño, niña o adolescente asuma, a corto y a mediano plazo, autocontrol, autonomía, responsabilidad y confianza para convivir exigiendo el respeto de sus derechos y respetando los de los demás.

En el enfoque de disciplina para convivir se tiene presente ofrecer al estudiante alternativas positivas, se reconocen sus esfuerzos y buen comportamiento, se valora cuando se siguen los acuerdos que se discutieron y acordaron. Hay una orientación firme y consistente: la violencia física, verbal o psicológica no tienen cabida.

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En contraposición, en un enfoque de disciplina como castigo solo se menciona lo que no se puede hacer, se reacciona con dureza ante una conducta indeseada, se siguen las reglas por amenaza o soborno, se acepta avergonzar, ridiculizar o faltar el respeto al estudiante dando paso a la violencia verbal y psicológica.

Muchas escuelas se convierten en espacios de acción-reacción, hechos-castigos, que las convierten en campos de enfrentamiento. Cada centro tendrá que preguntarse para qué sociedad queremos formar y en función de ello cuál es el enfoque que debemos utilizar.

Poner la lupa más allá de las apariencias

Como educadores hay que estar pendientes de identificar cuáles son las razones o las causas por las que se están dando determinados comportamientos y preguntarse si corresponde solo a un estudiante, a un grupo pequeño o a toda una sección.

 Claves para mejorar la convivencia:

Reconocer

Sorprender a estudiantes que están haciendo lo adecuado recompensándolos inmediatamente. Por cada vez que lo sorprendes haciendo algo negativo que haya tres que lo sorprendes haciendo algo positivo. Si solo se reprende al estudiante,  se portará mal para llamar la atención.

Señalar el pecado, no el pecador

Frases como: “Eres un desordenado”, “no esperaba otra cosa de ti”, “yo te conozco”, “es que tú eres así”,  “yo lo sabía”, generan defensas en el estudiante porque se presume su culpabilidad y no su inocencia, no se le estimula para que tome contacto con las consecuencias de sus actos.  

Es diferente cuando  expresamos: “Puedo observar que no estás concentrado en tu asignación”, “veo que no estás participando con tu equipo de trabajo”. Son expresiones que no etiquetan y resultan más orientadoras y útiles.

Si utilizamos frases reforzadoras de comportamientos adecuados como: “Observé cómo participaste esta mañana”, “veo que estás haciendo un esfuerzo para respetar al grupo”, pueden resultar mucho más estimulantes y obtener mejores resultados.

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