Aprende cómo estimular la autoestima de tus hijos desde temprana edad con estos consejos

Mucho oímos de la importancia de la autoestima a lo largo de nuestras vidas, pero ¿sabemos realmente qué significa? La autoestima es el juicio o valoración que hacemos de nosotros mismos en distintos aspectos. Es decir, si consideramos que somos buenas o malas personas, suficientemente capaces para lograr un reto en particular, si nos consideramos talentosos o inteligentes. 

Así, el modo en cómo nos valoramos a nosotros mismos determina en gran medida la manera en que nos relacionamos con el mundo, especialmente cuando somos niños o adolescentes. 

Nuestra autoestima va tomando forma en parte gracias a nuestras propias experiencias: nuestros logros, fracasos, orgullos o vergüenzas; y, por otra parte, por lo que los demás nos expresan sobre nosotros mismos. 

Particularmente durante los primeros años de vida, nuestra autoestima se forma en gran parte gracias a los comentarios y acciones de las personas que consideramos importantes. Durante ese período de nuestra vida, puede perder relevancia el tener grandes logros. Además, si no contamos con el apoyo de cuidadores que nos motiven, persistirá la sensación de que no somos suficientes. 

Es por esto que como adultos es importante tener en cuenta el efecto que pueden tener nuestras palabras y acciones en la autoestima de los niños o adolescentes que nos consideran significativos en sus vidas. A veces, basta la ausencia de un cumplido para que un niño o niña sienta que no fue suficiente sacar la mayor nota para ser reconocido en casa.

Pero entonces ¿qué podemos hacer para estimular la autoestima de nuestros niños, niñas y adolescentes?

1.- Ponernos en su lugar

Puede ser una buena práctica pensar en cómo se siente y cómo es ser ese niño o niña que convive con nosotros, o quizá pensar cómo nos hubiese gustado que nos trataran cuando teníamos esa edad. Muchas veces la vida adulta nos mantiene concentrados en las preocupaciones del día a día y le restamos importancia a los problemas de los niños.

Decimos cosas como ¿qué importa si se peleó de nuevo con su amiguita del salón por octava vez? Creemos que mañana se arreglarán y se pelearán nuevamente como todos los días.

Sin embargo, perdemos de vista el hecho de que la amistad con esa amiga puede que sea de los elementos más importantes que están ocurriendo en su vida en ese momento. Cada pelea, para un niño o niña, de verdad se siente como la última, ya que están aprendiendo a socializar. Entonces, hay que prestar atención a esas aparentes “pequeñeces”, que para ellos son gran parte de su vida. 

2.- Tratarlos con respecto

Parece obvio, pero no debemos tratar a los niños de formas que como adultos no permitiríamos que nos tratasen. La manera en que ellos son tratados por sus adultos significativos influye en gran medida en cómo se sienten consigo mismos y cómo se relacionan con los demás. Si cotidianamente los niños reciben insultos tendrán mayor probabilidad de relacionarse con los otros de la misma manera en que han sido tratados. Además pueden tomar su contenido como verdades sobre sí mismos.

4.- Valorar los esfuerzos más que los resultados

Como padres y guías en el aprendizaje de los niños, debemos hacer mucho énfasis en el esfuerzo y el proceso que desarrollan nuestros hijos para lograr un objetivo. Pensar más allá del resultado concreto. Si inculcamos esta mirada hacia el proceso, les ayudaremos a construir la tolerancia y paciencia requerida para ser persistentes en sus metas. Esto no quiere decir que no valoremos los resultados, sino que éstos no determinen el valor del proceso que vivieron para obtenerlos. 

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5.- Permitir las equivocaciones y convertirlas en aprendizajes

Buscar un cambio de perspectiva que nos permita entender los errores como oportunidades de aprendizaje, evitando esa carga emocional de vergüenza que viene asociada al equivocarse; de manera que puedan aprender algo cada vez que fallan, lo cual poco a poco, lleva a que cada vez fallen menos. Esto nos permite incentivarlos a mantener la motivación e intentar hacerlo cada vez mejor, construyendo junto a  ellos mayor tolerancia a la frustración. 

6.- Enseñar a través del ejemplo

Particularmente en la niñez y adolescencia, es necesario que el aprendizaje sea acompañado de ejemplos para que realmente sea efectivo. No debemos esperar de ellos aquello que como adultos no le hemos dado, o que no hemos modelado de cierta manera. También es posible que en ocasiones, inconscientemente nos moleste que en su comportamiento reflejen conductas que realizamos nosotros mismos.

Por esto, además de ser importante enseñarles modelando los comportamientos cuando queremos que aprendan algo (por ejemplo, enseñarles el paso por paso de cómo lavar los platos), también hay que tener en cuenta de que para ellos es necesario que nosotros seamos modelos positivos de conducta

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7.- Tomar en cuenta sus opiniones y decisiones

Invitarlos a que tomen sus propias decisiones desde temprana edad, permitirá que poco a poco desarrollen un criterio propio que les ayude a sentirse seguros de sus decisiones.

Debemos respetar esas decisiones, aunque a veces no estemos de acuerdo. Podemos negociar con ellos en aspectos que así lo permitan y establecer límites cuando no, explicando nuestras razones y dándoles a entender que tomamos en cuenta sus opiniones, aunque no hayan sido la decisión final.

La toma de decisiones es un proceso que debe ser impulsado desde edades muy tempranas, de manera que transiten un recorrido desde la elección de la ropa que quieren usar hasta seleccionar qué carrera estudiar, por ejemplo. 

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8.- Incentivar sus intereses, talentos y habilidades

Permitirles explorar sus intereses, acompañarlos y elogiarlos durante su transitar en las actividades que desempeñen les facilitará el camino para determinar qué es aquello que les gusta y qué no; así como para saber en qué áreas tienen mayores fortalezas y dónde encuentran más desafíos.

De igual forma, es importante acompañarlos en aquellas actividades que no coincidan con nuestros intereses.

9.- Dar responsabilidades acordes a su edad

La capacidad de cumplir con las responsabilidades no es algo que nazca por magia cuando cumplen cierta edad, es algo que se va desarrollando desde la infancia. Tomar en cuenta su edad y sus capacidades para darles tareas que sean acordes a lo que puede lograr de manera independiente, lo cual fomentará ese sentido de responsabilidad que esperaremos de ellos cuando sean adolescentes y adultos. 

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10.- Acompañar en los retos sin resolverlos por ellos

Muchas veces los niños o adolescentes se enfrentan a problemas que para nosotros son de fácil solución; sin embargo, ayudarlos a resolver no necesariamente significa hacerlo por ellos, ya que la idea es que ellos aprendan progresivamente a resolver.

El acompañamiento puede ir en forma de instrucciones puntuales, “pistas” o ejemplos, de forma que no se sientan abandonados en la tarea y a la vez consoliden el aprendizaje de cómo resolverlo por su parte.

11.- Evitar culpabilizar

Buscar culpables de las situaciones pocas veces lleva a una solución efectiva, por el contrario, sólo trae sentimientos negativos que perduran en el tiempo y afectan la autoestima de los niños y adolescentes.

Es suficiente con indicarles dónde estuvo el error y cómo corregirlo, en lugar de hacerlos sentir mal por un proceso completamente normal, como lo es el aprendizaje por ensayo y error.

Igualmente, tener en cuenta que es vital diferenciar los errores que cometen de quiénes son como personas, enseñarles que pueden cometer errores sin que esto signifique hay algo mal con ellos o que valen menos por haberlos cometido.

Ser parte de la crianza de un niño es una responsabilidad que a veces tiene tonalidades que pasan desapercibidas, como lo es el peso de nuestras palabras y acciones en su manera de verse a sí mismos y en cómo se comportan. Por eso, es importante que reflexionemos sobre cómo podemos hacerlo cada vez mejor, de manera que esos niños y adolescentes se conviertan en los adultos que esperamos que sean. 

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